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¡Alerta! Epidemia de infección vaginal

Cuando las bacterias se introducen en lugares “inesperados”, el cuerpo reacciona de manera violenta al verse atacado produciendo infecciones. Conozca las causas de estas y prevéngalas. La vaginal, aunque no lo parezca, está en el podio en recurrencias.

Todas las partes del cuerpo que están en contacto con el exterior -como piel, anexos (pelos y uñas), mucosas (conjuntiva ocular, mucosa digestiva, genital, vía aérea, y otras)- están recubiertas por microorganismos (bacterias y hongos) que forman lo que se llama flora habitual no patógena (o sea que no causan enfermedad).

Sin embargo, en algunos casos, pueden transformarse en patógenas cuando invaden algún territorio en el que no deberían estar o le dejan el lugar a otros microorganismos que tienen la capacidad de causar daño.

Susana Pilnik, Médica Ginecóloga, especialista en Endocrinología Ginecológica, miembro de la Sociedad Argentina de Endocrinología Ginecológica y de la Reproducción indicó que "se dice en medicina que habitualmente la infección no la causa el germen que quiere sino que el que puede".

"Es decir, aquel que encuentra la puerta de entrada, el territorio fértil, como una alteración en la barrera que nos protege (ejemplo lesión en piel o mucosas o alteración del pH que mantiene cierto equilibrio)", indicó Pilnik.

El pH es un indicador que determina el grado de acidez o alcalinidad de un producto o área definida. Asimismo, el pH de los genitales de la mujer es la defensa que la vagina emplea ante las infecciones o invasiones de microorganismos externos.

"En una escala que va de 0 a 14, cuanto más bajo es el valor más ácido es (por ejemplo, el pH del limón es de 2,4); 7 es considerado como valor neutro (ni ácido ni alcalino, ejemplo el agua) y 14 es lo contrario de ácido, o sea alcalino (ejemplo de pH alcalino es un jabón común que tiene un pH de alrededor de 9)", dijo la ginecóloga.

La experta comentó que "la piel en nuestro cuerpo tiene valores de pH diferentes dependiendo del lugar" y añadió que "el pH de la zona vulvar es ácido, es decir, es inferior al de otras partes del cuerpo; se encuentra en un rango de 3,8 a 4,2 y sirve para impedir el crecimiento de bacterias que pueden causar infecciones".

Los jabones comunes son alcalinos y pueden alterar la capa protectora ácida propia de la zona íntima. Entre las causas comunes de alteración del pH de la zona íntima femenina se encuentran: Higiene inadecuada; uso de ropa interior de ciertos materiales sintético; ropa muy ajustada (jeans y algunas prendas deportivas); uso inadecuado de protectores diarios; actividad sexual intensa (el semen tiene un pH alcalino que disminuye la acidez); papel higiénico adicionado con productos químicos como perfumes o colorantes; suavizantes de telas muy fuertes usados para el enjuague de la ropa interior; ciertos tratamientos hormonales; tratamientos antibióticos, estrés o cansancio excesivo, dieta inadecuada.

En este sentido, la higiene íntima constituye un elemento vital del autocuidado de la salud de la mujer para prevenir enfermedades o infecciones. Algunas recomendaciones generales: Usar ropa interior de algodón o que tenga cubierta de algodón en toda el área de la entrepierna.

Evitar utilizar un tamaño de ropa interior que no alcance a proteger toda el área vulvar, ya que quedaría expuesta al contacto con su ropa exterior. No utilizar ropa muy ajustada o de materiales sintéticos. No usar desodorantes íntimos o aromatizantes. Se debe procurar un adecuado lavado de la ropa interior, sin dejar residuos de jabón. Utilizar un jabón adecuado para la higiene íntima que conserve el pH ácido del área vulvoperineal, que limpie eficientemente, que hidrate y que ayuda a prevenir infecciones. Al depilarse no retirar todo el vello púbico ya que cumple una función protectora de los genitales femeninos. Orinar antes y después del acto sexual para prevenir la cistitis. No se recomiendan piercings o tatuajes en el área genital. Frente asíntomas de prurito o flujo vaginal excesivo, no automedicarse y consultar al ginecólogo. Utilizar toallas higiénicas sin perfumes ni aditivos que puedan resultar irritantes, y cambiarlas cada 4 a 6 horas.

Asimismo, lavarse las manos antes y después de colocar tampones y cambiarlos cada 4 a 6 horas. No se recomienda el uso de duchas intravaginales porque alteran el balance protector de la vagina y pueden arrastrar gérmenes hacia el útero. Los controles ginecológicos deben ser al menos una vez al año; pero dependiendo de cada situación, según lo indicado por cada ginecólogo.