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Se asoma el poskirchnerismo

*Por James Neilson. Urtubey. El gobernador reelecto de Salta se diferencia de Cristina y ya piensa en el 2015.

El tren de la felicidad de Cristina hizo una parada en Salta pero, para disgusto de los pasajeros, y ni hablar de los maquinistas, las banderas que vieron flamear no eran las suyas sino las del gobernador reelecto Juan Manuel Urtubey. Para que no quedaran dudas, el joven mandatario salteño les recordó una vez más que no se considera un kirchnerista sino un Justicialista y que, para más señas, no es "un delegado del Gobierno Nacional". Fue su modo de impedir que los omnívoros operadores de la Presidenta se apropiaran de su triunfo como hicieron en Catamarca y, si bien los resultados definitivos siguen siendo un misterio insondable, en Chubut, donde el abanderado del oficialismo nacional sorprendió a todos al por lo menos empatar "técnicamente" con el delfín del ex presidenciable Mario Das Neves.

El gran objetivo de los estrategas gubernamentales es hacer pensar que Cristina es una fuerza de la naturaleza de un poder de atracción tan irresistible que es inútil oponérsele, que es un tsunami humano que en las elecciones previstas para octubre barrerá todo que tenga la mala suerte de encontrarse en su camino. Es una variante de la táctica tradicional de "yo o el caos" que suelen emplear los presidentes hostigados por un rejunte opositor al parecer incapaz de superar sus muchas divisiones. Asimismo, sirve para que los deseosos de apostar al ganador se acostumbren a la idea de que, dadas las circunstancias, les sería mejor optar por el continuismo.

En Salta, el tsunami K apenas se hizo notar. Con el 58 por ciento de los votos, Urtubey consiguió casi siete veces más que Walter Wayar, el representante de la alianza de pingüinos como Julio De Vido y Carlos Zannini con Hugo Moyano, que tenía como compañero de fórmula a un camionero. Por lo tanto, Urtubey pudo darse el lujo de mofarse de Moyano, calificándolo de piantavotos y agradeciéndole socarronamente por su inestimable ayuda. Se trata de una advertencia que no puede sino hacer todavía más agitada la interna oficialista, ya que quienes militan en el ala del kirchnerismo que se supone izquierdista entienden muy bien que la proximidad de Moyano es incompatible con las pretensiones progresistas de Cristina y que, lo que sería peor aún, podría costarle votos valiosos, sobre todo si se resignara a dejarse acompañar por un sindicalista.

A los progres de Cristina les encantaría poder echar a Moyano a los lobos de la Justicia, pero por motivos comprensibles la Presidenta es reacia a complacerlos. Con todo, el que la candidatura de Wayar se haya visto tan perjudicada por su relación con el camionero en jefe le ha brindado motivos adicionales para negarse a incluir muchos sindicalistas en las listas que está confeccionando el Frente para la Victoria.

Aunque Urtubey raramente deja pasar una oportunidad para diferenciarse del Gobierno, insiste en que no es un opositor sino que, por el contrario, apoyaría la eventual reelección de Cristina, porque no quiere que Salta sea víctima de un boicot económico pero también por creer que le sería prematuro comprometerse con una hipotética alternativa que, de prosperar, lo obligaría a postergar sus propios sueños presidenciales.

Lo mismo que muchos otros, Urtubey, que aún no ha celebrado su cumpleaños número 42, está pensando en el 2015. Entenderá que es probable que el "proyecto" kirchnerista se haya agotado por completo bien antes de la fecha así supuesta –si Cristina logra aprobar la prueba electoral del próximo octubre tendría que pagar los costos de la fiesta de consumo que por motivos electoralistas está impulsando–, de suerte que mientras tanto le convendría limitarse a administrar su propia provincia, negándose a participar de las peleas entre los progres y pragmáticos K. Pero no le será fácil mantener un perfil bajo fuera de su provincia. De resultas no tanto de su triunfo contundente en las elecciones salteñas cuanto de su voluntad de subrayar su independencia de la Casa Rosada, Urtubey ya atrae las miradas de los muchos que están escudriñando el panorama nacional en busca de presidenciables que sean más convincentes que los hasta ahora disponibles.

Que hombres como Urtubey se hayan puesto a pensar en la campaña del 2015 no habría sorprendido a Néstor Kirchner. No fue solo por razones médicas o porque habrá querido regalarle a su esposa un país que hace cuatro años la nombró su sucesor sino también porque temía que al difundirse la conciencia de que su período en el poder tenía una fecha de vencimiento que se haría cada vez más cercana, tarde o temprano se desencadenaría una interna tan furiosa que terminaría desbordándolo. ¿Comparte Cristina el juicio de su marido muerto? A veces parecería que sí, de ahí su alusión reciente a lo temporal que será su paso por la gestión, una reflexión filosófica que alarmó a sus dependientes que saben muy bien que, sin Cristina al mando, "el proyecto" se desvanecería casi en seguida.

Huelga decir que la Presidenta dista de ser la única persona que se siente perturbada por la conciencia de que, como decía Borges, no le será dado refutar el tiempo. Con impaciencia en algunos casos y tristeza en otros, muchos miembros de la clase política están preparándose para la llegada ineluctable del poskirchnerismo, aunque hasta ahora no han vislumbrado mucho más que algunas sombras informes en la niebla del futuro. A Moyano le gustaría creer que se caracterizará por el protagonismo de sindicalistas afines, pero su ambición excesiva ya ha provocado una reacción que podría intensificarse mucho en los meses próximos: mal que le pese, escasean los tentados por la idea de ver a la Argentina transformada en una Patria Camionera.

Por su parte, los radicales sueñan con regresar a los tiempos ya casi míticos de Raúl Alfonsín, fantasía que hace explicable el surgimiento de su hijo, Ricardito, pero, tal como afirmó Julio Cobos al abandonar la carrera presidencial, el sectarismo que es tan típico de su partido podría condenar al eventual candidato a salir tercero en octubre detrás de Cristina, si es que finalmente se postula para la reelección, y del representante de la centro-derecha peronista y macrista.

Lo haya propuesto o no, Urtubey en efecto contestó a quienes aseveran que la Presidenta "ya ganó" diciéndoles que "ya fue", motivo por el que quiere mantenerse alejado de la contienda presidencial hasta el 2015. Puede que sea absurdamente prematuro tratar a Cristina como lo que los norteamericanos llamarían una pata renga, pero el que tantos hayan comenzado a preocuparse por el plazo mediano es en cierto modo natural en un país que está habituado a ver los distintos "proyectos", casi todos unipersonales, surgir como burbujas para entonces estallar, dejando todo aun más confuso de lo que había sido antes. Aunque los protagonistas de tales aventuras dicen confiar en que su "modelo" particular durará décadas, cuando no siglos, solamente la peronista se ha mostrado capaz de desafiar al tiempo. Por desgracia, se trata de una proeza que ha tenido consecuencias penosas para el país.

En otras latitudes, movimientos políticos amplios que han sido capaces de suministrar a gobiernos nacionales una base adecuada han conseguido evolucionar, adaptándose con facilidad relativa a los cambios incesantes que ha experimentado el mundo, pero aquí los principales, el peronista y el radical, siguen presas de la nostalgia por un pasado irrecuperable. A su manera, los kirchneristas más vehementes han intentado avanzar un poco, ya que para ellos el paraíso perdido no se ubica en la segunda mitad de los años cuarenta del siglo pasado sino en la primera de los años setenta –un lustro catastrófico para la Argentina–, mientras que muchos radicales quieren regresar a la década de los ochenta. Parecería que el grueso de los políticos, y de los intelectuales que se interesan por sus vicisitudes, creen que hay que volver a un punto de partida ya alejado en el tiempo para comenzar de nuevo con la esperanza de que esta vez todo salga como habían previsto cuando eran más jóvenes.

Pues bien: ¿asumirá el poskirchnerismo la forma de un homenaje colectivo a una etapa ya ida, o se tratará de un intento de crear y poner en práctica una estrategia apta para el siglo XXI y para el país que efectivamente existe? Los presagios no son promisorios: las próximas elecciones podrían resultar ser un duelo entre una setentista y un ochentista. Aunque distintos integrantes del peronismo disidente y el macrismo están trabajando en lo que podría ser una alternativa genuina al statu quo, no les será del todo sencillo superar las dificultades planteadas por las ambiciones incompatibles de los dirigentes y por la magnitud de los problemas que los gobiernos próximos tendrán que enfrentar. Por lo demás, es tan fuerte la tradición oposicionista –de oposición al mundo moderno que se hace más exigente por momentos–, que sorprendería que lograran plasmar un programa de gobierno que fuera a un tiempo realista y lo bastante atractivo como para asegurarles un triunfo electoral en octubre o en el 2015, después de la gestión de quien, le guste o no le guste, se haya visto constreñido a emprender la tarea nada sencilla de procurar corregir las distorsiones resultantes de años de populismo extraordinariamente miope o, caso contrario, intentar aprovecharlas en beneficio propio como han hecho, con éxito innegable, varias generaciones de políticos nacionales.