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Una economía sin jefe

Florencio Randazzo usó ayer un mal argumento para decir una verdad: hay inflación en el país. Sin querer o queriéndolo, enmendó así las recientes declaraciones de su colega de Economía, Amado Boudou, que había dicho que la inflación "no es tema".

Joaquín Morales Solá
LA NACION

El ministro del Interior, Florencio Randazzo, usó ayer un mal argumento para decir una verdad: hay inflación en el país. Sin querer o queriéndolo, quién lo sabe, enmendó así las recientes declaraciones de su colega de Economía, Amado Boudou, que había dicho que la inflación "no es tema" y que sólo afecta a los sectores de clase media alta. Además de plantear el general interrogante sobre qué será un tema para el ministro de Economía (la inseguridad y la inflación son las cuestiones que más preocupan a los argentinos), la segunda parte de sus declaraciones provocaron un verdadero escándalo. Derecha e izquierda le contestaron con los manuales más simples de economía: la inflación golpea a todos los sectores sociales, pero siempre hace los peores estragos entre los más pobres.

Tal vez hayan influido en ese jaleo verbal los orígenes de ambos ministros. Randazzo viene de la política, y un político no puede desconocer lo que ya saben las amas de casa y los almaceneros. Amado Boudou arribó en paracaídas a la cima de la política; su carrera la hizo a la sombra de una disciplina férrea hacia el que manda. "No sos como Boudou", le reprochó la Presidenta al ex canciller Jorge Taiana cuando le comunicó su inesperado final al frente de las relaciones exteriores. Ser como Boudou es acatar todo, y más también. Es imitar los peores métodos ofensivos del kirchnerismo.

El problema de fondo de la economía oficial es que se quedó, hace hoy 15 días, sin su jefe. Cristina Kirchner podía darse el lujo de tener a Boudou como ministro de Economía mientras en Olivos vivía su principal consejero y el árbitro final de cualquier disputa económica. Néstor Kirchner manejaba de hecho la economía hablando con Guillermo Moreno, multidisciplinario secretario de Comercio; con el secretario de Hacienda, Juan Carlos Pezoa; con el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y con el propio Boudou.

La Presidenta, a su vez, tiene más formación en leyes que en economía, al revés exactamente del sedimento intelectual de su marido.

La política no chocó con la economía, sino con el amateurismo. No podría ser casual que el ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, Alejandro Arlía, haya coincidido en los hechos con Randazzo; Arlía aceptó ayer una "puja distributiva", que es, en última instancia, otro nombre de la inflación. Arlía negó que existiera una polémica sorda entre él y Boudou, pero lo cierto es que ellos dijeron dos cosas diferentes. Arlía explicó a su manera el fenómeno inflacionario, mientras que Boudou negó la existencia de la inflación. ¿Hay manera más elegante, para llamarlo así, de disentir?

Consumo alto

Randazzo y Arlía señalaron que existe un consumo alto en el país y pusieron el énfasis en las supuestas bondades del plan oficial. Culparon, uno más directo que el otro, a los empresarios por no invertir. Es cierto que existe un alto consumo aún en expansión y que la inversión corre, rezagada, detrás del consumo.

Desde que el mundo es mundo, la inflación se disparó siempre cuando la oferta fue menor que la demanda. Y existe otra comprobación histórica: las leyes de la economía no se cambian por obra exclusiva de la voluntad.

El conflicto irresuelto aparece cuando se analizan las causas de esa escasez en la inversión. Para la versión oficial, se trata de otra prueba de la avaricia de los empresarios.

Suponer, sin embargo, que los empresarios espolean la inflación es una adulteración del entendimiento: también a ellos los perjudica la anomalía inflacionaria.

La carencia de inversión tiene como fundamento la razón más expuesta en el interior y el exterior del país, y también en la oposición política de diverso pelaje: el kirchnerismo ha hecho muchas cosas en la economía, menos establecer las garantías necesarias que requiere la inversión.

Existen pruebas para esa aseveración. ¿Fue consecuencia de un cataclismo de la naturaleza, acaso, que la Argentina haya descendido al sexto puesto entre los países de América latina que recibieron inversión externa directa durante los años de mayor crecimiento de la economía nacional en el último medio siglo? La Argentina es la tercera economía latinoamericana, después de Brasil y México, pero no pudo lograr que le reconocieran ese lugar en el mundo de la inversión.

Según economistas privados, la inflación se disparó fundamentalmente en los alimentos, hasta llegar a un 40 por ciento en algunas semanas últimas. El propio Indec aceptó que ese rubro fue el más perjudicado por la suba de precios, aunque difiere en el porcentaje del aumento. Esa constatación, certificada por oficialistas y privados, es la más poderosa refutación a la afirmación del ministro Boudou, salvo que el ministro considere que los pobres no compran alimentos.

El índice gremial

La otra prueba de la inflación son los aumentos salariales que consiguieron muchos gremios. Algunos superaron ampliamente el 30 por ciento anual. ¿Alguien consentiría esa magnitud de incrementos salariales si la inflación no existiera?

Una consecuencia de esos aumentos es que, sin duda, se trasladan a los precios. Si el Gobierno no ha confundido a los empresarios con abnegadas damas de beneficencia, debería aceptar que ésa es otra ley inmodificable de la economía.

El último problema, pero no el menos importante, es el manejo del Banco Central.

Corresponde preguntarse por qué estas tasas de inflación no sucedieron durante la gestión de Alfonso Prat-Gay y de buena parte de la de Martín Redrado. Ellos tuvieron, ciertamente, un control mucho más independiente de la emisión monetaria que la actual presidenta del Banco, Mercedes Marcó del Pont; aquéllos se fijaron, además, pautas inflacionarias para disponer de los recursos de la entidad monetaria. La emisión monetaria es un componente esencial de la inflación, según los manuales de economía que Boudou olvidó o no leyó.

Lo cierto es que, aun cuando eligió un camino equivocado, Randazzo se fue acercando a la verdad. La pregunta que no tiene respuesta es quién se hará cargo de la economía cuando el ministro del rubro es capaz de hacer gala de tanta inopia intelectual.