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Asumió Dilma y prometió profundizar el legado de Lula

La ex guerrillera Dilma Rousseff hizo historia al asumir como la primera presidente de Brasil, en una jornada cargada de emociones en la que, pese a la lluvia, millares de brasileños salieron a las calles a despedir a Luiz Inacio Lula da Silva.

La ex guerrillera Dilma Rousseff hizo ayer historia al asumir como la primera presidenta de Brasil, en una jornada cargada de emociones en la que, pese a la lluvia, millares de brasileños salieron a las calles a despedir a Luiz Inacio Lula da Silva, el mandatario más popular que haya tenido este país, gracias al pujante crecimiento económico y al desarrollo social que consolidó.

Con la voz entrecortada por la emoción, Rousseff tuvo un mensaje de unidad, conciliatorio con todas las fuerzas políticas, a las que llamó a unirse en su objetivo de erradicar la pobreza. Al recordar su pasado como guerrillera, Dilma dijo: "No tengo ningún arrepentimiento, pero tampoco tengo resentimiento o rencor". Además, destacó el papel de la prensa libre por sobre "el silencio de las dictaduras" y resaltó el empuje económico del agro, clave en el modelo exportador de Brasil.

"Vengo a consolidar la obra transformadora del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, con quien tuve la más vigorosa experiencia política de mi vida y el privilegio de servir al país", declaró ante el Congreso Dilma, una economista de 63 años, al jurar el cargo junto a su vicepresidente, Michel Temer.

Afuera, en la Explanada de los Ministerios, un fuerte aguacero se descargaba sobre una multitud que no dejaba de ondear carteles con el nombre de la flamante jefa de Estado, palabras de agradecimiento a Lula y banderas con el logo rojo del Partido de los Trabajadores (PT). Por un par de horas, el clima amenazó con estropear la fiesta, pero el fervor del pueblo aguantó hasta que salió el sol.
 

"Es Dios que llora la salida de Lula, nunca más tendremos un presidente como él, pero Dilma nos llena de esperanzas", dijo a La Nacion José Alves, un guardia llegado desde Salvador, Bahía. Junto a él, con paraguas e imágenes del Che Guevara, un nutrido grupo de petistas vivaba a Dilma, la ex jefa de gabinete de Lula. "Si el Che estuviese vivo, estaría aquí para se parte esta revolución democrática", afirmó Romario Rodrigues, 51, un funcionario público de Belo Horizonte.

"La lucha más obstinada de mi gobierno será la erradicación de la pobreza extrema y la creación de oportunidades para todos", dijo Dilma ante los legisladores y medio centenar de representantes de otros países, entre ellos la secretaria de Estado norteamericano, Hillary Clinton. Resaltó que hubo una expresiva movilidad social durante los dos mandatos de Lula, pero aclaró que todavía quedan unos 20 millones de pobres que avergüenzan a Brasil y le impiden su plena afirmación como país desarrollado que pretende ser una potencia mundial.

"No voy a descansar mientras haya brasileños sin alimentos en la mesa, mientras haya familias en el desaliento de las calles, mientras haya niños pobres abandonados a su propia suerte", dijo la flamante mandataria, ovacionada tanto dentro como fuera del recinto.

Declaró que, para acabar con la miseria, el país deberá mantener un alto crecimiento económico -que el año pasado fue del 7,5%-, crear empleos y contener la inflación. Y abogó además por la decidida inversión estatal en planes sociales.

Los legisladores de la oposición -ahora en minoría- también aplaudieron con fuerza los pasajes en los que se comprometió a combatir la corrupción (con varios escándalos durante la administración de Lula), respetar la libertad de prensa y gobernar sin resentimientos.

"Entregué, como muchos aquí, mi juventud al sueño de un país justo y democrático. Soporté las adversidades más extremas inflingidas a todos los que osamos enfrentar el arbitrio. No tengo ningún arrepentimiento, pero tampoco tengo resentimiento o rencor", dijo, frente a 11 de sus ex compañeras de la lucha armada, algunas con las cuales compartió celda en los dos años que estuvo presa durante la dictadura.

Con los ojos puestos en la celebración del Mundial de fútbol en 2014 y en los Juegos Olímpicos de 2016, prometió garantizar la seguridad frente a la violencia del narcotráfico. En este sentido, destacó la contundente respuesta que Río dio dos meses atrás a los ataques intimidatorios de las bandas de narcos. "Mi gobierno tendrá un trabajo permanente para asegurar la presencia del Estado en todas las regiones más sensibles a la acción de la criminalidad de las drogas. El estado de Río de Janeiro mostró cuán importante es la acción coordinada de las fuerzas de seguridad de los tres niveles de gobierno, incluyendo, cuando sea necesario, la participación decisiva de las fuerzas armadas", advirtió.

El Mercosur

En política internacional, reiteró que buscará fortalecer el Mercosur y profundizar la integración regional a través de la Unión de Naciones Sudamericanas, aunque también destacó que promoverá afianzar los lazos con Estados Unidos y la Unión Europea. "Podemos transformar nuestra región en un componente esencial del mundo multipolar que se anuncia", subrayó, asumiendo el liderazgo de Brasil en América latina.

Tras el solemne acto, Dilma desfiló por Brasilia en un Rolls Royce descapotable, acompañada por su hija, Paula, y escoltada por seis guardias femeninas. En procesión se dirigió hasta el Palacio del Planalto, donde Lula la aguardaba para pasarle la banda presidencial.

Con lágrimas en los ojos, la presidenta agradeció a las mujeres brasileñas que con su coraje y cariño dieron ejemplo antes que ella y abrieron el camino para este histórico día.

"Este es el comienzo de una nueva era", anunció con los brazos abiertos frente a una estruendosa descarga, esta vez no de truenos, sino de aplausos y gritos al ritmo de "¡Dilma! ¡Dilma!"

Mis manos estarán abiertas y extendidas para todos nuestros aliados y hasta para aquellos que no nos acompañaron en el proceso electoral

Podemos transformar nuestra región en un componente esencial del mundo multipolar que se anuncia, dando mayor consistencia al Mercosur y a la Unasur

La competitividad de nuestra agricultura y de la pesca, que hace de Brasil un gran exportador, merecerá toda nuestra atención