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¿Seducir o disciplinar al capital?

"El orden de causalidad del sistema de Keynes escoge a la inversión corriente como la causa del nivel de empleo y al producto de equilibrio como su quaesitum".

Es obvio que se trata de alguien que sabe de Keynes y latín. El idioma lo aprendió en el Colegio Nacional Buenos Aires, donde se recibió con promedio de 8,54. A John Maynard Keynes lo estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, donde se recibió en 1995 con 8,24 de promedio, que fue el más alto entre los 122 graduados de esa camada; le otorgaron un Diploma Magna Cum Laude, es decir con grandes alabanzas. Ya graduado, siguió investigando la obra de Keynes por varios años, y en 2005 se doctoró con una tesis sobre él que fue calificada 10 (diez) sobresaliente. Dos años después publicó un libraco de 500 páginas titulado Fundamentos de la Teoría General - Las consecuencias teóricas de Lord Keynes, que es donde aparece la frase del comienzo, que en términos vulgares podría traducirse como que la inversión es la variable que determina cuánto emplea una economía y, en definitiva, cuánto produce.

¿Alguna otra pista? Cofundó un centro de estudios que producía trabajos bastante alineados con la política económica oficial, pero que supo ser muy crítico de la degradación del Indec y se pronunció claramente en contra de la distorsión del cálculo de la inflación. Tanto, que elaboró su propio índice de precios en base a los datos de siete provincias que arrojaban números mucho más elevados que los dibujos de Guillermo Moreno.

Si todavía no lo sacó, la última pista indica que la persona ya no se dedica a la academia sino a la política. ¿Quiere más? Ocupa el cargo de viceministro de Economía, interventor de YPF, y es una de las opiniones más valoradas por la Presidenta.

Tal vez todo lo anterior tenga relación con una de las frases más importantes del discurso que pronunció Cristina Fernández el jueves pasado, en ocasión del anuncio de un nuevo tramo de 8.000 millones de pesos en préstamos subsidiados del Fondo del Bicentenario. "Estamos absolutamente convencidos de que así como hemos venido sosteniendo la demanda agregada como uno de los impulsores del crecimiento, hoy tenemos que apuntalar la inversión, que es la clave de los tiempos que vienen", dijo. E insistió el martes pasado en la sede de la multinacional Kraft: "Sostener la inversión es tan importante como sostener la demanda agregada; esas son las claves de la política que vamos a llevar adelante a rajatabla".

Ella no tiene por qué saber que, en realidad, la demanda agregada no es, como se entiende de sus palabras, sólo el consumo, ya que comprende también a la inversión, al saldo comercial y al gasto público. ¿Habrá querido decir que el Gobierno ha venido priorizando el consumo, pero ahora ese lugar de privilegio le corresponde a la inversión?

Hay motivos para pensar que es así. Por empezar, están sus dichos. En el discurso de la semana pasada fue muy enfática en pedirle a la dirigencia sindical moderación en sus reclamos salariales, motor básico del consumo (de paso cabe señalar la contradicción que hay entre ese pedido de moderación y el señalamiento que hizo acerca de que las empresas han ganado mucho). Respecto de la inversión, no caben dudas del rol que le asignó: "Ahora viene la etapa de la inversión", anunció con contundencia.

Además, luego de varios años en los que la inversión reproductiva creció menos que el consumo, la enorme capacidad ociosa se ha ido agotando, y es evidente que para continuar el ciclo expansivo se requiere de más inversión.

Si como dice Cristina, lo que viene es la etapa de inversión, es oportuno repasar algo de lo que Axel Kicillof escribió en el libro citado sobre las ideas que tenía Keynes respecto de la inversión. "Según la explicación de Keynes, a la hora de adquirir un bien de capital es necesario incorporar en el cálculo ciertas previsiones sobre la evolución de la economía en su conjunto durante un período largo como es la duración prevista de la inversión. Como la inversión es la piedra angular de la determinación del empleo, estos cálculos desempeñan un papel crucial en la determinación del nivel de producción".

Se refiere a las expectativas de los empresarios, acerca de lo cual el viceministro señala: "El inversionista no tiene más elementos para formar sus expectativas que el clima del mercado", y agrega que los cálculos de los empresarios son "muy sensibles a los cambios de humor del mercado, por completo ajenos a la rentabilidad real de los negocios".

Para disipar dudas, vaya esta cita de Keynes que Kicillof reproduce: "Esto quiere decir, por desgracia, que la prosperidad económica depende excesivamente del ambiente político y social que agrada al tipo medio del hombre de negocios. Si el temor a un gobierno laborista o a un New Deal deprime la ‘empresa’, esto no tiene que ser necesariamente resultado de un cálculo razonable o de una conspiración con finalidades políticas; es simple consecuencia de trastornar el delicado equilibrio del optimismo espontáneo. Al calcular las posibilidades de inversión debemos tener en cuenta, por tanto, los nervios y la histeria, y aun con la digestión o reacciones frente al estado del tiempo, de aquellos de cuya actividad espontánea depende principalmente".

Si Kicillof estuviera convencido de ese abordaje keynesiano sobre la inversión, varias de las políticas y actitudes del Gobierno son contradictorias con la idea de generar buen humor en los mercados, un clima market friendly y un ambiente político y social que "agrade al tipo medio del hombre de negocios".

Más bien, la estrategia parece ser una combinación de disciplinamiento con mayor presencia del Estado. Como ejemplo de lo primero, en el discurso del jueves pasado la Presidenta fue clara al decir que el Gobierno va a pedir a las empresas que muestren sus planes de inversión como condición de los beneficios promocionales, de los subsidios y de la asistencia financiera. Como ejemplo de lo segundo sobresale la expropiación de YPF.

Para finalizar, ahora que como funcionario Kicillof ya no cuestiona más las cifras del Indec y acepta obediente los desaguisados de Moreno, vale recordar qué escribía sobre la relación inflación-inversión en el libro teórico sobre Keynes: "Con inflación la rentabilidad crece, pero lo hace exclusivamente por desajustes meramente monetarios y, siempre según la opinión de Keynes, el empresario pierde su prestigio al tiempo que el capitalismo se ve privado de una de sus más poderosas justificaciones ideológicas. Se hace evidente que las ganancias no provienen del esfuerzo ni de la privación y los sacrificios del capitalista. El aumento generalizado de los precios, aunque ventajoso en lo inmediato para algunas clases, debe evitarse por todos los medios".