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Atención que puede estar viviendo y durmiendo con el enemigo

El caso de Alejandro Ruffo, detenido por asesinar a su hijo Joaquín, expone una escalofriante historia de violencia psicológica y manipulación dentro de una familia aparentemente común. La madre del nene relata las alertas que ignoró y cómo convivía con alguien capaz de cometer semejante atrocidad.


Alejandro Javier Ruffo estaba casado con Natalia Ciak; eran padres de un hijo, Enzo Joaquín, que era hijo único. Convivían, pero estaban separados de hecho. El hombre había comenzado terapia un mes y medio antes. También intentaron con un analista de familia, pero la sesión terminó a los gritos, como siempre, por el desborde del hombre.

Natalia, la mamá del nene, conversaba con él. La noche del lunes 4 de agosto, la mujer se acostó en la cama del chiquito porque estaba muy angustiado y le había pedido que al día siguiente no fuera a trabajar. Madre e hijo charlaron un buen rato. “Yo estoy orgullosa de vos”, le dijo a Joaquín. El nene estaba creído que él tenía la culpa de todas las discusiones entre Natalia y su esposo, de quien estaba separada, pero vivían en la misma casa. “No te preocupes, son cosas de mamá y papá”, le respondió la mujer. Antes de que se durmiera, le dijo con una dulce voz: “Yo te deseé mucho”. Joaquín cerró los ojos, tranquilo, al lado de su mamá.

A la mañana siguiente, Natalia se levantó como todos los días y se preparó para ir a trabajar. Antes de salir, entró a la habitación de su hijo. “Esa mañana, que estaba dormido, calentito, le di un beso”, recuerda con angustia la mamá. Ese es el último recuerdo de su hijo. Cuando regresó a su casa, a las pocas horas, después de trabajar, encontró lo peor que un padre o una madre puede ver: a su hijo sin vida. Natalia tiene flashes de ese momento y de las horas posteriores. Recién regresó tres semanas después, cuando entró a la habitación y sintió el aroma puro de Joaquín.

“Ese día no sospeché nada y me fui a trabajar. Siempre le mandaba un mensaje de 'buenos días' a Joaqui (al celular del padre) antes de que saliera para el colegio, pero no me respondió. Al rato me responde (el hombre) una catarata de insultos. Había puesto su estado de WhatsApp insultándome. Yo pensé que se había llevado a Joaqui. Lo último que me escribió fue ‘te hice un café de cortesía’”.

Quien le mandó esos mensajes era Alejandro, padre de su hijo y su ex pareja. El hombre había empezado terapia un mes y medio antes. También habían intentado con un analista de familia, que también fracasó.

La mujer cuenta: “No imaginé que podría hacer una cosa así”, y asegura que todavía siente que su hijo se fue a un campamento, que no pasó, que cuesta aceptarlo. “Voy sintiendo que me derrumbo. Todos me dicen que soy valiente, que soy fuerte. Me siento muy perdida, era todo para él”.

Según fuentes judiciales, señalan que "no tenía antecedentes psiquiátricos", sino que "había un problema especial entre la pareja”, pero ninguno que justifique lo que hizo.

Alejandro Ruffo, el homicida, era preceptor del colegio trilingüe Westminster de Banfield, propiedad de su familia. Tiene una hija mayor a Joaquín de otra pareja, a la que solo veía dos veces al año. El vínculo entre el hombre y su hijo no era precisamente amoroso, cuenta la mujer: “Él (por su ex marido) me echaba la culpa de que no fomentaba el vínculo entre ellos. No compartían ningún gusto o salida. No lo quería ni llevar a la cancha; se quejaba hasta del precio de las entradas. A Joaquín le daba miedo hasta decirle que un amigo venía a jugar a casa”.

Ya pasó un mes del homicidio del chiquito, y la mujer se pregunta por qué no vio lo que su ex marido podría llegar a hacer. “Hoy veo que me manipulaba y que me trabajó psicológicamente durante años. Pasé a ser el ideal de mujer a la que ‘la culpa es tuya’, ‘haces todo mal’ y a denigrarme como mujer. Pensaba que era de su propiedad”.

“Me quería separar porque todo le molestaba al padre, desde que vinieran amigas, que Joaquín jugara con una pelota dentro de casa o que viera televisión. Le molestaba hasta la complicidad que tenía yo con Joaqui”. Ahora percibe que hubo alertas a las cuales no prestó atención: “Joaquín estaba muy intranquilo, no quería dormir solo sino conmigo. Él (por su ex marido) nunca me manifestó nada. A veces me pregunto qué no vi. Trato de buscar respuestas en mi cabeza que no sé si voy a encontrar”.

La Policía, al entrar en su casa de Lomas de Zamora, vio fotos de Natalia y su hijo tachadas con birome y rotas, otro signo de odio de su ex esposo, que la mujer no vio porque, al momento de entrar a la casa, solo pensó en su hijo.

El hombre estaba tirado en el piso en la planta baja, agonizando, rodeado de un charco de sangre. Se había intentado matar con una cuchilla. La misma policía fue quien halló el cuerpo de Joaquín, en la habitación principal, acostado sobre la cama matrimonial. “Lo asfixió con una almohada”.

La cancha del club Los Lagartos de Banfield se siente vacía. Desde hace un mes falta Joaquín, un nene de ocho años que soñaba con ser futbolista. “Tenés que trabajar y esforzarte”, le decía Natalia, su mamá; su papá no se lo permitió. El sueño del nene era ser futbolista, pero también era bueno en atletismo y en rugby, actividades que hacía en la escuela. Era hincha de River; su ídolo era Julián Álvarez.

El padre estuvo internado más de 10 días. Había intentado matarse con tres cuchillos, pero las zonas donde se autolesionó no eran vitales; había estado mirando tutoriales sobre dónde apuñalarse. Lo acusan del homicidio agravado por el vínculo, por alevosía y por el propósito de causar sufrimiento a su cónyuge. La pena en expectativa es perpetua. Está detenido en la Unidad Penal N° 34 del Servicio Penitenciario Bonaerense, en Melchor Romero.

Difícilmente alguien pueda imaginar que duerme con semejante bestia, pero, sin dudas, hubo alertas a las que se les restó importancia: el primero, la falta de comunicación con la hija del primer matrimonio; el segundo, el reclamo permanente y culpar al otro de lo que funciona según sus caprichos; tercero, todo está mal, todo es caro; cuarto, celos de los amigos de la pareja, todos molestan. Sin dudas, un sujeto peligroso, que subestimaron TODOS los que lo trataron, los primeros, la familia de origen del hombre, que eran los dueños del colegio donde trabajaba.

Tenga cuidado: usted puede estar conviviendo y durmiendo con SU PEOR ENEMIGO… ESTOS ENFERMOS NO TIENEN CURA…

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