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"Tuve mi época de excesos pero nunca me reventé; si lo hubiera hecho, no estaría acá"

La ex top model Débora de Corral lanza en septiembre nuevo disco con canciones propias. Asegura que para ella la noche ya fue, que no hay nada mejor que trabajar para uno, y confiesa: "Tuve un refresh de adolescencia a los treinta. Por suerte no me duró mucho... ¡Estaba muy boluda!". Rebelde e inconformista, habla de su conexión espiritual con Cerati.

Hecha la advertencia, la díscola Déborah de Corral (35) explica que, aunque parezca "sanata new age y metafísica", es "posta". Ley de correspondencia, también conocida como ley de afinidad. ¿El principio? Lo afín atrae a lo afín. "De malas rachas ni hablar", asegura y bromea con que es obra de "una plasticola cósmica que todo lo pega". Sus ojos felinos brillan de mis cuando la lente de la cámara la encara. Lleva el cabello "bardotizado" (así es como le indicó al hairstyler el darle onda Brigitte) y lejos de ser un "desastre natural" (como dice en una de sus nuevas canciones), tiene el mismo magnetismo de siempre. Y un encanto natural que, lejos del charme de producción, la devuelve bohemia, sincera a ultranza ("esos shortcitos no me iban, me daban muy putona") y graciosa, como cuando canta irónica en vivo Winter in Anillaco, un inédito.

¿Qué queda de esa lolita outsider que sacaba boca y pelaba ombligo en los noventa? Esa chica rara como encendida tiene todo en su lugar. Pero otra cabeza, desde ya. Asegura que va "sin guión ni reloj" y se porta mejor que nunca. No sale, no va a eventos y cocina como los dioses (gourmet). A un simple bife jamás le falta una salsita de cilantro, por ejemplo.

Está de regreso en un nuevo affaire con la música. Esta vez sin ánimo de bajarse. Probó con su pareja de entonces, Charly Alberti, en un disco llamado Plum (1995), algo que la nueva chica de la canción folk (y ex modelo, y ex conductora de El rayo) define así: "Fue un deja vu. No sé ni por qué lo hice", y sentencia: "No fue nada satisfactorio". ¿Dato al paso? Una copia de ese disco de culto, que ni ella misma tiene, se vende en Internet a... ¡150 pesos! Después hizo coros en Siempre es hoy (2002), de su otro novio (y también ex Soda) Gustavo Cerati. ¿Más tarde? Imperfectos, un dúo junto a Ezequiel Araujo, productor con quien la une una amistad desde los diecisiete años. Lo último de lo último: cantó en el disco de reversiones de los australianos INXS. Ahora es tiempo de desnudarse por primera vez. Nunca o una eternidad, álbum que editará en septiembre Warner/Chappell, con producción del uruguayo Juan Campodónico y el chileno Cristián Heyne, con colaboración de Lucas Marti (hermano de Emma Horvilleur), es su primera chance para mostrar sus propias canciones.

-Contar todo lo que te pasa a través de tus canciones te debe dar bastante adrenalina, ¿no? -Siempre hablé de mí en los reportajes, y debería estar acostumbrada, pero me parece un poco extraño hacerlo en las canciones. Ahora me estoy exponiendo de otra forma. No estoy vendiendo el producto de otro, que es lo que hice toda mi vida (risas). Y estoy chocha.

-Te alivia poder dar la cara por lo tuyo...

-Exactamente. Ninguna marca, nada.

-¿Qué fue lo más obsceno que te tocó hacer en tu auge como modelo en los 90'? -Era un festival absurdo, que a algunos nos benefició y a otros no. Pero yo estoy súper agradecida por esa época. No puedo despotricar contra esos años: fueron mi fiesta dionisíaca.

-Claro. Eras muy chica, también. Todo parecía muy fácil y me imagino que era difícil decir que no.

-Y sí. Era muy pendeja y era todo divertido. Que te pagaran por hacer fotos, y llevarte acá y allá. Era todo una demencia. A los 17 tenía mi primera casa... No soy nenita de mamá y papá. Nací en el seno de una familia freak, de muchas mujeres, sin padre presente; nunca, tuvimos guita, y tampoco es que fuera malcriada. Yo me auto-malcrié nomás.

-¿Cómo te llevabas de adolescente entre la fama y lo freak? -Bueno, la adolescencia es algo que no viví, básicamente. No tengo la más puta idea de qué se trata. Tuve una idea de refresh de adolescencia a los treinta, que por suerte no me duró mucho, porque estaba medio pelotuda (risas).

¿Sos de los que se castigan mucho? -Sí, ahora estoy más relajada, pero soy malísima conmigo. Soy virginiana, también un poco escorpiana, e hincha pelotas, conmigo y con los demás. Soy muy exigente. Muy.

-¿Hasta el punto en que hartás? -Espero que no... (risas). Creo que no.

-¿Qué lugar ocupa la rebeldía en la Déborah de hoy? -La rebeldía la voy a llevar siempre. Para mí tiene que ver con un inconformismo, no sólo con el afuera: también con el adentro. Me habrán puesto el título de rebelde porque habré dicho que no varias veces a las pelotudeces que me proponían.

-¿Tuviste una etapa de excesos, en que probaste todo, te reventaste? -Sí, tuve mi época. Pero nunca me reventé. Si me hubiera reventado no estaría acá. En la adolescencia por ahí caí en algunos estereotipos y excesos momentáneos del rock, pero nada del otro mundo.
Hay gente que vive así, yo no.

-Con el dinero que ganaste uno supone que no necesitas trabajar para vivir.

-Nah. La guita ya me la patiné hace mil. Sí que necesito laburar para vivir. Si no, estoy en el horno. Tengo mi propia casa y sé vivir gastando poco. Me la banco, mantengo un bajo perfil y no gasto en boludeces.

De Gustavo Cerati, ese ser con el que la une "una conexión espiritual única", dice que antes del ACV habían recompuesto su amistad. "Volvimos a tener una linda relación. Estábamos reconstruyendo cierto puente, que no tiene que ver con lo romántico", suelta Déborah, que fue a visitar al ex Soda al ALCIA "Suena egoísta, pero yo no puedo ira deprimirme. Si pienso dos segundos, me muero de la depresión. Aflora estoy al mango y quiero estar feliz", agrega.

-¿Qué aprendiste musicalmente de él? -Muchísimo, pero no en la práctica, porque no hicimos mucho juntos. Sí compartíamos mucha música. Somos recontra melómanos, coleccionistas enfermos, y entre los dos éramos una demencia: la discoteca mundial. Tenemos esa comunión espiritual.

Esa conexión es a muchísimos niveles y me encantaría mostrarle mi disco.
-¿Qué creés que te diría? -No, ni idea. Me encantaría que lo disfrute, nada mis.
Mostrarle orgullosa que lo logré. Que una fuerza benéfica me llevó hasta acá.