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Súper jueves

Por Marcelo Stiletano . Se estrenan hoy las dos películas más nominadas por la Academia de Hollywood.

En busca del western perdido
El éxito de la nueva versión de Temple de acero, un título clásico del cine del Viejo Oeste, sugiere al mismo tiempo otra clase de remake. Como ocurrió a comienzos de los años 90 en los casos de Danza con lobos y Los imperdonables , una vez más la carrera por el Oscar vuelve a alimentar un interrogante que Hollywood se ha formulado varias veces. ¿Es posible creer en un posible renacimiento del western?

El rendimiento del nuevo film de los hermanos Coen, cuyo lanzamiento anuncia UIP para hoy, entusiasma desde los números (es el primer western en recaudar más de 100 millones de dólares desde Los imperdonables ) y también desde lo artístico, gracias a la valiosa cosecha de 10 nominaciones al Oscar, cifra sólo superada por El discurso del rey.

¿Habrá algún efecto contagio detrás del éxito de esta película en Estados Unidos? El entusiasmo por la vuelta del género cinematográfico de mayor estirpe clásica de Hollywood, identificado como ningún otro con los mitos y la historia de ese país, siempre aparece cada vez que alguna reconocida figura procura rescatarlo. Pasó varias veces con Clint Eastwood, con Kevin Costner (la excelente Pacto de justicia siguió a Danza con lobos ); Ed Harris y Viggo Mortensen ( Appaloosa ); Russell Crowe y Christian Bale ( 3.10 a Yuma , otra remake), y Brad Pitt ( El asesinato de Jesse James ).

Lo mismo ocurre con la nueva Temple de acero . Sobre todo porque el film original, de 1969, le permitió nada menos que a John Wayne (figura máxima e imagen viva del western) obtener por única vez el máximo galardón de Hollywood por su personificación de Rooster Cogburn, un viejo, escéptico y desengañado marshall , tuerto y afecto a la bebida, que acepta el ofrecimiento de una adolescente para adentrarse en territorio indio y cazar al fugitivo que asesinó a su padre. Wayne hizo de Cogburn por segunda vez en El alguacil del diablo (1975), su penúltimo film.

En repetidas ocasiones, los hermanos Coen dijeron que no guardaban intención alguna de recrear un western clásico. El máximo interés de ellos consistía en la revisión de la novela que lo inspiró, escrita por Charles Portis en 1968, sobre todo a partir del lugar que ocupaba la chica de 14 años (Hailee Steinfeld, también nominada al Oscar), de rigurosa formación presbiteriana, pero a la vez resuelta a tomar las armas y vengar a su padre. En manos de los Coen, ella aparece como protagonista ideal de otra de las clásicas reflexiones sobre el bien y el mal de los realizadores de Sin lugar para los débiles .

Con ese film, los Coen triunfaron en la fiesta del Oscar 2007, pero los cálculos previos de este año indican que no parece muy probable que Temple de acero repita esa hazaña. Lo mismo puede decirse de Bridges, que encarnó en el pasado para los Coen al memorable Dude de El gran Lebowski y ahora recrea un gran personaje del Duke, como conocía todo el mundo a John Wayne. En cambio, se cree que Steinfeld todavía podría terciar en la lucha como mejor actriz de reparto y que el extraordinario fotógrafo Roger Deakins lograría aquí su primer Oscar en nueve nominaciones.

Pero los comentarios de Hollywood alrededor de Temple de acero exceden al Oscar y retoman la recurrente idea del rescate del western. Hay allí expectativas por el futuro estreno de Cowboys vs. Aliens , con Harrison Ford y Daniel Craig mezclando el pasado del Oeste y el futuro de la ciencia ficción. También por la recuperación de un olvidado guión de Sam Peckinpah y una próxima serie que seguiría los pasos de Deadwood . Pero también aparecen voces escépticas. Hollywood vuelve a interrogarse sobre el destino del western, sin respuestas al alcance de la mano.

10 nominaciones
Película
Director (E. y J. Coen)
Actor (Jeff Bridges)
Actriz de reparto (Hailee Steinfeld)
Guión adaptado
Dirección de arte
Fotografía
Vestuario
Sonido
Edición de sonido

Por la coronación, pero en Hollywood
De la tartamudez de quien se convertiría en el rey Jorge VI de Inglaterra, el gran público sabía poco y nada hasta el encumbramiento de El discurso del rey , la película que hoy aparece como máxima candidata a llevarse el premio más importante de Hollywood rescató el tema, lo convirtió en una gran historia de superación personal y, de paso, disparó infinidad de debates históricos en todo el Reino Unido sobre lo que realmente ocurrió en un momento decisivo del siglo XX.

En verdad, lo que quedó grabado hacia adelante en la memoria histórica fue una frase del monarca en la intimidad después de la ceremonia de coronación: "No podemos desilusionar dos veces a Inglaterra en la misma generación". Se refería al inesperado compromiso que debió enfrentar tras la abdicación de su hermano mayor David, que once meses después de ser ungido como Eduardo VIII dejó la corona para conservar el amor de una mujer plebeya, norteamericana y divorciada dos veces, Wallis Simpson, con la que terminó casándose.

Jorge VI, el hombre que sería rey, sufría de tartamudez, todo un problema en las vísperas de una guerra. Y quien logró remediar ese tormento, fue un extravagante terapeuta del habla de origen australiano llamado Lionel Logue, a cuyos servicios recurrió de una manera igualmente heterodoxa la esposa del futuro soberano, más tarde conocida por todos como la Reina Madre.

El detalle de la nacionalidad del logopeda no es menor. El director británico Tom Hooper, que ya había mostrado talento para la narración detallista de época y la dirección de actores en la miniserie John Adams , es hijo de una australiana, y con amigos de ese origen fue invitado dos años atrás a presenciar en un pequeño teatro londinense una obra casi desconocida. Con ese modestísimo punto de partida, Hooper pasó a convertirse en el artífice de una película con estrella propia -cuyo estreno en la Argentina anuncia hoy Diamond- que gracias a la reciente suma de premios otorgada por las asociaciones de productores, directores y actores de Estados Unidos ya se insinúa con creces como la preferida del Oscar 2011.

Lo que Hooper más temía era caer en un relato cargado de clichés sobre enfermedades complicadas y curas mágicas y milagrosas. "Lo más importante en una película como ésta es la necesidad de creer en la capacidad del héroe de turno de no equivocarse en el momento decisivo", comentó hace un tiempo a la prensa británica.

Con esas precauciones, más un cuidadoso trabajo de preparación con el sello de las producciones de la BBC y el concurso de un elenco pródigo en celebrados nombres, El discurso del rey comenzó en silencio un camino que se inició en la carrera hacia el Oscar muy por detrás de la favorita original, Red social , a la que hoy parece haberle sacado bastante ventaja en el cálculo de probabilidades. De todas las posibles consagraciones, la que parece irreversible es la de Colin Firth (que un año atrás también estuvo nominado por Todo un hombre ) como actor protagónico, mientras otros (inclusive el premio mayor, a la mejor película) adquieren cada vez más certidumbre.

Paradójicamente, al mismo tiempo empiezan a ponerse más y más en duda algunos elementos del contexto histórico planteados en el film. Cada día se eleva en intensidad -apenas atenuada por la clásica flema británica- el debate por haber omitido en el film ciertas conductas filonazis por parte de Eduardo VIII y dudas en torno del verdadero papel que cumplió Winston Churchill. Discusiones que crecen mientras El discurso del rey parece encaminarse, de aquí al domingo 27, a vivir otra clase de coronación, al estilo Hollywood.

12 nominaciones
Película
Actor (C. Firth)
Actor de reparto (G. Rush)
Actriz de reparto (H. Bonham-Carter)
Director (T. Hooper)
Guión original
Dirección de arte
Fotografía
Vestuario
Montaje
Música original
Sonido