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Se desató la puja por la sucesión de Boudou

*Por José Calero. Más allá de quien termine ocupando el Palacio de Hacienda, el desafío del sucesor de Amado Boudou será mayúsculo, con un mundo que está en recesión y el desafío para los países emergentes de comenzar a ocupar un lugar de protagonismo impensado hasta el 2008, cuando quebró Lehman Brothers.

La certeza de que Amado Boudou se convertirá en vicepresidente de la Nación el 10 de diciembre desató movimientos en distintos sectores del oficialismo que buscan posicionarse en primera fila para cuando la presidenta Cristina Kirchner elija al sucesor o sucesora.

Sectores autodenominados ‘heterodoxos’, ‘desarrollistas’, emparentados con el mundo de las finanzas, ‘keynesianos’ y los siempre presentes jóvenes de La Cámpora forman parte de una disputa que, si bien está suavizada por la seguridad del triunfo el 23 de octubre, no oculta tensiones típicas de las disputas por espacios de poder.

El primero en tener candidato es el propio ministro de Economía, que preferiría dejar en el cargo a alguien de su riñón, no sólo por afinidad ideológica sino por cuestiones instrumentales y algo más terrenales, como los cientos de nombramientos que implica un ministerio.

Boudou impulsa como reemplazo al secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino, hombre clave en la última reestructuración de deuda que es bien mirado por el sistema financiero, y que tendría puentes de diálogo concretos con el Club de París.

Renegociar la deuda con ese pool de naciones acreedoras en crisis será una de las primeras tareas del futuro ministro de Economía, mientras que la principal disputa a resolver será el cálculo de intereses y la forma de pago, un tema en el cual Lorenzino viene trabajando desde hace tiempo.

Como curiosidad, Lorenzino había llegado a la Secretaría con Carlos Fernández como ministro, pero se ganó la confianza de Boudou, en especial porque suele sacarle de encima el trabajo tedioso del día a día del Ministerio para poder dedicarse a la campaña electoral.

Si bien Lorenzino es el principal, no es el único hombre cercano a Boudou que suena para su reemplazo.

El ex frepasista viceministro de Economía Roberto Feletti, quien ya ocupó la presidencia del Banco Ciudad y fue vice del Nación, es bien visto por sectores ultrakirchneristas.

Feletti encabeza la lista de diputados nacionales por la Ciudad de Buenos Aires y tiene algunos puntos que le juegan en contra.

En primer lugar, una desafortunada declaración a una revista realizada hace algunos meses, cuando habló de ‘profundizar el populismo’, por lo que despertó un fuerte rechazo en la comunidad empresaria y hasta generó un pedido de explicaciones al gobierno por parte de algunas cámaras.

Hay temores en sectores empresarios ante la posibilidad de que se produzca una radicalización

del intervencionismo estatal en el segundo mandato de Cristina, que será el tercero del kirchnerismo.

Otra declaración de Feletti también obligó a un llamado de atención de sectores ultra K: fue cuando dijo que ganando en primera vuelta el gobierno ‘no tendría límites’.

‘Eso se piensa pero no se dice’, le habrían hecho notar a Feletti, quien tomó rápida nota de la estrategia. También le juega en contra el hecho de que Cristina pretendería concretar una elección legislativa lo menos ‘testimonial’ posible, es decir, que la mayoría de los candidatos asuma, no como ocurrió en el 2009.

A favor, Feletti también se ganó la confianza de Boudou, quien le pidió encabezar el manejo de ‘La Gran Makro’, el tanque de pensadores que sustenta ideológicamente al ministro y que viene realizando encuentros periódicos en distintas provincias.

Igual, si Feletti finalmente asume como diputado por la Ciudad de Buenos Aires, podría presidir la estratégica comisión de Presupuesto y Hacienda, un cargo clave.

Otra figura que responde a Boudou es el director del Banco Central Sergio Chodos, hombre del ministro en el Central, entidad de la cual las cuentas fiscales dependen cada vez más.

Las aspiraciones de Boudou tienen quien les haga sombra, ya que la desarrollista presidenta del Central, Mercedes Marcó del Pont, también es candidata a ocupar la silla de Economía cada vez que queda vacante.

Su llegada a Economía iría en línea con una idea que merodea la Casa Rosada y que es reclamada por sectores industriales: la creación de un banco de desarrollo con características similares a las del BNDES de Brasil, que brinde financiamiento a proyectos productivos.

El Plan 2020 lanzado por la Presidenta prevé que la inversión pase del 24 por ciento del Producto Bruto en la actualidad al 30 por ciento para cuando termine la década, y ese banco sería funcional a esa estrategia.

Tal vez el nombramiento o no de Marcó del Pont dependa más de que la Presidenta la siga necesitando al frente del BCRA, que viene teniendo un rol clave en la política cambiaria y también es una rueda de auxilio principalísima para financiar el gasto.

En la lista de candidatos también suena Juan Carlos Fabrega, el presidente del Banco Nación que trabajó toda su vida en la principal entidad financiera del país, y en la cual ocupó casi todos los lugares posibles con gran reconocimiento.

Si en cambio Cristina se inclinara por dar una imagen de renovación y seguir apuntando a la incorporación de las nuevas generaciones en puestos encumbrados del poder, empieza a aparecer una lista nutrida de nombres.

Diego Bossio, el titular de la Anses, es uno de los mimados de la Presidenta, que considera a la Asignación por Hijo, la política previsional y el plan de entrega de notebooks a los estudiantes como claves que contribuyeron a su rotundo triunfo electoral en las Primarias. Bossio, junto a Boudou, fueron piezas clave en la instrumentación de estas iniciativas y por ello tiene potencial como ministro de Economía. Posee, además, un ‘valor agregado’: es el esposo de Valeria Loira confidente de Cristina desde sus tiempos de senadora lo cual le abre las puertas de la Rosada cada vez que lo necesita.

Bossio, además, integra ‘La Cámpora’, la agrupación de jóvenes ultrakirchneristas que encabeza el hijo presidencial Máximo Kirchner, y cuyos integrantes tienen ambiciones consideradas ‘desmedidas’ por algunos históricos de la pingüinera.

Allí tienen voz cantante en temas económicos Ivan Heyn y Axel Kicillof, cultores del Estado fuerte y quienes recomiendan a la Presidenta profundizar el modelo con más presencia estatal en todos los ámbitos donde se cocine el poder.

‘El Estado debe estar presente en todas las decisiones de política económica y de producción’, es lo que piensan estos economistas.

Kicillof, director por el Estado finalmente aceptado por el Grupo Techint, tiene un punto en contra: es el ideólogo del plan de recuperación de Aerolíneas Argentinas, que hasta ahora no parece haber arrojado grandes resultados y que obligó al Estado a poner 1.900 millones de dólares desde la estatización de la compañía de bandera.

Junto a Boudou, Kicillof y Heyn fueron disertantes de relieve en las últimas jornadas realizadas por la Asociación de Economistas para el Desarrollo de la Argentina (AEDA), la entidad que encabeza el director del Nación Matías Kulfas, otro de los que suena para algún cargo de mayor relieve en la esfera económica después del 10 de diciembre.

Animado por sectores del establishment, y muy respetado por la Presidenta, cada vez que se habla de poner al ministro de Economía aparece la figura de Mario Blejer, quien fue titular del Banco Central y es un especialista muy respetado en círculos internacionales.

Más allá de quien termine ocupando el Palacio de Hacienda, el desafío será mayúsculo, con un mundo en recesión y el desafío para los países emergentes de comenzar a ocupar un lugar de protagonismo impensado hasta el 2008, cuando quebró Lehman Brothers.

La ministra de Industria, Débora Giorgi -una de las espadas preferidas de la presidenta Cristina Fernández y también candidata para el Palacio de Hacienda-, dio un dato que será clave para la próxima gestión en materia económica.

América Latina todavía importa 457.000 millones de dólares en productos de extrazona: captar parte de ese formidable mercado puede ser una de las claves para consolidar un proceso de desarrollo y poner al país más allá de las turbulencias externas.