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Victor Hugo Morales: “Me siento en una etapa de despedida, queda poco tiempo”

En una entrevista, el reconocido periodista habló de todo.

Víctor Hugo Morales
Víctor Hugo Morales
Extraído de Infobae.

Coordinar una entrevista con Víctor Hugo Morales no es difícil, es distinto, ya que no usa celular. La gestión fue vía Julián Capasso, uno de sus productores de mayor confianza. El día pautado originariamente era el viernes 27 de noviembre a las 17 en su departamento, ubicado sobre Avenida Libertador. Pero la fecha y la locación se vieron forzosamente modificadas. ¿El motivo? La muerte de Diego Maradona.

La idea era hacer un recorrido por toda su vida, pero ante semejante dolor, fue postergada para el viernes siguiente, de modo que pudiera darle tiempo al alma para reconstruirse. El horario fue mismo, el lugar no: el Estudio 2 de C5N donde el periodista participa a diario con su editorial.

Llegó a la nota puntual y sin celular: hacia falta verlo para comprobar que esa circunstancia era cierta.

Se lo veía entero, pero con dificultades al escuchar. La entrevista duró más de una hora con agenda abierta. Esa misma noche el relator debió ser internado por problemas cardíacos: “Estuve cuatro o cinco segundos con el corazón parado”, revelaría cinco días después, antes de recibir el alta de una cirugía en la cual le colocaron un marcapasos.

Este domingo 13, aquel reportaje sale publicado en Infobae luego de las oportunas postergaciones. Definitivamente el corazón de Víctor Hugo necesitaba un refuerzo extra por tanta perdida.

—¿En qué momento de su carrera y de su vida se siente?

—En la despedida, queda poco tiempo, supongo. Yo sigo trabajando. Mientras haya herramientas que me permitan decir lo que quiero y físicamente pueda, continúo. Indudablemente esta es una etapa final. No sé si un final de un año, dos o tres, pero estamos ya dando las hurras.

—¿Qué fue lo mejor que hizo en su vida?

—Luchar por márgenes de libertad infrecuentes. He sido una persona, quizás con las dificultades y peligros que eso entraña, muy libre. He sido una persona que pudo hacer su vida como quiso.

—¿Hubo algún momento en particular en que se sintió amenazado o en peligro?

—Yo creo que la Ley de Medios y su discusión trajo una división muy tajante, muy profunda en los sectores periodísticos como nunca había habido. Y en ese momento yo fui individualizado como alguien que había quedado de un lado que para el periodismo más hegemónico no le resultaba grato. Se lanzó una persecución, hubo mentiras atroces que hubo que sobrellevar. Después fui engrosando la piel, me fui acostumbrando y creando mecanismos de defensa personales, y ya dejó de ser, me parece, algo tan grave. Fue una gran sorpresa para mí, yo había sido un periodista muy mimado hasta 2010, hasta finales de 2009. Relator de fútbol esencialmente. Una participación política en un mundo que no tenía la división que vino a traer la Ley de Medios. Convivíamos perfectamente. No estábamos con este nivel de confrontación que se dio cuando apareció la Ley de Medios, y ahí se produjo una separación como si tiraras una bomba y unos corren para un lado y otros para otro.

—¿Recuerda algún momento en especial?

—En febrero de 2010 apareció un mail que era complementario de todas las cosas que en ese momento estaban operando contra mí, por el que decían que yo había recibido diez millones de dólares para ser partidario del Gobierno. Yo no le di importancia, pero después hubo quienes me dijeron, expertos, conocedores, que eso llegó a millones de personas. Durante todo ese año y un poco del año siguiente eso seguía corriendo. Y es muy difícil defenderte contra una infamia, contra una fake news, como decimos ahora, de esa naturaleza. Y te provoca una situación de indefensión frente al ataque de cualquier persona que, al discrepar contigo poniendo el dinero de por medio, consigue afectar tu discurso. Argumento contra argumento a veces la gente no puede, pero si vos decís que la persona argumenta porque le pagan, lo estás minimizando de tal manera que pierde todo valor lo que dice. Eso me pasó, eso fue sumamente grave.

—¿Su familia lo acompañó siempre?

—Si miro para atrás, lo único que encuentro es una vida, hasta ahora, gracias a Dios, extraordinaria. Todo lo que soñé y lo que no soñé ha sido cumplido, y en eso me ha acompañado permanentemente mi familia. Mi vida es un viaje, y ha sido muy provechoso. Después, tengo una situación económica muy inmensamente superior a la de mi origen humilde, inimaginable. He tenido respeto y consideración de mucha gente. Perdí el de un buen sector de la sociedad, sobre todo del que estaba más vinculado con la derecha, pero bueno, yo mismo me lo busqué, podría decirse, por mi manera de salir a pelear en mi profesión.
—En un momento usted fue muy crítico del Gobierno de Néstor Kirchner, ¿por qué?

—He sido crítico de Kirchner, he sido crítico de Alfonsín, que fueron personas que en el balance, cuando mirás en perspectiva, fueron de un extraordinario valor en el país. Yo con Kirchner empecé muy bien. En 2005 él me ofreció la presidencia de ATC, fijate que había una muy buena relación. 2005, 2006 no me acuerdo. Y en 2007 él firma lo de Multicanal y Cablevisión, para mí un pacto con el diablo. Y eso motivó que hubiese una carga crítica muy fuerte contra ese tema. Ya en el final de 2008, cuando terminan con las AFJP y pasan a lo que es hoy en día ANSES, yo sentí que ese Gobierno representaba muchas de las cosas que soñaba que se hicieran de esa manera. Y desde entonces, podría decirse, desde 2010 en adelante, a partir, además, de un hecho en el cual yo cometí un error, porque después de estar con una visión muy favorable de lo que Kirchner hacía, apareció aquella fake news de los 2 millones de dólares que había comprado, y yo fui atrozmente crítico, después de haber estado de buenas con Kirchner, de eso, porque nosotros nos informamos por los diarios, uno lee Infobae, pasa por Clarín, Nación, Página y más o menos compone su punto de vista. Si vos lees en los diarios más importantes que una persona compró siendo el esposo de la presidenta 2 millones de dólares para atesorar, estás frente a alguien impresentable. Eso generó una crítica furiosa de mi parte dos días seguidos. El segundo día él me llamó por teléfono, yo nunca lo conocí, nunca lo vi a Kirchner en persona. Me llamó por teléfono para ofrecerme todo, que me lo mandaba en ese momento, todo lo que demostraba que no había comprado ese dinero para atesorarlo, que había comprado hasta el límite legal, poniendo su nombre, y me mandaba todos los papeles, lo que quedó claramente demostrado con el tiempo cómo había utilizado esos dos millones de dólares inmediatamente después de la compra.

—¿Qué sintió respecto de ese hecho concreto?

—Fue una experiencia para mí muy traumática, porque cometer una injusticia, decir una mentira, aunque no naciera de uno mismo, es algo muy grave. Yo estaba convencido en aquella época de que los Kirchner eran corruptos, en 2009, en 2008, en función de lo que estaba surgiendo periodísticamente. ¿Yo de qué me alimento? Yo no estoy investigando, yo le creo a los medios. En aquella época no estábamos preparados para saber que los medios por sus intereses podían mentir como lo hacen hoy día.

—Si se cruza con un vecino, ¿cómo describiría a los medios hoy y cómo le diría que para usted ellos mienten?

—Mirá, mentir se da, lamentablemente, en forma consuetudinaria, por los diarios dominantes. Infobae tiene sus defectos, pero yo a Infobae le tengo un lugar distinto en mi consideración, porque Infobae es noticia, este es el negocio de Infobae, y piensa como piensa. Yo no tengo problemas, no los tenía con La Nación hasta la etapa que vino después de la Ley de Medios. Entonces Infobae comete errores, tiene un posicionamiento ideológico que no comparto, pero yo leo, yo consumo Infobae y sé que en la mayoría de los casos da todo tipo de noticias. En muchos casos me ha parecido que pudieron haberse evitado la caída en una fake news o en un comentario que no se podía constatar, pero no es lo mismo. Entonces los medios que dañan, lo que viene a ser Fox en Estados Unidos, aquí son Clarín y La Nación. Están jugando desde hace mucho tiempo, además, como si fueran la moto y el sidecar que va al lado, juegan de esa forma, y es un periodismo que me avergüenza muchísimo.

—¿Cómo evalúa al Gobierno de Alberto Fernández?

—Yo suspendí algunas expectativas que tenía porque quise privilegiar la pelea de fondo de darle a la gente una situación económica mejor que la que dejó el neoliberalismo. Yo quería una Justicia distinta. Me parecía que tenía que tomar medidas en el mismo momento en el que empezaba el gobierno, así como hizo Macri, que fue un horror pero lo hizo. Poner a dedo a integrantes de la Corte Suprema de Justicia. Designar jueces por todos lados. Establecer una mesa judicial desde la que perseguía a los opositores. Todo lo hizo. El Gobierno tenía que hacer una modificación profunda de la Justicia, y no lo hizo en un primer momento, y ahora pedalea con lentitud. Creía que había que hacer algo sobre los medios de comunicación, una continuidad o un perfeccionamiento, un aggiornamiento de lo que fue la Ley de Medios. Con otro nombre, porque la Ley de Medios cayó en derrota, aunque algunos aspectos de la Ley de Medios se cumplen todavía. Pero en algún momento me dije: “Hay millones de personas que no comen, hay millones de personas que no tienen trabajo”. Esa es la primera tarea, no atender mis requerimientos de un señor burgués, bien alimentado, que no tiene ningún tipo de problema, que viaja cuando se le antoja, que hace su vida. Hecha esta salvedad, yo diría que el Gobierno ha tenido un comportamiento extraordinario.

—¿Extraordinario por qué?

—Porque enfrentó la pandemia siempre con decisión, siempre tratando de ir un paso adelante. Tomó decisiones que el mundo aplaudió. Que evitaron lo que es tanta muerte. Hasta tuvo que combatir con los propios medios de comunicación, que viendo que la cuarentena le permitía crecer al Gobierno salieron a enfrentar la cuarentena en un procedimiento periodístico aberrante por donde se lo mire. Atendió los requerimientos indispensables de las empresas para que no se fundieran, de los trabajadores para poderlos atender en sus salarios. Ayudó a las empresas, aun a las que no lo necesitan, a pagar los salarios para que no cayera el empleo. Suspendió los despidos. Puso la doble indemnización. Protegió el mundo del trabajo. Le puso dinero en el bolsillo a la gente. Y la caída de la pobreza, del 40,8 que dejó Macri al 44 que tristemente tenemos en este momento, es leve si tomamos todo el espectro económico de estos años. Tuvo el coraje de tener a Evo aquí, con un éxito político formidable, porque Evo se convirtió en presidente. No se dejó arrasar en el tema Venezuela. Hubo un momento de flaqueza, yo fui crítico. La única vez que hablé con Alberto Fernández fue porque me llamó a la radio, porque yo estaba siendo muy duro con ese tema y él pensaba que había algunos puntos de vista que podía intercambiar al respecto.

—¿Tiene comunicación con Alberto Fernández, chatea con él?

—No, yo no chateo con nadie. Mi capital es una independencia absoluta. Yo no hablo, no lo entrevisto.

—¿Por qué no lo entrevistaría?

—Porque si le hiciera una entrevista tendría que forzar alguna situación, no podría hacer una entrevista y no preguntarle qué hacemos con la Justicia, con los medios, etcétera, y en cualquier respuesta habría repreguntas que siempre serían incómodas. Entonces está trabajando en una tarea mucho más valiosa, que es la reconstrucción del país, y mis expectativas, como te dije en un primer momento, ceden. Yo no tengo contacto.

—¿Conocer a alguien antes de una entrevistarlo lo limita?

—Cuando vos conocés a alguien… Mirá, vos entrás a un lugar donde está preso un asesino. Vas a entrevistarlo. Te aseguro que cuando salís, pensás mejor de esa persona. Siempre pasa eso. A uno lo debilita el conocimiento de la gente. Nunca lo hice ni con los futbolistas. Con Diego yo me trataba de usted, yo nunca tuve, salvo en los programas que hicimos juntos, un acercamiento con nadie, con ningún futbolista. No me gusta el pegote, la relación, porque eso genera expectativas. Yo no puedo estar a los abrazos con un político y al otro día decir algo ingrato sobre él, tengo que mantener una independencia, porque si no él se siente traicionado.

—¿Con Cristina no tiene contacto?

—No, a Cristina le di la mano una vez, y me enojé muchísimo.

—¿Cómo fue ese encuentro?

—Cuando Adrián Paenza presentaba su libro, yo estaba parado con Adrián, y pasa ella, y cuando había hecho tres metros, yo lo quería matar a Adrián, dice “Cristina, Cristina, te quiero presentar a Víctor Hugo”. Después le di la mano cuando me dieron el premio Democracia en la Casa Rosada que fue un hecho muy conmovedor para mí. Y luego tuve ese almuerzo. Ah, y una entrevista que hicimos con Navarro, con Sylvestre y con Daniela Ballester, cuando ella todavía no había dado entrevistas, le hice una sola pregunta, porque la verdad es que no me sentía cómodo participando de un reportaje de esa naturaleza, lo hacía por adhesión a la causa, a la empresa que me lo había pedido.

—¿Hoy le haría una entrevista mano a mano a Cristina Fernández?

—No creo que sea bueno. Hablan mucho ellos. Una vez me mandaron a hacer a Chávez desde la Televisión Pública y yo les dije: “No quiero hacer la entrevista, habla mucho. Por naturaleza, tiene mucho para comentar, una pregunta tiene veinte minutos de respuesta. Si yo lo interrumpo soy un maleducado, la gente se da cuenta y se pone mal conmigo. Si no lo interrumpo lo dejo decir lo que a él se le antoja durante todo el tiempo y no tengo manera de interferir”. Y lo mismo sucedería con Cristina. Entonces yo nunca haría el reportaje. Pero esto corre para todos, corre para Macri, corría para Menem.

—¿Qué opina de la relación de Cristina y Alberto? ¿Están enojados?

—Yo me peleo cotidianamente con mi productor. Nos gritamos un rato. Pero somos amigos. Ellos deben, porque son amigos, discutir muchísimo, y lo bien que hacen. No puede haber una aceptación total de un lado y del otro. Son personas muy fuertes políticamente, uno es el presidente en absoluto ejercicio de la Presidencia, y ella es una persona gravitante que impulsó a ese presidente al lugar donde está. Y es una mujer vigorosamente política y de una gran participación. Es probable que tengan, sí, sus discusiones y que alguna vez se cuelguen el teléfono. ¿Y qué? Si siguen siendo amigos y siguen siendo parte del mismo Gobierno. Y lo que te estoy diciendo es una suposición para no salirle al cruce a todos los inventos que hay. Es indudable que las personalidades son la de un hombre que construye puentes con una gran habilidad y que desea ese mundo, Alberto Fernández, y yo no se lo puedo criticar, mientras no desatienda las cosas más importantes que hay. Y la otra es una persona que no transa con nada, que quiere ir a fondo con sus ideas políticas y que no le debe nada ni quiere nada del establishment. Pero Alberto tiene que negociar con el establishment. Ella lo puede pelear pero Alberto tiene que discutir con los empresarios, porque si no le dan, no te digo un golpe de Estado, pero no lo dejan vivir en paz, no lo dejan gobernar. Le hacen corridas cambiarias, como ocurren. Los del campo no le venden la soja. No le entregan el dinero. Lo atacan por todos lados.

—¿Cómo hace para mantenerse tan activo con más de 70 años?

—Hago lo que me gusta. Cumplo 73 ahora, a fin de diciembre. Soy muy afortunado. Es un privilegio muy grande vivir de lo que te gusta. Yo creo que la gran frustración de mucha gente pasa por tener que ejercitar, vivir de algo que no le da placer. Y en la mayoría de los casos, además, ni siquiera ganar como para darse otro tipo de placeres afuera del trabajo que realiza. Yo agradezco a Dios, soy católico, todos los días de mi vida. Rezo intensamente porque me parece mentira la vida que he tenido, más allá de los inconvenientes, de las peleas, alguien que te grita ladrón porque cree que me dieron diez millones de dólares un día, o alguien que te grita vendido porque tiene la fantasía de que yo con Kirchner estaba todo en contra y de pronto me puse a favor. Dicen que yo dije que era corrupto, y lo pensaba sinceramente, estaba convencido, y hacía muy bien en decirlo, hacía muy mal en estar tan mal informado como los medios me informaban. Pero cuando yo tuve los elementos para creer lo contrario, hay una nota, la última que me hizo Infobae, que tiene como título: “Pongo las manos en el fuego por Cristina Kirchner”. Y lo sigo haciendo. Y tenía razón.

—¿Nunca pensó en ser político?

—Nunca quise. Tuve muchas oportunidades. Tabaré me ofreció ser también el presidente de los medios de Uruguay cuando empezaba su primer gobierno. Macri me ofreció ser ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Una locura. Pero bueno, él me conocía del fútbol y veía que yo iba al Colón, y creía que por eso soy culto y que por lo tanto podía manejar nada menos que el Ministerio de Cultura. Estaba pobre en esa época Macri, me acuerdo que yo, al final de la conversación, le dije: “Permítame preguntarle una cosa, usted esto no lo está haciendo para ganarse mi buena voluntad, lo está haciendo porque creía que yo lo podía acompañar. ¿Por qué lo hizo?”. Y me dijo: “Porque no tengo a nadie. Tengo a Rodríguez Larreta y a una muchacha (que era María Eugenia Vidal)”. Era el capital que tenía cuando empezaba su gobierno. Eso fue lo que me respondió. No sé si era totalmente cierto, pero no tenía nada.

—¿Cómo ve hoy a Uruguay frente a la pandemia?

—Yo creo que lo de la pandemia estuvo bien, jugaron un criterio que les dio resultado. Desconozco cuáles son las medidas de fondo que han tomado. Trato de interferir lo menos posible en comentarios con Uruguay, porque ya tengo bastante con lo que ocurre en la Argentina. Y además no conozco el fino, no leo diez diarios ni diez portales de Uruguay como sí leo de la Argentina. Te diría que estoy más informado en general del mundo y de la Argentina que del Uruguay. Entonces eso te quita autoridad para hacer cualquier comentario.

—¿Cómo se enteró de la muerte de Maradona?

—Yo duermo una siestita después del mediodía. Me fui a la cama, puse el televisor -hago un poquito de zapping a ver en qué andan los canales de cable, para saber qué me espera cuando retome el trabajo, hacia las tres o cuatro de la tarde-. Y vi que estaban las ambulancias en lo de Diego, y pensé lo peor. Ya era una recaída que me llamaba mucho la atención. Ya había muerto, en realidad, cuando estaban anunciando ese problema. Cuando dijeron que había muerto me quedé. Una persona que no reacciona, como si algún elemento de mi funcionamiento mental se hubiera cancelado. Y una cosa que me corría por el cuerpo, una especie de dolor, una incomodidad muy fuerte, me quedé quieto, como si fuera una estatua. Al rato entró mi hija más chica a despertarme, y venía con la tragedia en la cara. Yo estaba despierto, no me había dormido, por supuesto. Me había quedado quieto, ahí en la cama. Y cuando la veo a ella, que no es futbolera, que no va a la cancha, que nunca quiso saber nada con el fútbol, que no me escucha, que no tiene idea de nada de fútbol, cuando la vi a ella con ese drama en la cara, me di cuenta de todo el drama que significaba para la Argentina. Porque para los futboleros ni hablar, pero para los no futboleros también. Para los hombres ni hablar, pero para las mujeres también. Para los que viven la vida con vigor, con energía, Diego es una bandera. Y para los que tienen indiferencia, jamás pudieron permanecer ajenos a lo que Diego significaba. Así que sentí el dolor, la dimensión de la tragedia, y después me vine a trabajar al canal, hice el comentario de ese día. Esa catarsis me hizo bien. Yo creí que me había sacado ese peso inicial de encima. Me fui a dormir, me acosté a las doce, más o menos, no dormí en toda la noche. Pedacitos, quince minutos, me despertaba. Todo el tiempo pensando en Diego.

—¿De qué cree que murió?

—Por el deterioro que era visible en su persona, que tanto nos hacía sufrir. Otra explicación no le encuentro. Una muerte pasando de un sueño al otro que en realidad es algo que uno siempre se desea para sí mismo. Estaba muy mal, es evidente que estaba muy mal. Cuando estaban las ambulancias allí te estoy diciendo que yo pensé lo peor. Porque teníamos ese miedo. Tras verlo débil, sin autocontrol, sin autodominio de su persona, en estos últimos meses, las últimas semanas, este final, yo no puedo decir que la muerte fue una sorpresa. Es una sorpresa cómo se produce, porque aunque uno piense que algo puede suceder, igual hay un choque con lo que uno estaba pensando. Pero a mí me parece que murió, y yo dejaría en paz esa muerte.

—Hablando de paz, ¿cómo ve que se está manejando la familia luego de su muerte?

—Yo lo miro con mucha pena. No me sumo a esto, no hago un comentario. Murió Diego, miro a Diego hacia atrás, y para adelante, que todas las personas a las que él quiso hacer feliz ojalá que lo puedan ser.

—¿Alguna anécdota, recuerdo, que quiera recordar?

—Sí, muchos. Muchos. Fue maravilloso trabajar con Diego. Diego era un pan de Dios. No agredido, a buenas, me da lástima. Me daba lástima siempre, porque lo tironean de tal manera, le pedían tantas cosas, iban a él con tanto y él estaba tan bien. Éramos como 40 o 50 de la Televisión Pública, algunos de Venezuela, o algún otro de Brasil, que estábamos todo el tiempo ahí preparando el programa, él llegaba tres horas antes, muy profesional, dos, tres horas antes. Atendía las indicaciones como si fuera un novato. Ponía una atención que a mí me emocionaba porque “es Maradona, qué importa, él dice lo que se le antoja”. No, él quería saber cómo funcionaba el programa. Participar de los detalles. Nunca tuvo una queja, nunca se enojó con nadie. Nunca le reprochó nada a nadie. Yo me acuerdo de que un día yo, en los términos televisivos, me enojé con alguien y pegué unos gritos, él al otro día fue a comer un asado a lo de Andy Kusnetzoff en Río y le contó: “Vos sabés qué carácter tiene Víctor Hugo”. Él, el mundo al revés.

—¿Le daba miedo conocerlo?

—Claro que tenía miedo. Siempre que conocés a alguien que adorás te da mucho miedo. Porque te puede defraudar muchísimo. Entonces llegar a Diego y que fuera así. Pero además te dabas cuenta de que la vida de Diego es una vida completamente imposible de vivir, muy difícil. Por eso también muere, porque es dura la vida. Él tenía la mejor playa del mundo a 30 metros, no se mojó los pies. La señora Ojeda le llevó a su hijo, tuvo que estar encerrando todo el tiempo. No podía hacer nada. No tenía un minuto de frescura.

—En el programa de televisión que Diego hizo se preguntó a sí mismo cómo quería que lo recordaran cuando muriera. ¿Cómo quisiera que lo recuerden a usted?

—Diego tiene cuatro palabras que quedaron en mi oído porque me las repitió muchas veces en cada ocasión que terminábamos el programa. Es el mayor elogio de mi vida. Nos abrazábamos y me decía: “Usted me da paz”. Me conmueve pensarlo, porque ese hombre siempre necesitaba paz. Una palabra que lo define a Diego es coraje.

—Y a usted, ¿qué palabra lo define?

—Es feo decir algo bueno de sí mismo.

—Pero anímense, ¿cómo se definirá?

—Es que ninguna es completa. Sincero creo que soy, pero he tenido cosas insinceras. Franco y abierto creo que soy, pero muchas veces me he guardado cosas. Transparente creo que soy, pero hay algunos ocultamientos que tengo que hacer de mi vida, como toda persona. Entonces en ninguna cierro totalmente. Sí podría decir que soy una persona que abiertamente lucha por ser mejor. Que trata de ser muy fiel. Y que tiene como árbitro de su vida a los mejores amigos de su niñez y a los mejores amigos de su primera juventud. Pero me siento incomodo hablando de mí mismo, la verdad, porque no sé qué podría decir. Me quedo con eso, porque si Diego me decía eso, “usted me da paz”, me estaba diciendo muchas cosas. Me estaba diciendo que yo también soy una persona que no estoy queriendo sacarle a los demás algo, en todo caso darle, o en todo caso ser neutro en esa exigencia. Y creo que así he sido con cada persona con la que he tratado en mi vida. Que no tengo nadie que me pueda decir en la cara, pero nadie, nadie, que yo lo defraudé. Lo puede decir el anónimo, lo pueden decir millones de personas, lo piensan, les han enseñado a pensar así, pero el que me trató, el que estuvo conmigo, el que fue compañero mío de trabajo, el que avanzó conmigo en la vida, no.

—¿Cómo es como padre?

—Yo creo que bastante bueno. El balance da muy bueno. Soy muy cercano a mi hijo varón, que vive en el exterior. Con una relación muy buena con mis hijas. A veces me han reprochado que no estoy presente en algunas cosas. Yo tengo pudores para relacionarme con las hijas. Soy feminista si se quiere, pero no puedo hablar con ellas de su vida íntima. No puedo participar, no puedo meterme, nunca me metí, siempre dejé hacer. Por ese lado podría ser que el comentario sería “qué bien”, pero ellas alguna vez me han dicho “qué mal”, porque hubieran querido que yo participase un poco más. También es verdad que estas profesiones son muy atrapantes, pero no existe casi viaje ni cena de mi vida que no estuviera con la familia. El balance da, creo que da bien. Pero hay que preguntarles a ellos.

—Y a su mujer, a su compañera de vida, ¿qué le diría?

—Tengo mucha fortuna por la persona con la que he compartido mi vida. Además de ser bella cada mañana que nos hemos levantado, es bella por dentro, y eso es una gran posibilidad de felicidad. La felicidad no existe, son ramalazos, pero ha sido el eje de la vida, de lo positivo que he tenido en mi vida. Pero no me gusta mucho hablar de lo privado, porque ahora voy a una llamada por teléfono y nos divorciamos no entiendo esta frase, y entonces, ¿dónde estaban todos estos 41 años…?

—¿Le incomoda que le pregunte sobre el Víctor Hugo que no conocemos?

—No, está bien que me preguntes. Pero yo soy… Soy pudoroso, sí. Una palabra que podría decir de mí, ¿cómo es usted? Pudoroso.

—¿Es pudoroso?

—Sí, sí, absolutamente.

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