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Secretos en fuga

* Federico van Mameren. Ayer fue Watergate, hoy es Wikileaks. Ayer, el anotador; hoy, la tecnología. El periodismo se despabila, la verdad se sincera. La adrenalina de Wikileaks empieza a contagiar.

Apenas amanecía ayer cuando entró un mensaje en el celular: "yo quiero trabajar en Wikileaks". Es el tema. Nadie puede esquivarlo. Obama, Cristina y el fanático de fútbol que vio el baile de Barcelona se encuentran abajo de otras noticias. Es más importante para todos saber qué pensaba del resto del mundo y qué escondía los Estados Unidos. El periodismo que estaba en crisis por esta transición, se despierta. Habrá un antes y un después de Wikileaks. Pero, ¿es periodismo? ¡Qué pregunta! Julian Assange actúa de editor y tiene un pequeño ejército de periodistas que chequea cada uno de los datos que le acercan a su sitio. Se acerca al periodismo científico. Sin embargo, Estados Unidos lo persigue como a un vil ladrón y hasta lo acusan de violación en algún lugar del mundo. Hay una exagerada desesperación por dañar al emisor sin importar lo que dice.

Y lo que señala es tan importante que todo el mundo -sin exageración- lo escucha, lo lee. Conforma un presente social porque todos hablan de lo que él hizo difundir. Se discute si la cámara oculta es periodismo. Tal vez no lo sea, pero ha sido una herramienta útil para descubrir corruptos.

En este caso, Wikileaks (leaks significa filtraciones, fugas) ha destapado lo que Estados Unidos quería ocultar. Por las dudas, para que nadie se quede callado, acordó la publicación de sus documentos con cinco grandes diarios del mundo. Así, ninguno podrá proteger a nadie, aunque quiera.

Ayer fue Watergate, hoy es Wikileaks. Ayer, el anotador; hoy, la tecnología. El periodismo se despabila, la verdad se sincera. La adrenalina de Wikileaks empieza a contagiar.