Sin caca esto no funciona
Las cárceles de un país africano procesan el sorullo de vacas y reclusos para generar el gas que necesitan para vivir. ¿Qué tal huelen, cómo les va y cuánto ahorran?, en esta nota.
Los objetivos son dos: ahorrar energía y proteger la selva nativa. Del proyecto participan las 14 cárceles de Ruanda. Y la solución es un biocombustible al que llaman "biogas". Ya un 75% del gas en las cocinas del sistema penitenciario es generado por excrementos humanos, recogidos de los 24 baños de la prisión, al que mezclan con bosta vacuna. Como la dieta de los reclusos no es lo suficientemente rica para generar un gas útil, combinada con la caca del ganado produce un gas de primera calidad. "Para 2013 ya no quedarán cocinas a leña en las prisiones", dice el inspector Emmanuel Ndori, director del programa.
Los resultados del experimento resultaron redondos: el biogas representa el 75% de la necesidad energética de la prisión, los costos del combustible han bajado un 85% y el ahorro supone que - gracias a la caca- el sistema penitenciario cuenta con US$ 1,7 millones más disponibles.
En la cárcel de Nsinda viven casi 8.000 personas, muchos de los cuales fueron condenados por su participación en el genocidio del '94. Ellos trabajan en los campos del distrito de Rwagamana, a unos 60 kilómetros de la capital.
La población del presidio come dos veces por día, y más vale que aumenten el consumo y la calidad, porque de la producción fecal de los presos depende el futuro de las cárceles ruandeses.