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Recen por Japón, preocúpense por Europa

Por Roberto Samuelson. Mientras el mundo ha estado absorto con Japón, Europa ha luchado por evitar otra crisis financiera. En cualquier escala Richter de amenazas económicas, eso podría ser, en última instancia, más importante que la penosa tragedia de Japón.

Un motivo es el tamaño. Europa representa alrededor del 20 por ciento de la economía mundial; mientras que Japón, el 6 por ciento. Otro es que Japón podría recuperarse más rápidamente de lo que ahora se imagina; eso es lo que sucedió después del terremoto de Kobe de 1995. Es difícil hablar de la "crisis económica mundial" en pasado en la medida que el problema de la deuda de Europa siga empeorando; y lo está haciendo.

Justo la semana pasada, los líderes europeos dieron los toques finales a un plan para incrementar un fondo de rescate de aproximadamente 250.000 millones de euros (alrededor de 350.000 millones de dólares) a 440.000 millones de euros (615.000 millones de dólares) y finalmente a 500.000 millones de euros (700.000 millones de dólares). Al prestar dinero a naciones golpeadas por la deuda, el fondo intentaría impedir que entraran en mora en sus bonos gubernamentales, lo que podría tener consecuencias ruinosas. Los bancos podrían sufrir enormes pérdidas en sus portafolios de bonos; los inversores podrían entrar en pánico y el mundo podría recaer en una recesión.

Europa debe hacer algo. Grecia e Irlanda ya están en recesión de pagos. Los inversores privados no desean comprar sus bonos a tasas razonables. Hay preocupación con respecto a Portugal y España; Moody's recientemente bajó de categoría a ambos, aunque la clasificación de España aún es alta. El problema es que los que patrocinan el fondo de rescate son a su vez grandes deudores. En 2010, la carga de la deuda de Italia (la proporción entre la deuda de su gobierno y su economía, o producto bruto interno) era del 131 por ciento; esa cifra excedía la proporción de la deuda española de un 72 por ciento. La proporción de deuda era alta incluso para Francia (92 por ciento) y Alemania (80 por ciento).

INTERROGANTES

Tal como lo sugieren estas cifras, no hay un umbral automático más allá del cual los inversores privados se nieguen a comprar la deuda de un país. Se considera que Alemania y Francia son inversiones sanas, que merecen tasas de interés bajas, porque se juzga que sus economías son fuertes. Pero las percepciones y la confianza de los inversores pueden disolverse en un instante. Si los mercados privados perdieran su fe en Italia o Bélgica, por ejemplo, hasta el fondo de salvamento incrementado no sería suficientemente grande para rescatarlos. Todo el plan se basa en deudores que prestan a deudores. Podría derrumbarse si los inversores llegan a la conclusión de que no es viable, se deshacen de los bonos y exigen tasas de interés más elevadas.

Quién sabe lo que sucedería entonces. ¿Se producirían incumplimientos de pagos? ¿Les seguiría una crisis bancaria? ¿Abandonarían algunos países el euro? (Suena simple; en la práctica, sería enormemente complejo. Un país tendría que convertir todo su dinero en una nueva moneda nacional, sería legalmente imposible cambiar algunas deudas de euros. El país probablemente tendría que imponer controles de capital (restricciones del dinero que entrara o saliera del país). ¿Compraría el Banco Central Europeo -la Reserva Federal del continente- enormes cantidades de bonos del gobierno? ¿Organizaría el Fondo Monetario Internacional un rescate, financiado en gran medida por China, para salvar a Europa?

EL ROL DEL EURO

Europa ha llegado a esta deprimente situación impulsada por tres fuerzas: (a) enormes Estados providentes de beneficios sociales que fueron demasiado a menudo financiados con deuda; (b) la crisis financiera que llevó a la recesión y que ha empujado a algunos países (Irlanda, España) a ayudar a sus bancos; (c) los perversos efectos secundarios de la moneda única, el euro.

El papel del euro es especialmente irónico. Adoptado en 1999 -y utilizado ahora en 17 naciones- la intención del euro era promover la prosperidad y la unidad política. Los países podrían disfrutar de tasas de interés similarmente bajas y de la conveniencia de una moneda común. Pareció funcionar por un tiempo. Pero las tasas de interés bajas en Grecia, España e Irlanda estimularon auges insostenibles o burbujas de la vivienda que, cuando estallaron, agravaron las recesiones y los déficits presupuestarios. Ahora la unidad se ha convertido en discordia. Los países que respaldan el rescate de la deuda -particularmente Alemania- se resienten por los costos posibles; los países rescatados se resienten por la dura austeridad que se les impone como condición de la asistencia.

CONSENSO FRAGIL

Hay un frágil consenso deudor-acreedor que podría derrumbarse, presentando un peligro más para la recuperación económica. Ya, las tasas de desempleo en Grecia e Irlanda rondan en el 13 por ciento. ¿Cuántos más rigores presupuestarios (recortes de gastos, incrementos fiscales) aceptarán los países antes de que el malestar social o el orgullo nacional hagan que los políticos digan "basta"? Hasta los países europeos que no enfrentan un problema de deuda inmediato necesitan reducir el déficit presupuestario para retener la confianza del mercado. Todos enfrentan un mismo dilema. Demasiada austeridad demasiado rápidamente podría crear una recesión, incrementando el déficit. Demasiado poca austeridad demasiado lentamente podría poner nerviosos a los inversores, elevando las tasas de interés y los déficits.

Es comprensible que el sufrimiento humano, la destrucción física y el peligro nuclear en Japón llamen poderosamente nuestra atención. Pero debemos recordar que una amenaza mayor para la estabilidad y prosperidad globales yace a mitad de camino.