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Un papelón intelectual

Aunque el daño ya ha sido hecho, es saludable la decisión presidencial de frenar un absurdo intento de censura contra el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

La carta del director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, en la que solicitaba a los organizadores de la próxima Feria del Libro de la ciudad de Buenos Aires que no sea el reciente Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa quien pronunciara el discurso inaugural de la muestra, constituye un clamoroso papelón internacional.

Si la calidad de su literatura merece un reconocimiento prácticamente unánime –además del Nobel 2010, Vargas Llosa fue galardonado con el Príncipe de Asturias en 1986 y con el premio Cervantes en 1994–, sus opiniones sobre la realidad política de América latina suelen provocar encendidas polémicas.

El escritor peruano –uno de los más genuinos representantes del denominado boom latinoamericano del que forman parte también el colombiano Gabriel García Márquez, el belga-argentino Julio Cortázar y el mejicano Carlos Fuentes– viró desde un pensamiento de izquierda hacia posiciones más liberales y críticas de ciertos gobiernos latinoamericanos; entre ellos, el argentino. En ejercicio de sus ideas, participó en la elección presidencial de su país en 1990 al frente de la coalición de centroderecha Frente Democrático, que fue derrotada por Alberto Fujimori.

Son proverbiales sus ataques a los gobiernos populistas de la región y su declarada alergia a cualquier tipo de autoritarismo personalista. En ese contexto, formuló en los últimos tiempos duras críticas tanto al ex presidente Néstor Kirchner como a su sucesora, Cristina Fernández.

Pero sus opiniones políticas o sobre cualquier otro tema no justifican la lamentable iniciativa de un funcionario del área intelectual del Gobierno, como lo es el sociólogo y escritor Horacio González, de propiciar una censura inaceptable, con el triste respaldo de algunos de sus colegas, en su mayoría integrantes del grupo progubernamental Carta Abierta.

Nadie sabe el tenor del discurso que pronunciará Vargas Llosa. Pero el revuelo generado dará más relevancia a la presencia y las palabras que pronuncie el 21 de abril próximo, en la apertura de uno de los acontecimientos culturales más importantes del país y de la región. Es probable que nada de esto hubiese ocurrido si no se transitara un año electoral que parece exacerbar la sensibilidad de quienes militan en política.

Al respecto, la Presidenta tuvo que descalificar la intención de algunos de sus seguidores, quienes alentaban su reelección eterna. Ahora, debió solicitar a su funcionario que no involucre a la Biblioteca Nacional en una polémica con las autoridades de la Feria del Libro y sobre decisiones que sólo le competen a ella. No podía ser de otra manera.

En un país como la Argentina, que aún lucha por curar las heridas dejadas por una dictadura feroz, nada debe ser más importante que garantizar la libertad de expresión.