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Un experto en finanzas asegura que Argentina debería dolarizar su economía: "Habría un boom y los responsables se convertirían en héroes nacionales”

Steve Hanke cree que el país no tiene otra forma de parar la inflación si no es unificando el sistema monetario.

¿Creés que Argentina debería dolarizar la economía?





La definición que Steve Hanke le dio a Infobae se parece, en clave económica, a la frase que en el Mundial de 2014 el entonces capitán de la selección argentina, Javier Mascherano le dijo a Sergio “Chiquito” Romero, antes de la definición por penales en la semifinal con Holanda: “hoy te convertís en héroe”.

No se trata, claro está, de atajar penales, sino la desvalorización del peso y la inflación, algo que en la Argentina, según el economista de la Universidad Johns Hopkins, un verdadero halcón monetario, solo se puede conseguir mediante la dolarización legal de la economía. Si se hace, le dijo a este medio, “rápidamente habría un boom y quienes fueran vistos como responsables se convertirían en héroes nacionales”.

“A medida que se acerca la fecha de vencimiento para el pago de un crédito al FMI, el gobierno argentino busca negociar un acuerdo sobre una deuda monstruosa, que no puede pagar. La incertidumbre ha llevado al peso a pisos históricos. El patético peso ha perdido 61,5% de su valor contra el dólar desde enero de 2020. ARG debe dolarizar!”, posteó hace unos días Hanke en Twitter, donde tiene cerca de 377.000 seguidores y escribe sobre temas monetarios, inflación y tipo de cambio.

Al 10 de diciembre pasado, el “observatorio de divisas” de Hanke -profesor de Economía Aplicada de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, EEUU- que incluye monedas que desde enero de 2020 perdieron más de 20% de su valor, tiene al peso argentino en el séptimo lugar del ranking, con una pérdida del 60,8%, detrás del bolívar venezolano (98,95% de desvalorización), la libra libanesa (91,14%), el dólar zimbabuense (88,36%) y las libras sudanesa (80,67%) y siria (74,31%), y más depreciado que la lira turca, el rial iraní, la naira nigeriana, el birr etíope y el real brasileño, que se depreciaron entre 57,13% y 28,43%, según precisó en otro posteo.

En economías emergentes e inestables, Hanke -cuyo CV recuerda que a mediados de los 90 presidió el Fondo de Inversión Toronto Trust Argentina y asesoró al entonces ministro Domingo Cavallo- aconseja básicamente dos recetas para estabilizar: adoptar “cajas de conversión” en relación a una moneda internacional o, directamente, adoptar el dólar como moneda. Y aunque es un crítico del FMI, en el caso argentino cree que hacerle default sería, para el país, una condena a perpetuidad.

— ¿Cuál sería su recomendación respecto a las negociaciones de la Argentina con el FMI: ir por un ajuste fiscal ortodoxo o algún otro tipo de acuerdo?

— Si uno le debe mil dólares a un banco, está en problemas. Pero si le debe un millón de dólares, el que está en problemas es el banco. Según esta lógica, en la negociación entre el Fondo y la Argentina, es la Argentina, en principio, la que tiene una posición negociadora más fuerte. Pero en la práctica, la economía argentina está tan exhausta que su posición es probablemente muy débil. El único programa que puede salvar a la Argentina es sacarse de encima al Banco Central y dolarizar.

—¿No es una receta extrema?

— No. Mis conclusiones y recomendaciones se basan en la observación de los hechos históricos. El BCRA se fundó en 1935, desde entonces, ha sido una de las mayores fuentes de problemas para la economía argentina. Fuera del período de convertibilidad, la inflación anual ha sido de un solo dígito en apenas ocho años, el último en 2006, y ha sido de tres dígitos o más alta en quince años, llevando a múltiples crisis. La moneda argentina se ha depreciado de 3,88 “pesos moneda nacional” por dólar en 1935 a 100 pesos de “moneda convertible” actualmente. Dado que 1 peso convertible equivale a 10 billones (millones de millones), el factor de depreciación acumulada en 86 años es de cerca de 250 billones.

— ¿A qué se debe?

— Típicamente, el peso no ha sido totalmente convertible, como lo evidencia la existencia de tipos de cambio múltiples y del mercado paralelo, donde está a casi $200. Este resultado es uno de los peores del mundo y ha contribuido mucho al lento crecimiento de largo plazo de la economía argentina, por tener una moneda no fiable, incluso para los cálculos de corto plazo. El PBI por habitante de 2020 es inferior al de 1998. Esto empobreció a la población. Según el Banco Mundial, 41% de la población vive por debajo de la línea nacional de pobreza, y 10,5% por debajo de la línea de pobreza extrema (indigencia). La experiencia argentina es un argumento poderoso contra la existencia de los bancos centrales.

— Hay toda una literatura y mucha experiencia internacional sobre los bancos centrales y cómo debe manejarse...

— El catálogo de desastres atribuibles al Banco Central de la Argentina que describí no es lo que enseñan los libros de texto acerca de banca central, pero es un resultado natural e incluso esperable en una economía con instituciones públicas débiles. La dolarización provee la restricción presupuestaria dura y fija un punto de partida estable para mejorar las normas y las conductas en otras partes de la economía, como el sector fiscal y el estado.

— Usted se refirió en un tweet al deadline con el FMI y la imposibilidad argentina de pagar, ¿es hacerle default una opción? ¿Cuáles serían las consecuencias?

— Un default al Fondo no sería prudente. La economía argentina está exhausta; si le hace default al Fondo esa condición quedará tallada en piedra, a perpetuidad.

— Suponiendo que el actual gobierno, para evitar una hiperinflación, optara por dolarizar, ¿no sería una solución inviable, dada la baja credibilidad y reputación internacional del kirchnerismo?

— No. En absoluto. Con la dolarización, rápidamente habría un boom, y quienes fueran vistos como responsables de la dolarización, se convertirían en héroes nacionales.

— ¿El gobierno de EEUU o el FMI apoyarían una medida así?

— Dolarizar no requiere apoyo internacional o de los EEUU. Se puede hacer unilateralmente. Hablo como alguien que conoce las leyes y regulaciones y tiene experiencia. Fui asesor del ministro de Economía y Finanzas de Ecuador en 2001-2002, y ayudé a diseñar e implementar el programa de dolarización de Ecuador.


— En su tweet sobre el “patético peso” alguien le respondió que desde 2008 el “patético dólar” se devaluó 99% contra el bitcoin. Y habla de “bitcoinizar”. ¿Por qué es tan crítico de las criptomonedas y el caso de El Salvador, donde el presidente Bukele dio curso forzoso al bitcoin?

— Cuando uno piensa en “cripto” debe pensar “casino”. Así las cosas se vuelven más claras. La propiedad del bitcoin, por ejemplo, está muy concentrada: unos pocos tiburones dominan y manipulan el mercado. Como en todo casino, la casa siempre lleva las de ganar, pero eso no frena a los jugadores. A menudo son adictos y vuelven al casino, incluso después de tratamientos de rehabilitación.

Basta mirar el desastre en El Salvador. Desde que abandonó el colón (su ex moneda propia) y lo reemplazó por el dólar, su tasa de inflación ha sido de 2,03% anual, la más baja de América latina. Incluso siendo el dólar la moneda de El Salvador, todas las monedas se pueden usar legalmente. Por eso no es sorprendente que los salvadoreños se pregunten, ¿por qué cambiar nuestro competitivo sistema cambiario, si funciona de maravillas? El porqué Bukele quiere abandonarlo es algo que desafía la lógica.

— ¿Son comparables las actuales situaciones económicas de la Argentina y Turquía, donde también se devaluó fuertemente la lira y hay alta inflación?

— Son casos típicos de crisis. De hecho, más la Argentina que Turquía. Lo que tienen en común es que ambos bancos centrales producen dinero basura. La Argentina es un caso más grande porque tienen una propensión a acumular una montaña de deuda externa y periódicamente hace default sobre ella.

Hanke envió a Infobae el primer capítulo de un libro, a publicarse en enero en EEUU, sobre sostenibilidad de la deuda pública. Allí afirma que como cuestión de principio y práctica y al igual que sus mentores Milton Friedman (el padre del “monetarismo”), Alan Walters (en los 80, gurú económico de Margaret Thatcher) y John Greenwood (arquitecto, en 1983, de la reintroducción de una “caja de conversión” en Hong Kong) es partidario de regímenes cambiarios basados en el libre mercado, pero para mercados emergentes descarta la flotación de tipo de cambio pues -dice- “nunca probó ser una solución para crisis cambiarias ni ofreció un sistema estable y sostenible”. Las únicas opciones reales, dice, son caja de conversión o dolarización legal.

El economista dice que aprendió esto por su larga experiencia de “money doctor”, iniciada en 1983 con el caso de Hong Kong y siguió con asesoramientos en 1990 en Yugoslavia, en 1991 en Albania y Rusia, en1992 en Estonia, en 1994 en Lituania y Kazakhstan, en 1995 en Jamaica y Venezuela, en 1997 en Bulgaria y Bosnia-Herzegovina. en 1998 en Indonesia, en 1999 en Montenegro y en 2001 en Ecuador.

Más allá de cierta polémica acerca de su intervención en el caso de Indonesia, a propósito de la cual cruzó acusaciones con el FMI y la administración Clinton, Hanke dice que la convertibilidad argentina, si bien fue exitosa y paró una inflación que a fines de los 80 y principios de los 90 era de tres dígitos, no fue una “caja de conversión ortodoxa”, porque no impuso un techo al monto de activos extranjeros del Banco Central en relación a sus pasivos, lo que le permitía al BCRA hacer operaciones de “esterilización”, y porque el Central podía también cambiar la proporción de activos domésticos en su balance, lo que le daba un margen de discrecionalidad para hacer política monetaria, “como hizo agresivamente”.

Hanke aclara también que su intervención como asesor para el establecimiento de una “verdadera” caja de conversión no fue con Cavallo, sino -a partir, ya en 1989 de un pedido del entonces presidente Menem- con el diputado José Ibarbia, de “la facción Alsogaray”, con el que diseñó un proyecto de Caja de Conversión.

Según el economista, ya a fines de 1991 había advertido sobre las imperfecciones del sistema finalmente instaurado por Domingo Cavallo, pero sus advertencias, cada vez más pronunciadas, fueron desoídas, hasta que finalmente la convertibilidad cayó hace 20 años, como se recuerda por estos días.

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