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Recuerdos de provincias

*Por Mario Wainfeld. Carlos Soria logró la gobernación de Río Negro, por una diferencia sideral, superior a sus optimistas predicciones previas y a las encuestas que manejaba. La polarización bipartidista, conforme se esperaba, rompió los relojes y redujo a la irrisoriedad a los demás contendientes.

Terminó la hegemonía del radicalismo en la única gobernación que conservó ininterrumpidamente desde 1983.

Para la Casa Rosada, la diferencia entre un radical K (el batido aspirante César Barbeito) y un kirchnerista de la última hora (como Soria) es entre relativa y nula. Su principal objetivo, contar con interlocutores no conflictivos en las provincias, parecía estar garantizado en cualquier caso.

Con la goleada culmina el ciclo de trece competencias provinciales escalonadas. Antes de su comienzo se pensaba que iban a ser un desafío arduo (si no un calvario) para el Frente para la Victoria (FpV). No fue así. El promedio y los distintos escenarios que se fueron suscitando le resultaron muy propicios. También resultaron fructíferos para los oficialismos provinciales, muy reconocidos por sus pueblos.

La seguidilla impactó significativamente en el escenario nacional. A medida que se iba conformando un cuadro muy favorable al kirchnerismo, sus contrincantes fueron mitigando sus ambiciones, desistiéndolas, modificando sus planes, plasmando coaliciones impensadas, zigzagueando.

La participación fue masiva en todos los comicios. La versatilidad de los pronunciamientos populares, otra referencia llamativa. La diferencia entre lo elegido a nivel provincial, municipal y en las Primarias Abiertas nacionales describe una ciudadanía atenta, vivaz y móvil, ya canchera en eso de discernir criterios según el distrito en cuestión.

Repasemos, a modo de precario saldo, algunos números que arroja el maratón, con alta implicación ciudadana y veredictos rotundos. Los datos se refieren al ciclo iniciado en 1983, con la recuperación democrática.

2 provincias de las 13 que ya votaron, ambas radicales, cambiaron de dueño: la primera y la última del calendario. Catamarca era "UCR estricta". Río Negro pertenecía al apodado radicalismo "K".

3 gobernaciones "recuperó" el FpV. Parece un sinsentido si se repasa el párrafo anterior, pero la política tiene razones que la matemática no termina de explicar. Catamarca y Río Negro se consiguieron merced a las urnas. La tercera fue Chubut. Ahí primó por un pelito (y con escrutinio escabroso) Martín Buzzi, delfín de Mario Das Neves. Buzzi se pasó a las huestes del FpV, en pos de tener un futuro político viable. Lo resolvió en paralelo con la caída libre de Das Neves, quien retractó entonces su ambición de ser candidato a presidente.

4 provincias siguen siendo gobernadas por "terceros partidos": reeligieron fuerzas que no son ni peronistas ni radicales. Se trata de Neuquén (Movimiento Popular Neuquino); Ciudad Autónoma de Buenos Aires (PRO), Santa Fe (socialismo) y Tierra del Fuego (Partido Social Patagónico).

6 linajes políticos se reparten, pues, los 24 distritos. Los cuatro antedichos, el peronismo y el radicalismo. O, por ser ligeramente más precisos, "los peronismos" y "los radicalismos". La hegemonía justicialista es marcada, el radicalismo sigue segundo (cada vez más distante). Esas son variables firmes, de décadas. Las matizan nuevos colores en los mapas provinciales.

9 provincias elegirán presidente y gobernador el 23 de octubre. Todas tienen mandatarios justicialistas. Salvo San Luis, embanderada con los Rodríguez Saá a partir de 1983, se encuadran dentro del FpV.

17 gobernadores, en 1987, fue el mayor acumulado del peronismo (en sus siempre surtidas vertientes). Si batiera a sus adversarios en todas las competencias de octubre, superaría esa valla, trepando a 18.

2 provincias, solamente, le quedarán al radicalismo después de ayer: Corrientes (UCR "estricta") y Santiago del Estero (radical "K"). Se rigen por un calendario diferente al conjunto, consecuencia de intervenciones federales ocurridas años atrás. Por lo tanto, no designan gobernador en 2011.

1987 fue el año en el que el radicalismo quedó con menos gobernaciones. Dos, como ahora. Fue una debacle del gobierno del presidente Raúl Alfonsín contra el ascendente PJ.

8 fue el record radical, durante el mandato del presidente Fernando de la Rúa.

3 provincias podrían mejorar la deprimente marca actual de los boinas blancas, según sus cálculos e ilusiones: Mendoza, La Pampa y Entre Ríos. En todas, el panorama se ensombreció por la gran cosecha de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en las primarias.

1 sola de ellas, máximo, podría recobrar el radicalismo según el ojímetro del cronista, siempre falible. Dado que de pálpitos hablamos, se ahorran detalles.

1 distrito retuvo el PRO, la Capital. Muy buena, aunque con futuro vidrioso, fue su cosecha en Santa Fe. Y zafó en Salta.

1 provincia, "su" Santa Fe, fue el único éxito del socialismo y su único desempeño competitivo.

5 veces, como mínimo, se anunció que un resultado provincial anticipaba una caída nacional (inexorable o casi) del kirchnerismo. Alguna vez se puntualizó que lo "hicieron trizas". Los pronósticos apocalípticos se divulgaron cuando Mauricio Macri goleó en las dos vueltas de la Capital, cuando Juan Manuel Urtubey logró una holgada revalidación en Salta, cuando el socialista Antonio Bonfatti mantuvo el poder en Santa Fe y Miguel del Sel se llevó una carrada de votos (desde entonces, se desconoce su paradero). Y cuando José Manuel de la Sota venció y parió el efímero "cordobesismo". Esas profecías fueron tapa de diarios, augurios de presidenciables opositores y profecías similares a las de los gurúes económicos del Grupo A.

50,21 por ciento de los ciudadanos avaló a Cristina Fernández de Kirchner en las primarias, resignificando lo sucedido en las provincias, motivando un estado de asamblea y disgregación en sus competidores directos.

1 cronista, el autor de estas líneas, cree que todas las menciones precedentes son muy interesantes y que es peliagudo reducirlas a un balance.

El sufragio universal y obligatorio, gran conquista de los partidos nacionales y populares, es (antes que una imposición legal) una realidad sociológica. La participación ciudadana en cada convocatoria es masiva, los pronunciamientos opinables, pero jamás indescifrables ni carentes de sentido.

El mapa revela que muchas provincias tienen límites en línea recta, artificios del hombre, ajenos a la naturaleza o la geografía. Sin embargo, cada provincia transformó esa convención en un dato real, moldeó una identidad propia, una historia. Ninguna es idéntica a otra. Ninguna es uniforme en su interior.

La voz del pueblo resonó de modo variopinto, propio de un país federal y pluralista.

Dialécticamente, la sociedad prolonga tradiciones y pertenencias. En 2011, sus pronunciamientos sesgaron firmemente a favor de los oficialismos. En 2009 había sacudido al kirchnerismo en buena parte de los distritos, incluyendo la provincia de Buenos Aires. "La gente", "el pueblo" no repite mecánicamente conductas, se expresa ante cada coyuntura. Su mensaje es soberano, digno de todo respeto y de la mayor atención. No para consagrarlo perfecto, ni para resignar posturas alternativas a las mayoritarias sino, nada menos, para entender de qué se trata.