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Ricardo López Murphy: "El Gobierno ha puesto un torniquete para evitar una catástrofe económica"

"En el corto plazo la desconfianza sobre las posibilidades de las propias políticas oficiales y también sobre eventos futuros es grande."

-¿Está trabajando en un plan económico para el Presidente ?

-Eso no es verdad. Lo que es cierto es que desde que comenzó el problema serio en abril de 2018, yo era muy consciente de que la situación iba a devenir en una crisis aguda. En realidad ya era muy crítico desde la campaña electoral de 2015 por el diagnóstico que exhibían ante la sociedad. Scioli decía que no iba a hacer nada y Macri "yo tampoco". Y yo creía que el problema que enfrentaba Argentina requería un programa importante por los desequilibrios de 13 años de populismo, que implica una severa descapitalización en energía, en la posición negativa de cambios del Banco Central, en la destrucción del capital de las Fuerzas Armadas y en la infraestructura. Había un segundo problema muy serio por el cambio en las circunstancias externas del segundo semestre de 2014, cuando las exportaciones caen 40%. Los márgenes que hubo en esa década fantástica de condiciones externas excepcionales habían terminado, eso lo vimos en la crisis brasileña, obviamente en el desquicio venezolano y nosotros íbamos a sufrir una experiencia muy dura. Eso se negó. Se lo quiso enfrentar con endeudamiento y los dos primeros años fueron un error por no haber enfrentado la inmensa crisis fiscal que tenía Argentina. Hubo una profunda subestimación de las dificultades que se iban a vivir al final del período de Gobierno como estamos viviendo.

-¿Pero hizo o no un plan?

-Hemos hecho un boceto de los problemas que hay que afrontar. Hacer un programa requiere muchos recursos, un equipo muy grande de economistas para calibrarlo, para hacer los proyectos, para escribir sus posiciones y motivos. Eso no se ha hecho.

-¿Cómo define la crisis actual?

-En abril yo sabía que no había otra alternativa que ir al FMI y a los organismos multilaterales y aún así iba a ser muy difícil, porque íbamos a enfrentar una brutal crisis de confianza. En Argentina las crisis de las elecciones siguen presente. Nosotros vamos a elecciones en la misma fecha que Uruguay y en Uruguay gane quien gane a nadie se le ocurre poner en duda las políticas macroeconómicas. El ministro de Economía del actual gobierno uruguayo dice que lo que Argentina nunca logra arreglar es la macro. Y tiene razón, ese es un problema que hemos tenido y que hemos subestimado. Pretender tener déficit gigante en un país que no tiene sistema financiero ni mercado de capitales, es una cosa que va contra el sentido común.

-¿Qué opina de las últimas medidas?

-Esto es como poner es un torniquete para evitar una catástrofe económica. Van a tener que trabajar en un programa de reforma estructural que es un programa grande. El programa que hay que hacer es el que va a durar más de una década, un programa de mucha envergadura. La Argentina tiene que crecer. Y, como todos los países que han sufrido una crisis de esta naturaleza, hay que aumentar muy grandemente el volumen de exportaciones de bienes y servicios para reemplazar con esa demanda solvente la demanda que venía de gasto público y consumo financiada con endeudamiento externo. Reconozco que popularmente es más placentero endeudarse que vender exportaciones de bienes y servicios, pero esto último es más sostenible, es más realista. Argentina invierte muy poco. Para crear empleo y para poder crecer necesitamos aumentar fuertemente nuestra inversión. No le veo escape a eso, a las inversiones y la exportación, gobierne quien gobierne. El stock de capital hoy crece al 1%, pero para que podamos crear empleo de una manera que sea consistente con el crecimiento de la población y con absorber lo que está desempleado y empleado artificialmente en el Estado usted necesita pasar el crecimiento del stock de capital a por lo menos 3%. Eso implica subir cinco puntos la inversión, eso implica llevar el déficit a cero. La corrección que hay que hacer es estructural. Y eso no se puede hacer simplemente sentándose sobre el gasto. Parte de lo que se ha hecho, ha sido eso. O sea, se le ha puesto techo financiero al gasto, eso lo ha bajado, pero lo ha bajado de una manera no sostenible. Para que sea sostenible hay que hacer reformas y las reformas son bien amplias.No existen las reformas fáciles. La previsional, la laboral son difíciles en todos los países del mundo. Está claro que esos fueron los problemas que no se enfrentaron al comienzo.

-¿Esa fue la falla que nos condujo a esta crisis?

-La idea que íbamos a poder financiar los desequilibrios heredados acumulando deuda fue equivocada. Y esa sobrestimación de la capacidad de endeudamiento fue para mi la piedra basal de muchos de los errores que se cometieron. También, la idea de que el país podía soportar estos niveles de gasto público. Nosotros hoy estamos con la presión tributaria más alta de nuestra historia y tenemos una crisis fiscal con impuestos altísimos, extravagantes, que prácticamente hacen imposible la vida de las pequeñas y medianas empresas, hacen imposible contratar mano de obra. Entonces ese problema no se puede arreglar subiendo impuestos. Ese desborde extraordinario del gasto nunca formó parte de la narrativa oficial ni en la campaña electoral. Acuérdese cómo era la campaña con los bailecitos y los globitos. No lo digo con agresividad pero se transmitía gestualmente a la sociedad un mensaje: que no había grandes problemas. Entonces si usted no pone los problemas frente a la sociedad, es muy difícil afrontarlo. El contraargumento a lo que yo digo es que los eligieron. La línea argumental de que no había problemas era atractiva, que las cosas se arreglaban con menor corrupción, eliminando en lo posible la escandalosa corrupción que teníamos y gestionando mejor. Eso no es cierto. El país tenía problemas estructurales extraordinarios y los sigue teniendo. Ninguno de esos problemas es inabordable. Es menos que lo que hizo España, Portugal, Irlanda. No digamos Grecia y menos lo que tiene que hacer Brasil.

-¿Cree que el Gobierno podrá calmar al dólar y contener la inflación, de cara a las elecciones?

-A veces no se registra la magnitud de la devaluación que hemos tenido. ¿Cuánto fue el traslado a precios? Fue una fracción. Se devaluó muy fuerte porque empezó una inviabilidad externa. Se pensó que se hacía viable a nuestro país tomando deuda con niveles de 35 mil, 40 mil millones de dólares por año, eso no era razonable. No lo fue nunca. Pero además no era deuda para que el sector privado invierta y capitalice el país. Era para financiar el gasto corriente del sector público. Entonces no es sostenible eso ni acá, ni en ningún otro lugar del mundo.

-¿Qué cree que puede llegar a pasar con el dólar?

-Yo tiendo a darle menos relevancia al dólar y más los indicadores macroeconómicos. En nuestro caso, un país relativamente pobre, tenía 4,2 millones de turistas en el exterior y recibía 2,4 millones de turistas de afuera. Teníamos un fuerte déficit comercial. Todos los países que han salido de un parate del financiamiento externo lo han hecho con un dólar relativamente alto en términos históricos. No hay que asustarse. Yo no le doy tanta importancia al dólar. Sí la cuestión fiscal se pone bajo control y se crean los incentivos para que el país pueda emplear, invertir y exportar y se desbloquean todos los mecanismos, se sale. Es verdad que en el corto plazo la desconfianza sobre las posibilidades de las propias políticas oficiales y también sobre eventos futuros es grande. Hay una gran incertidumbre sobre lo que se va a hacer después de las elecciones. La desconfianza no es no solo sobre cómo se llega a las elecciones. Hay dudas sobre lo que se va a hacer después. No le demos tanta importancia a la cuestión del dólar. Prestemos mucha atención a si son consistentes las políticas monetarias y fiscales.

-¿Cómo se resuelve en un sistema democrático?

-Con el Gobierno clarificando cuál es su política presupuestaria, de financiamiento, sus reglas del juego, de la manera más franca y transparente. Y con la oposición exponiendo su programa. Claro que si la estrategia de la oposición es estar mudo eso crea una incertidumbre, pero el proceso democrático va a gestar en el debate la necesidad de blanquear qué quieren hacer. Obligará a transparentar. Yo sigo con mucho cuidado la discusión uruguaya. Vamos a tener elecciones el mismo día. En Uruguay nadie se angustia por la macro y tienen dificultades quizás más profundas que las nuestras. Argentina tiene enormes recursos estructurales que no están disponibles en otros países. Tenemos una oportunidad pero hay que invertir. No veo problemas que no sean abordables. Si me pone en la frontera de Israel y Palestina, ese sí me parece un problema muy complicado. O en Ucrania con Putin invadiéndome, o en Venezuela. Ahora bien, nosotros tenemos un riesgo país extravagante. Entonces la pregunta que tenemos que hacer es ¿cómo comprimimos ese riesgo país? Hay que pensar las reformas que nos permitan por muchos años balancear el presupuesto y hacerlo no poniendo techos, sentándonos sobre los gastos, sobre los pagos, sino balanceándolo en términos sostenibles en el tiempo. La finalidad es que la deuda pública respecto al PBI vaya bajando sistemáticamente porque el país tiene intolerancia a la deuda. Y cuando la deuda pública crece, se le empiezan a ocurrir a buena parte de nuestro liderazgo, las ideas más disparatadas. hay que bajar la deuda. Siempre recuerdo en febrero de 2002 cuando visitaba Japón, una de las cosas que me preguntaban era "cuántos dirigentes argentinos se suicidaban por el default". Digo no, no se suicidan, festejan. Los japoneses se suicidan por incumplimiento. Acá festejamos. Es una diferencia importante.

-¿Cuáles son las oportunidades para Argentina?

- Este año vamos a tener una cosecha extraordinaria, tenemos los mejores agricultores del mundo y toda la cadena agroalimentaria argentina es muy potente. Fíjese que cuando le sacamos el pie de encima, nuestras exportaciones de carne comenzaron a volar. Tenemos un amplio espectro desde el turismo, la energía, las economías regionales, las industrias del conocimiento y la de software. Todo ese espectro hoy depende mucho de la inversión, como en Vaca Muerta. Claro que se necesita un clima proclive a la inversión, que baje el riesgo país, porque con estas tasas nada es viable. Y tenemos ese nivel de riesgo y de tasas en este momento por los errores cometidos por el Gobierno y por la incertidumbre del futuro.

Ricardo por Balbín, Hipólito por Yrigoyen
Irlandés por su lado materno y vasco por el paterno, López Murphy creció entre inmigrantes que se enfrentaron a los conservadores de principios de siglo y abrazaron al partido radical. Sus propio nombre así lo indica. Su padre, jefe de policía de Arturo Illia, lo llamó Ricardo por Balbín y también Hipólito por Yrigoyen. Después de todo, la familia vivía en Micheo una localidad de General Alvear en la provincia de Buenos Aires donde Yrigoyen poseía sus campos. "Eran vascos, así que se imagina la afinidad natural con el presidente Yrigoyen. Integraban ese segmento de la sociedad que buscaba representación en un régimen que era elitista, cerrado y fraudulento.

López Murphy estudió Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de La Plata y luego realizó un master en la Universidad de Chicago. Cuenta que cuando llegó a Estados Unidos era un joven de ideales socialistas. Antes se había desempeñado como presidente del centro estudiantil, siempre como militante de Franja Morada.

Pero claro sus lecturas de Friedrich August von Hayek, el filósofo, jurista y economista austriaco que escribió El camino de la servidumbre, dedicado a los socialistas de todos los partidos, le cambiaron su visión del mundo. También su admirado Milton Fridman, galardonado con el premio Nobel. Lector voraz, conoce a fondo la obra de otro filósofo, Karl Popper, padre del racionalismo crítico.

Cuando se le pregunta por sus referentes, López Murphy señala a sus profesores de La Plata y a los de Chicago: "Ellos me enseñaron a pensar".

Podría decirse que López Murphy es de esas personas con costumbres que se mantienen en el tiempo, como la natación que practica tres veces por semana en el Club de Tenis de Adrogué que este año cumple un siglo. Confiesa que le costó sacarse el bigote como le recomendaban sus tres hijos. todos economistas, para que se modernice. "Lo hice", dice a quien llamaba el bulldog cuando se desempeñaba como ministro de Defensa de Fernando de la Rúa. "En aquel momento había gente que pensaba que se podía entrar bailando salsa al ministerio de Defensa", justifica aquel look marcial. Usa un reloj de última generación y según desliza le permite a sus hijos y a su mujer, contadora de profesión, controlar la "cantidad de ejercicio que hago".

Uno de sus momentos de dolor fue cuando renunció a la UCR en 2002. Ahora busca ser diputado con Darío Lopérfido ¿Por qué? "Porque alguien tiene que señalar lo que no funciona".

-¿Sigue pensando que debe cambiar la universidad pública?

-Sigo creyendo que debe tener reglas de funcionamiento más razonables. Con una inmensidad de estudiantes y muy pocos graduados no me parece eficaz. Nuestra matrícula esté sesgada a determinadas actividades profesionales y no a formar más en ciencias duras, que es lo que hacen las universidades públicas en el mundo. Y debería haber un mecanismo de financiamiento a la uruguaya. En Uruguay, después de graduados devuelven al menos una parte del costo de los estudios.