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Terminó la temporada 7 de The Walking Dead y murió de hambre de contenido

Sin dudas, poner al aire 7 temporadas de una serie no es trabajo fácil y la última de The Walking Dead ha sido prueba de lo casi insostenible.

Marina Wachtel

mwachtel@diarioveloz.com

@setoffmarie

El primer episodio de esta última entrega de The Walking Dead fue realmente para el recuerdo y puso en escena no solo la muerte de dos personajes entrañables sino también la aparición de un nuevo y apasionante villano, Negan. "The day will come when you won't be" logró una exitosa configuración en 45 minutos. Vimos un Rick derrumbado y, por primera vez, el grupo parecía no tener salida de verdad.


La antítesis entre Negan y Rick fue realmente sorprendente, la brutalidad contra Glenn y Abraham fue aterradoramente gráfica. El sometimiento traspasó la pantalla y reavivó la llama de una nueva temporada por venir. Sin embargo, prometió mucho pero dio poco.

Sin dudas, Negan es un gran villano. Es cruento, sanguinario y dueño del control pero tiene una parte de moralidad que por un instante lo humaniza. Podría haber sido un personaje aún más maravilloso pero pareció quedar enredado en una trama poco contundente.


Y apareció el rey Ezekiel, que se pronuncia como la realeza de algún siglo lejano y tiene como compañía a un tigre, Shiva, bastante amaestrado. Los personajes y la audiencia quedamos todos con los ojos abiertos y muchos signos de pregunta en la cabeza. Lo queremos pero esperábamos que el personaje cayera a la realidad y dejara el ceremonial y el protocolo. No es un mal líder y mostró todas sus bondades. Sin embargo podría haber sido mejor utilizado.

En el comienzo de la segunda parte de esta temporada, se reavivaron las esperanzas, o los dedos cruzados, de que, como su nombre lo indica, todo comience a "Rise up", a "alzarse". Nada, no pasó nada.


De repente el grupo "alexandrino", con ansias de venganza, comenzó el camino de la búsqueda de otras comunidades, sometidas también a Los Salvadores, para que se unieran a ellos y así pudieran revelarse todos juntos ante la injusticia de tratar sobrevivir en un mundo apocalíptico bajo el severo mando de los vivos. Vivos porque no son zombies y porque son unos vivos.

La historia continuó lenta, con diálogos inagotables, escenas sin fin. Esos condimentos que tiene The Walking Dead de la reflexión y la sensibilidad pero que siempre utilizó en buenas cuotas, ahora los lanzaron todos juntos. La serie tuvo problemas para generar contenido atractivo y el camino hacia lo inevitable se prolongó demasiado.


Y llegó "the first day of the rest of your life", el final de temporada. El prontuario contaba con la baja de algunos personajes, un Daryl sumamente "traumado", una Rosita pasada de ansiedad, Eugene lavándose las manos del lado de Negan, Sasha cautiva con la falsa intención de ayudar a Los Salvadores y un grupo fragmentado que terminó por unirse en Alexandria con otra comunidad, Los Basureros o Junkyard, "respaldándolos".


El plan se derrumbó, la comunidad comandada por Jadis se volvió en contra del grupo de Rick y volvimos al principio de temporada pero con un Rick "de pie", reafirmando su autoridad. Las ansias de salvar el comienzo de una nueva civilización en la que vivir, sin estar al servicio de un déspota.

Aunque muchos opinaron que algunas cosas fueron predecibles, creo que logró mantener la sorpresa y la tensión en ciertas oportunidades. Es un show que tiene como característica el "todo puede pasar".


Quizá no fue el momento de protagonizar una batalla cien por ciento justa pero también es la oportunidad de una octava temporada intensa. La causa fue noble pero en términos de material, quedó demasiado relajado. Pero la guerra ya está declarada, y en palabras Scott Dimple, productor ejecutivo y guionista principal de la serie "los primeros 4 episodios (de la temporada 8) derretirán la mente de la gente y romperán sus televisiones".