DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Con las tetas al aire

El corpiño, soutien o sujetador está en crisis: ¡enhorabuena!

Alrededor de los once años, llega el regalo obligado: el corpiño. Ninguna recuerda haberlo añorado, pero todas tenemos registro de ese momento. El motivo siempre es social o cultural, no es una necesidad corporal (muy por el contrario). Para que no se noten, para que no se transparenten tras la camisa, o se marquen debajo de la chomba, ¡para que te acostumbres a esa prenda que pretenden te acompañe de por vida!

Desabrocharse el corpiño es sinónimo de libertad, pero esto solo podía darse al llegar al hogar, quizás solo por la noche. Esto está cambiando hace ya unos años; hablamos de nuestro país, porque todos escuchamos que “en Europa no tienen drama”, y hablamos de una gran mayoría, porque siempre estuvo  “la que nunca usó corpiño”.

En el mercado se encuentran de todas las formas, colores, estampas y telas. Con relleno y aro, una especie de tortura, pero "la musculosa queda regia y parece que tuvieras mucho más de lo que tenés". ¿Para qué?, ¿para quién? Armado para dar la imagen de unos pechos tersos y redondos como los de las campañas publicitarias. De encaje para una noche romántica; con breteles desmontables para el vestido “strapless” o cruzados para que no se noten por el costado; y con doble tela para evitar que se marquen los pezones. Deportivos para hacer actividad física, sin costuras para usar debajo de una remera ajustada, hasta unos ideales para la lactancia: ¡sin necesidad de quitarlos!

El sujetador aprieta, oprime; está para controlar, moldear y sobre todo, para no incomodar a la mirada ajena: la visión patriarcal (encarnada tanto en hombres como en mujeres). Es una prenda pensada para el hombre, el mismo que paga hace siglos para ver desnudos, el mayor consumista de pornografía en cualquier soporte: películas, revistas, internet o performance. Sin embargo, es el hombre el que se incomoda con la falta de corpiño en la calle, en un ascensor, en la playa o en el súper.

Ellos deben elegir cuando y de quien ver las tetas, es su derecho “adquirido”. Se sienten violentados o incómodos al tener que visualizar la libertad femenina en pos de las mujeres y no en pos de su deseo sexual.

Lo mismo pasa en la playa: el triangulito, el corpiño armado, el top o la enteriza… ya es parte de la elección de la mujer argentina. Sabemos que debemos taparnos y cuidarnos de que no se nos corra ni siquiera en el mar. Así nos incomode o nos deje marcas, es parte de nuestro deber. Como también amamantar con algún harapo cubriéndonos para que “el señor no se sienta incómodo”, así priorizamos al hombre por sobre la mujer y el niño.  

El hombre podría usar o al menos intentarlo, algún tipo de sujetador con alambre modelador. Y debiera cuidarse para que no se le marque nada; no tocarse, ni acomodarse en público. Debiera acostumbrarse a llevar el día entero un armazón y solo quitárselo al llegar a su casa.   

Falta tiempo para que esto cambie, pero al menos tenemos la sensación de que estamos en el camino correcto. No porque el uso del corpiño esté mal, sino porque este uso sea obligado en pos de la mirada de quien no lo usa.

Seamos menos hipócritas. Las tetas son tetas, son parte del cuerpo, de la vida y de la lucha. Las naturales, las operadas, las grandes, las chicas, las que tienen estrías, las caídas, las jóvenes, las de la anciana y las de vedette. Dejemos de poner el acento en el prejuicio del prejuicioso; cuidemos nuestro cuerpo, disfrutémoslo y sintámonos cómodas con él. Y al que no le guste, ¡lola! 

 

Dejá tu comentario