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Ajuste de "cuentas"

No es un tema nuevo. De hecho, el año 2011 comenzó con un joven de 24 años baleado en la llamada Villa La Lata. La crónica del asesinato de Diego —así se llamaba el joven baleado delante de su novia— recogía dos elementos que se transforman en comunes denominadores del relato oficial sobre estos casos: "poseía antecedentes" y "no se descarta que se haya tratado de un ajuste de cuentas".

Finalizando el mes de septiembre, la situación no sólo no ha cambiado sino que ha empeorado. Es preocupante la seguidilla de homicidios consumados en los barrios de Rosario. En poco más de un mes, hubo seis casos resonantes de asesinatos por supuestos "ajustes de cuentas".

Gustavo (34 años) murió tras ser baleado en inmediaciones de Abanderado Grandoli al 3900. La crónica periodística dice que la principal hipótesis que siguen los investigadores es un supuesto "ajuste de cuentas". Y define al barrio en que sucedió el homicidio como "zona que es territorio de bandas narcos".

Claudio (18 años) fue asesinado el pasado miércoles 21 de un balazo en el pecho cuando se prestaba a subir junto a sus amigos al colectivo 143 en la esquina de 1º de Mayo y Centeno para asistir a festejos del Día de la Primavera.

El martes 13 de septiembre, cerca de la medianoche, otro joven (24 años) fue asesinado de 2 balazos en el tórax en la zona de Ayacucho y Quintana.

El 5 de septiembre, en la misma esquina, asesinaron a Roque (22 años) de un balazo en el pecho.

El 20 de agosto, Nicolás (19 años) murió de 3 balazos de una pistola 9 milímetros en Presidente Quintana y Esmeralda.

Recordemos también el doble homicidio de las jóvenes Eliana (19 años) y Carolina (20 años) en 27 de Febrero y Avellaneda.

Todos ellos eran jóvenes, provenientes de familias humildes y vivían fuera de los bulevares de Rosario. En los seis casos se habló rápidamente de "ajuste de cuentas" y con esa carátula pareciera que el caso está esclarecido.

La idea del "ajuste cuentas" como explicación de los homicidios tiene un objetivo encubierto: evitar que se vea a estos asesinatos como una consecuencia de la inseguridad y que la opinión pública piense que se trata de simples venganzas por historias pasadas.

Pero la repetición de estos casos obliga al poder político a una lectura más profunda.

¿De qué cuentas se trataban? ¿Qué situaciones las originaron? ¿Quiénes estaban detrás de los hechos?

Una lectura superficial de estos casos permitiría concluir que se trataría de meros conflictos interpersonales. Se presume que víctimas y victimarios tenían relaciones previas. Algunos asesinados cuentan con antecedentes penales y carcelarios. Por eso, la idea del "ajuste de cuentas" cierra a la perfección y parece explicarlo todo.

Pero una mirada mínimamente más profunda —o realista— nos indicaría que detrás de muchos "ajustes de cuentas" hay bandas que disputan por el territorio y el control de ciertas economías del delito.

Basta hablar con los vecinos para que indiquen —no sin temor a represalias— quiénes son los líderes de estas bandas, a qué se dedican, cómo operan y en qué zonas de actuación.

El tema no es desconocido por los funcionarios del gobierno provincial. En una reciente entrevista realizada por La Capital, el subsecretario de Seguridad Comunitaria, Enrique Font (de quien no dudamos su formación y sensibilidad con el tema), dijo que "muchas veces lo que marca la supremacía de una banda sobre otra es la capacidad de fuego y su movilidad. Hablamos ahora de un predominio de armas de calibre nueve milímetros y motos de buena cilindrada. No sólo se usan para las ejecuciones, sino para imponerse como la banda del barrio".

En síntesis: todos saben que las bandas existen, que están vinculadas a economías del delito (como las armas ilegales, los autos y motos robadas, la droga, etcétera) y están en permanente tensión.

El mejor reflejo mediático de lo que "todos saben" pero de lo que "nadie habla" lo hizo el mismo diario La Capital el pasado domingo 18 de septiembre cuando en su tapa describió a Santa Lucía como "un barrio dominado por una guerra entre bandas armadas". La nota habla de "facciones en pugna", "disputas territoriales" y "quioscos de drogas que operan a la vista de todos". Obviamente, los primeros que sufren la situación son los mismos vecinos. Pero lo que pasa en ese barrio de la zona sudoeste de Rosario no es muy diferente a lo que se vive en otras zonas de la ciudad.