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Vallas y empalizadas que impiden ilegalmente el libre paso de los peatones

La suma de incumplimientos sistemáticos de las normas ciudadanas, esto es de aquellos preceptos que regulan el mejor funcionamiento urbano, explica en buena medida el desorden general y permanente que afecta a la rutina colectiva.

La suma de incumplimientos sistemáticos de las normas ciudadanas, esto es de aquellos preceptos que regulan el mejor funcionamiento urbano, explica en buena medida el desorden general y permanente que afecta a la rutina colectiva. Y uno solo de esos casos -los cercos y vallas que delimitan en las veredas obras en construcción y que no respetan el paso libre para los peatones- resulta suficientemente grave como para alterar el libre uso de un espacio público y generar riesgos de toda índole a la población.

Tal como se detalló en una reciente nota publicada en este diario, en la dirección de Control Urbano son entre 25 y 30 las denuncias que mensualmente se reciben por esta cuestión, decidiéndose a partir de allí la utilización de fotomultas para agilizar la confección de las infracciones.

Se recordó que, en ese sentido, la legislación es clara: siempre se debe dejar un espacio mínimo de 1,20 metros para la circulación de los peatones y, en los casos en que se autorice la ocupación total de la vereda, el propio constructor debe realizar una pasarela sobre el asfalto, con baranda, para que los transeúntes puedan pasar con tranquilidad.

Sea como sea, lo cierto es que, en la mayoría de los casos y desde hace ya muchos años impera el criterio del "vale todo", en el que cada constructor, propietario o responsable de la obra extiende las empalizadas hasta donde se le ocurre e impide por completo, con maderas o cintas, el tránsito por la vereda. No sólo transgrediendo lo que exige la legislación sino, desde luego, desinteresándose de los riesgos que deben afrontar las personas de toda edad, obligadas a caminar ese trecho por la calle, enfrentando el cierto riesgo de ser atropelladas por algún vehículo.

Por supuesto que esta situación influyen varios factores: desde la falta de un eficaz control municipal hasta la creciente indisciplina de buena parte de la ciudadanía, siempre remisa para cumplir con lo que ordenan las normas. Lo cierto es que las ordenanzas vigentes son claras y que las restricciones rigen, inclusive, para la construcción de veredas, ya que deben hacerse por parte, dejando siempre un espacio libre para la circulación de los peatones.

Sea como sea, la administración municipal es la que debe actuar en forma continuada para poner orden en el espacio público, impidiendo a todo trance este tipo de infracciones y sancionando con el mayor rigor posible la violación de las normas. En ese sentido, la decisión de salir a aplicar controles más estrictos y a labrar fotomultas, es un paso en la dirección correcta.

En el caso de las veredas resulta evidente que durante décadas se ha actuado con un injustificado criterio permisivo, o directamente, en un estado de omisión sancionatoria, cuando lo que debe hacer la Municipalidad es asumir y ejercer en plenitud el poder de policía del que dispone.

La decisión de salir a ejercer ahora un control estricto debe tener continuidad y consistencia. Así se logrará incentivar el respeto a las normas para la utilización del espacio público y se evitará que el "vale todo" siga imperando en las calles de la Ciudad.