DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Tolerancia cero con las bengalas

Frente a la reiteración de hechos como la muerte de un joven alcanzado por una bengala, las autoridades no pueden limitarse a reaccionar con declaraciones banales y tibias recomendaciones.

El dolor y la indignación por la absurda muerte de un joven padre de familia por efectos del impacto de una bengala durante un recital de rock se potencian si se piensa en la tragedia de Cromañón, aún fresca, en carne viva, donde murieron 193 personas.

Aquel recital trágico de Callejeros ocurrió hace más de seis años y las promesas de vigilar todo espectáculo de rock resonaron en letras de molde durante algún tiempo. No pasó mucho y esa pirotecnia fue reapareciendo en forma progresiva, hasta que provocó otra muerte.

Las bengalas también hacen estragos en las canchas de fútbol, pese a que tras el escandaloso asesinato del hincha de Racing Roberto Basile en la cancha de Boca, en 1983, dirigentes, jefes policiales, legisladores y jueces rasgaron con estruendo sus vestiduras y prometieron su erradicación definitiva. Sin embargo, la pirotecnia abunda cada vez más. El domingo último, los hinchas de All Boys festejaron con bengalas su triunfo ante River y los de Vélez Sársfield hicieron lo propio al día siguiente en el partido ante Banfield.

¿Qué tiene que suceder para que se tomen medidas drásticas que impidan esta clase de dramas irreparables, que no sólo extinguen vidas jóvenes, sino que destruyen familias enteras? Miguel Ramírez tenía 32 años, estaba casado y era padre de dos niños, con uno en camino.

No debe ignorarse que conductas tan desaprensivas con la vida ajena –e incluso con la propia– se generan en ambientes festivos, estimulados en ciertos casos por el consumo del alcohol u otras sustancias euforizantes. Bengalas, alcohol y drogas: un cóctel letal.

Es loable que el Ministerio de Salud de la Nación advierta ahora sobre el peligro de la pirotecnia y recomiende no usarla. Pero no parece suficiente.

Más drástica parece ser la reacción legislativa en Córdoba, donde se impulsa una legislación que prohíba, de manera lisa y llana, la utilización de cualquier tipo de pirotecnia en espectáculos públicos, y sancione a los responsables.

En estos dramas, la casuística acerca de los distintos tipos de artefactos resulta secundaria, aunque sería sensato prohibir en forma tajante las bengalas de tipo náutico, peligrosísimas fuera de su contexto, ya que arrojan un proyectil a una distancia considerable y con fuerza mortal.

Los hechos referidos lo señalan y de ello habla la presidenta de la Fundación Salvemos al Fútbol, Mónica Nizzardo, tras la clausura de la cancha de Vélez: "Las autoridades no tienen voluntad para terminar con esto", asegura.

Suena triste, pero es una gran verdad. No se puede permitir una muerte más por esta tontería. Quienes lucran con el negocio del espectáculo deben asumir sus responsabilidades.

Y las autoridades no pueden limitar su actuación a declaraciones banales y a tibias recomendaciones, sin ningún efecto correctivo.