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Robledo Puch cumple 67 años: soledad, charlas con un pastor y el día que le regalaron una camiseta de River

El famoso asesino pasa sus días en la cárcel de Sierra Chica. Cómo vive y qué sueña para su futuro.

Nota extraída de Infobae

No recibirá regalos ni visitas. Ni siquiera una carta. Tampoco llamará a nadie. Carlos Eduardo Robledo Puch cumple hoy 67 años. El último cumpleaños que pasó en libertad fue el 19 de enero de 1972, dos semanas antes de caer por once asesinatos. Por entonces, el llamado "Ángel Negro" vivía en un país que estaba bajo la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse.

Robledo sigue siendo el hombre que más años estuvo preso: el 2 de febrero cumplirá 47 años en prisión. Por matar por la espalda o mientras dormían a nueve hombres y dos mujeres. En la actualidad pasa sus días leyendo o escribiendo cartas. Insiste en pedir su libertad y quiere que su caso sea considerado una injusticia porque, según asegura, no mató a nadie.

Más allá de que hace 15 años dijo que se había distanciado de Dios, después de que un cura le negara vivir en su casa si algún día salía en libertad, ahora recibe a un pastor evangelista.

El asesino civil más famoso del país sigue sin ver la película El Ángel, pero vio los programas de tevé que hablaron de su historia llevada a la pantalla grande. Impulsado por eso planea protagonizar un documental. "Para contar mi verdad", dice. "Si no fuera famoso, ya estaría libre".

Cumpleaños en Sierra Chica

Hace 10 años tuve la oportunidad de visitarlo en su cumpleaños. Era el domingo 19 de enero de 2009, en la cárcel Sierra Chica. Robledo Puch cumplía 57 años y yo estaba ahí, con una bolsa, un libro envuelto en papel de regalo (por carta me había pedido que le regalara algo) y una torta con crema que se estaba derritiendo por el calor y por la demora de un guardia en abrir un candado. Mientras esperaba a Robledo, apareció El Tumba, el asesino de dos policías que siempre me hablaba cuando entraba en la cárcel.

Una vez más, proclamó su inocencia y dijo que saldría libre antes de lo pensado. Me preguntó qué llevaba en la bolsa. "Una torta", le respondí. Y se fue a avisarle a Robledo que estaba ahí, esperándolo. Diez minutos después, a lo lejos, vi venir a Robledo. Estaba con pelo. Canoso, parecía otro hombre.

enía un aire al actor Norman Briski. Vestía una musculosa blanca y pantalones cortos. Lo saludé y le regalé el libro La novela de Perón, de Tomás Eloy Martínez, y una camiseta de River, su equipo favorito. Sonrió y agradeció emocionado. Dijo que esa noche iba a empezar a leer el libro.

Se probó la camiseta, besó el escudo de su equipo y dijo: "Hace rato que no juego al fútbol. Me gustaba ir al arco. Mis ídolos son el Beto Alonso y Amadeo Carrizo".

La torta chorreó un líquido extraño y pegajoso. La había comprado en la panadería de enfrente, la única que hay en Sierra Chica. Robledo tenía una teoría:

-Ahí pichicatean la masa con una falopa rara. Siempre que como esas facturas que me traes, me agarra una cagadera terrible. Se las termino regalando a un paria del pabellón 7. Las come rancias. Es un tipo que está muerto de hambre: sería capaz de comer una rata.

Le sugerí que guardara la torta para comerla con su amigo Caballo. Estuvo de acuerdo. Mientras, tomamos un café batido y comimos medialunas.

Esta fecha especial en que - salvo yo- nadie recordó su cumpleaños, le trajo recuerdos.

-Para mis cumpleaños recibía regalitos de mi mamá. Eran sencillitos: soquetes, calzoncillos, una remera o una camisa; cosas así. Pero no tengo un recuerdo especial de mis cumpleaños, salvo haberlos pasado con mis padres, juntos en familia. Era muy zonzo. No pedía cosas. Me conformaba con lo que me regalaban. Los dos regalos más lindos que recibí en mi vida fueron un triciclo y un camión cisterna de juguete que me dieron para Reyes. También me acuerdo del camión de bomberos marca Bichi, a fricción, el patrullero azul de hojalata hecho por los japoneses, que después de perder la guerra inundaron el mundo con sus juguetes. Me acabo de acordar de un tractor Fiat anaranjado de chapa, bien argentino. Era una réplica de los originales.

-¿Alguna vez fuiste feliz?

-Soy feliz cuando River sale campeón. Tal vez no haya conocido la felicidad. Ni de niño, ni de joven, ni de viejo. No he vivido nada.

-¿Qué imagen creés que la gente tiene de vos?

-La de un asesino. Si la prensa le dijo eso.

-¿Sabías que hay una banda de música que se llama La Robledo Puch por vos y que hay un grupo folclórico que hizo una canción en tu nombre?

-Viven de mi fama. Que hagan lo que quieran.

-Si se escribe tu nombre en Internet, aparecés en 3180 páginas web.

-Ni idea. Nunca anduve en Internet.

Robledo tampoco sabía que en la red social Facebook hay usuarios que le rendían tributo y destacaban su célebre frase "a los 20 años no se puede vivir sin coche ni plata". En un negocio de la peatonal Lavalle y Suipacha, en pleno microcentro porteño, un comerciante vendía remeras con la cara de Robledo. Las tuvo que sacar de circulación porque muchas personas se quejaron. En los Estados Unidos, la ropa y los souvenirs sobre asesinos causan furor.

-¿Realmente querés salir o estás mejor preso?

-Quiero salir y soy consciente de que me enfrento a una sociedad perversa. Una sociedad en la que la gente muere de hambre o come de la basura es absolutamente perversa.

La visita no duró más de dos horas. En un momento, Robledo se puso de mal humor. La noche anterior había visto en televisión un programa viejo de Todo por dos pesos. Dijo que uno de sus conductores, Diego Capusotto, anunció lo que tendrían para el próximo programa.

Robledo se paró y empezó a bailar como bailaba Capusotto. De izquierda a derecha. Hacía tres pasos hacia la izquierda y tres pasos hacia la derecha. Sus movimientos eran rápidos y torpes. Levantaba los brazos y los movía hacia los costados. Mientras bailaba con los ojos abiertos de par en par, dijo:

-Y en una parte, el demente este de Capusotto gritó: "¡Prepárense para la próxima semana porque presentaremos en exclusiva el musical de Robledo Puch!". Lo dijo y se recontracagó de risa. No dejaba de bailar como ahora bailo yo. ¡Está loco este tipo! ¡¿Por qué mierda me tiene que tomar el pelo?! Lo peor es que todos los que estaban en la tribuna se reían, bailaban y tiraban papelitos. Con gente así, este país se va hundir.

La escena fue absurda. Robledo en musculosa, pantalón corto (sus piernas son flaquísimas, como las de un adolescente esmirriado) y haciendo un pasito cómico. Pero su cara transmitía furia. Contuve la risa como pude. Un guardia se acercó sorprendido por lo que veía. Robledo lo miró y lo felicitó porque llevaba un cinturón con una banderita argentina.

-Estos son patriotas - dijo.

Luego aseguró que merecería ser guardia de una cárcel porque recordaba de memoria todos los nombres y las caras de los detenidos. Y conocía cada rincón de la prisión como si la hubiese construido él. Se quejaba porque había policías "obesos o que fuman a dos manos y no pueden correr a un delincuente ni cincuenta metros". Dijo que tenía vocación para servir a la sociedad, y nos despedimos.

Días después dijo que la camiseta y el libro habían sido los mejores regalos que le habían hecho en su vida.