DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Viaje de rompe y raje

Llego a Córdoba después de muchos meses. Demasiados. Noto que mi familia se ha estirado hacia arriba.

Los adolescentes tienen esa costumbre aunque no quiero pensar que en realidad yo me he achicado. El más grande se las ingenia para usar su buzo de un colegio bacán de un modo tal que le queda igual a un pibe chorro (cosa que presumo es lo que más quiere hacer cuando la mesa familiar se extiende y comienzan los chismorreos de los adultos). 

La princesa adolescente guarda un silencio cuidadoso, sabiendo con femenina astucia, que cualquier palabra puede deschavarla ¿De qué? Pues todos, salvo los padres, nos acordamos de qué se trataba esa parte turbulenta y confusa de la vida. 

El más pequeño todavía es cachorro y se acuerda de las "noches de abuelas", creo que ha guardado por mí un relativo aprecio. Ampi va y viene entre todos con la impunidad de siempre. No me hago mala sangre, en dos días los pienso recuperar. Sólo me falta llegar al verano y algunas de esas noches de confidencias y días de complicidades. Me "toca" dormir con mi hija. Como se sabe, la gente de la serranía cordobesa tiene almas de esquimales y resignaciones  hindúes. O te cagas de frío, o te cercan los incendios. Me tocó el frío, pero en mi honor prenden la salamandra. Se produce entonces un pequeño tumulto porque  todos quieren apoyar el trasero al mismo tiempo. Siendo ya la noche, "me visto y me acuesto".

La mañana en la casa de mi hija es sorprendente. Noto que el Obama, el gato ya muy viejito, ha perdido toda paciencia y su deporte favorito es pelear a los perros. Es una generosidad de madre llamar "perros" a ese conjunto de basuritas locas. La Cardéis por ejemplo, tiene como hobby perseguir pájaros!!! Llega a subirse hasta a los árboles. Por supuesto, nunca cazó ninguno. Se lo puede tildar de incansable idealista o reverendo pelotudo. 

El único perro con pinta de perro y cierta actitud condigna es "Chocolate", es inmenso, de un negro profundo, y se desplaza con actitud de dueño. Aunque como nadie cumple los parámetros de normalidad en la familia, lleva adelante una doble vida. A la noche desaparece y se va a otro hogar. Llegamos a enterarnos que allí lo llaman Simbad, pero no hemos avanzado más las investigaciones. La idea de un perro bígamo es casi intolerable. En el parque devastado por la sequía, duerme Chupetín, atado a un árbol, y se despierta una vez más con dolor de panza. Salta y corre con una vivacidad tan ajena a su naturaleza contemplativa y hedónica que en el acto nos damos cuenta que algo le pasa.

Allí se desata la primer pelea con mi hija quien, con aire doctoral, afirma:

- ¡Se cura con vaselina!

Enfurezco - Sí, claro, andá decile eso a un jeque árabe que tiene caballos de miles de millones de dólares cada uno (exagerar siempre ayuda a un argumento)

Chupetín sigue saltando, y yo contradiciendo mi posición cientificista termino opinando

- ¿Y si le damos un tesito?

Te, no se pudo, pero fue reemplazado por un gran balde de agua que se bebió hasta el fin. Y  lo calmó en el acto. Luego me saludó (¿tal vez agradeció?) lamiéndome  la mano.

En medio de tareas agotadoras, Ampi termina subiéndose a su bus. Todos nos juntaremos a la tarde a comer torta y darnos los últimos besos. Después me vuelvo a Buenos Aires. Dejaré parte de mi corazón enganchado en un espinillo, otra en mis nietos, un resto para mis hijos y lo demás hecho un hielito bajó el jazmín que planté este verano. Estoy segura que volveré. No estoy tan segura de irme.