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¡Virginia, corazón!

Hace una semana ganó el Martín Fierro a la mejor conductora de la televisión; el premio más cuestionado de la noche. Aquí, pros y contras de su particular estilo.

Por Rodrigo Lussich
@rodrigolussich

Por Adrián Pallares
@adrianpalla

Quedamos todos secos cuando se anunció que el Martín Fierro a la mejor conductora de televisión era para Virginia Lago
. Sus cuatro competidoras no sabían si reír o llorar; y la propia actriz -tan querida- lo recibió casi hasta con culpa. Luego comenzó el debate acerca de si presentar copetes grabados es ser una conductora o no. Como sea, lo ganó. ¿Los miembros de Aptra -al no estar nominadas Mirtha y Susana- no quisieron darle el gusto a las jóvenes y se vengaron premiando a Virginia? Vaya uno a saber...

Cada tarde, insufribles son las películas que emiten en el ciclo de la actriz en donde mueren viejitos, mascotas y hay gente con enfermedades terminales. Todo eso mientras Virginia toma el té y mira fijo a cámara. Se hace insoportable cuando Lago lee las cartas de la gente, que junto a ella se deprime todas las tardes con las películas donde todo siempre termina en lágrimas y tragedias. La sonrisa petrífica de Virginia Lago pondría nervioso a cualquier mortal, pero por el contrario en la televisión de hoy eso da rating. Grosa.

Los mohines y los pucheros de Virginia serían inaceptables en cualquier ficción que se precie de buena; en la presentación de sus películas, es el condimento ideal para una tarde a puro almíbar. Cuando Virginia recomienda hablar con las plantas para que crezcan, es un momento absolutamente lisérgico de la televisión mundial.

¿Qué tiene Virginia? ¿Cuál es ese "no se qué" a su favor? Veamos:

En las tardes de lluvia, el programa es un canto al suicidio. Virginia Lago es tan buena persona, que el resto de la farándula parecen demonios. Las películas que pasan hacen llorar hasta a las piedras.

Pero Virginia es buena, y ver bondad en la tele no es moco de pavo. Si de mocos se trata, nada mejor que una catarsis con sus películas para llorarse todo. Hacer que "Lo que el viento se llevó" haga diez puntos de rating a 100 años de su estreno merece una cucarda. Entre tanta chiruza cascoteada y escándalo bizarro, entre Zulma Lobato amenazada por un chino, o Agostini y Nazarena capítulo 34587, la tía Virgi es el oasis. Recupera el espíritu de "Función privada" sin el licorcito de Rómulo Berruti, pero sabe rico igual. Con un sillón, tres potus, una ventana sin vidrios y un televisor Grundig del 86, hace un éxito. Virginia da consejos, habla con las plantas, recibe miles de mails y habla suave en medio de una tele gritada, y sale mucho más barato que Susana.

Calladita y susurrante te deja listo para una siesta después de los mates, sin necesidad de acudir al Rivotril. Aunque abusa del tono didáctico por excelencia y algunas pelis son una patada en las bolas, ella se mantiene estoica y además le dan un Martín Fierro. ¡Agarrate!