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Si la AFIP manejara la seguridad pública, la Argentina sería un país casi perfecto

Un evasor paga o va preso, un criminal o violador sigue en la calle aún con antecedentes y dando señales que volverá a delinquir. Algo está muy mal.

La AFIP me chupó hace poco una buena platita sin pedirme permiso. ¿Persecución política, voy a decir? Nada de eso, le dejé los trámites a otra persona que no los hizo. Y como dice el refrán: "Cocodrilo que duerme la siesta, despierte hecho cartera".

Un amigo inclasificable pasó por New York hace poco (el dólar estaba aún a 3 pesos) y se dio el lujo de llamar a una acompañante VIP. ¿Registrás el film "Los Ángeles al desnudo"? Damitas que son clones de célebres divas, tipo Marilyn, Sofía Loren o Pamela Anderson. No son baratas, el hombre pagó con tarjeta y como no se puede facturar por prostitución, se hace por Servicio de Alquiler de Limousine. Si veía el resumen la esposa, estaba a salvo.

"Dios no está en los detalles de hoy" canta el Indio Solari en Flight 956. Dios no pero la AFIP sí. De regreso a Baires lo agarraron de las pestañas pidiéndole que se re categorice, si tenía ese dinero para pagar un lujo debía tener también ingresos no declarados. El Estado tiene que recaudar y está bien que así sea. Pero si con mi platita le pagan el sueldo a un juez como Axel López, experto en dejar sueltos criminales y violadores, o le tengo que comprar el anillo a Néstor Oyarbide, me siento -como decía el escritor David Viñas... "un boludo con vista al mar".

Vas a una sucursal del ente impositivo y todo es rápido y furioso. Huella dactilar, foto y firma digitalizada. Hasta te vás feliz de no perder tiempo ni ensuciarte los deditos con tinta. Pero si te asaltan al salir y vas a la comisaría, empieza el drama. Horas de espera porque el oficial de guardia está tomándole la data al fierita arrebatador que dejó una anciana tirada en la calle para robarle la medallita. Para colmos los polis están aburridos, desalentados. Los más jóvenes viven con el celu en la mano y la risa boba en la boca. No miran alrededor, no vigilan. No tienen el ánimo de los empleados de la AFIP, y para peor, no tienen el entrenamiento que requiere su trabajo público.

El incendio de Iron Mountain en Barracas dejó a la vista que los bomberos tienen pura voluntad, pero poco y nada de práctica. Hacer simulacros de incendio para que puedan entrenar sale mucho dinero, y no hay plata para eso. Hasta los uniformes deben arreglárselos solos. Los responsables extranjeros de esa empresa de almacenamiento se fueron del país y nadie responde por el incendio que ya se sabe fue provocado. Esa misma firma tiene en Estados Unidos hangares diez veces más grandes que el de Barracas donde guardan documentación del gobierno, y las medidas de seguridad allí son absolutas. Como aquí nadie los controlaba, hasta se dieron el gusto de aceptar una quema de papeles y seguir impunes.

El sistema informático de cruce de datos de la AFIP es una telarañas de la cual no escapa nadie. Preguntále a Leonardo Fariña o a Alejandro Gravier de Valeria Mazza si no es verdad. O a mí, que perdí siendo apenas un perejil de contribuyente.

Si ese sistema fuera llevado al ámbito de la Seguridad Pública, y las reglas de juego fueran las mismas, los delincuentes pagarían sus penas y la sociedad obvio más aliviada de injusticias criminales. Cantaríamos todos ese mundo maravilloso del genial Louis Armstrong. La Tierra que habitamos tiene todo lo que Dios puede darle a una comunidad, salvo la calidad humana de quienes nos gobiernan, antes y ahora.

El problema que tiene el reclutamiento de policías no es menor. Los que se fueron impecables de antecedentes no quieren volver pues nadie les asegura legitimidad judicial si intervienen en un incidente delictivo. Una denuncia por excesos los deja afuera y sin beneficios. A la maldita policía no se puede llamar por razones obvias.

Y lo peor. Las nuevas camadas de jóvenes provienen en un 90 por ciento de barriadas conflictivas, casi todos conocen delincuentes, han convivido con ellos y si se alistan no es por vocación de servicio sino por necesidad económica.

Hace 20 años Bernardo Neustadt hizo campaña para que la clase media ingresara en las filas policiales, porque ya se veía venir esta problemática. Lo decía el mismo periodista que se estaba agotando la reserva de efectivos y ya ingresaban no por elección. No caminó. Hoy es mil veces peor.

La AFIP avanza, se moderniza y está en todos los detalles. La seguridad pública retrocedió a tiempos prehistóricos. Nos complica vivir en una Argentina que podría ser casi perfecta. ¿Y si cambiamos algo el rol del juego? Porque si a un ladrón con varias entradas les cabe las mismas que a un evasor, estaríamos un poquito mejor. Y más alegres, que no es poco.