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¿Qué va a pasar con el dólar en 2013?

* Por Nicolás Litvinoff. Cuando hablamos de la divisa estadounidense y lo que podría pasar con lo hacemos siempre referido al peso argentino, por lo cual, estamos hablando de los potenciales movimientos que podría tener este último en función la inflación, el comercio internacional y las restricciones cambiarias.

Nota extraída de La Nación

Cuando hablamos de la divisa estadounidense y lo que podría pasar con ella de aquí en más, lo hacemos siempre referido al peso argentino, por lo cual, a fin de cuentas, estamos hablando más de los potenciales movimientos que podría tener este último en función de las distintas variables que lo influencian: la inflación, el comercio internacional y, como novedad desde octubre de 2011, las restricciones cambiarias (cepo) implementadas por el gobierno local.

Pero hagamos primero un poco de historia para saber de dónde venimos, y poder luego aventurar dos escenarios futuros para los próximos 12 meses en función de las expectativas reinantes en este nuevo año que se encuentra aún en pañales.

Historia del peso argentino

El peso se convirtió en la moneda nacional de la República Argentina en el año 1992, cuando reemplazó al vapuleado Austral, protagonista de la hiperinflación que dictaminó la suerte del gobierno de Raúl Alfonsín en ese entonces. También fue conocido como peso convertible debido a su paridad con el dólar, que se extendió hasta la modificación a la ley de convertibilidad que se produjo al estallar la crisis de 2001 que determinó la salida de ese modelo un año después.

Pero remontándonos a sus orígenes, es interesante recordar que el peso convertible comenzó a circular el 1º de enero de 1992 bajo la llamada Ley de Convertibilidad de 1991 (ley nº 23.928). En sus comienzos, cada peso equivalía a 10.000 australes de ese momento. A partir de allí y hasta el 7 de enero de 2002, tuvo un valor monetario igual a 1 dólar estadounidense por peso.

El modelo de convertibilidad tuvo éxito en contener el aumento de precios que amenazaba con destruir la economía, y en sus primeros años logró generar crecimiento económico e incluso deflación de precios. Ya en el segundo mandato de Carlos Menem, la desocupación y la destrucción de la industria nacional produjeron el agotamiento del modelo, que alcanzó su clímax durante la presidencia de Fernando De la Rúa, con las tristes consecuencias conocidas por todos.

A partir de la derogación parcial de la Ley de Convertibilidad bajo el gobierno de Eduardo Duhalde, el peso argentino llegó a perder las tres cuartas partes de su valor frente a la moneda norteamericana, cayendo el 25 de marzo de 2002 al piso de 4 unidades por dólar.

A partir del 2003 y bajo el gobierno de Néstor Kirchner, el peso pudo recuperar terreno e incluso el Banco Central tuvo que intervenir en varias oportunidades para que el dólar no perdiese relevancia frente al mismo, situación que se revirtió durante el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. El cepo cambiario que tuvo nacimiento en octubre del 2011 produjo (además del aceleramiento en la devaluación del tipo de cambio nacional) un efecto "desdoblamiento" que hizo que actualmente existan por lo menos 9 tipos de cambio distintos que es necesario tener en cuenta según la operación a realizar.

Efecto desdoblamiento y brecha cambiaria Más allá de la multiplicidad y complejidad de los distintos tipos de cambio existentes, el público en general suele fijarse en dos: el oficial y el paralelo, que luego de valer prácticamente lo mismo en la última década, ha producido en la actualidad un efecto desdoblamiento que también tiene su historia reciente.

El dólar oficial se encuentra en estos momentos en valores máximos históricos cercanos a los 5 pesos, luego de haber acelerado el gobierno su ritmo devaluatorio en los últimos 2 meses del año pasado. El paralelo (que no opera en mercados regulados y por lo tanto su cotización es muchas veces difícil de determinar) tuvo un pico de 6,90 pesos en el mes de Julio de 2012, para luego hacer piso en los 6,30 y desde ahí rebotar hasta niveles de 6,70 en la actualidad. La brecha entre ambos alcanzó su máximo en aquel entonces (53%), con un dólar oficial en 4,50 pesos. Actualmente, la misma se encuentra en torno al 35%. Con estos datos cuantitativos sobre la mesa, veamos ahora los dos escenarios probables para 2013 con respecto al futuro inmediato del peso frente al dólar.

Primer escenario: "Devaluación por goteo"

En el presupuesto 2013, el gobierno prevé un dólar oficial promedio de 5,10 pesos, pero también proyecta una inflación del 10,8% para el mismo período, con lo cual podemos tener una idea de cuán "realista" puede ser dicho pronóstico.

Diversos analistas, entre los cuales me incluyo, creen que el Gobierno podría pisar el acelerador en este frente y llevar la cotización de la divisa estadounidense a $5,70 para diciembre de 2013 (11% más que lo que figura en el presupuesto). Este aumento sería, de todas maneras, progresivo o "por goteo", digamos de 7 centavos (1,40%) por mes.

Si las cosas salen bien, quizá la devaluación oficial podría incluso ser menor y apuntar a un objetivo intermedio de $5,50 para fin de año, pero esto podría depender también de lo que suceda con la crisis en Europa (principalmente en España) a lo largo de este año que recién comienza.

Si tomamos como dada esta hipótesis de comportamiento por parte del Gobierno, lo que nos queda dilucidar es qué hará el "mercado" respecto a ello.

Podríamos arriesgar que si el gobierno tiene la suficiente "espalda" y tranquilidad como para imponer sus condiciones, lo hará en un contexto de crecimiento económico mayor al de 2012 (aunque, seguramente, menor al de 2011), y por lo tanto la brecha entre el dólar oficial y el paralelo tendería disminuir desde el 35% actual. Esto podría tener más sentido aún si el Gobierno decide en algún momento continuar con la flexibilización del cepo cambiario , más allá de que parece difícil pensar que dicha restricción en la compra de dólares pueda relajarse demasiado en el corto plazo.

Si suponemos un brecha del 25% (siempre bajo los supuestos de este escenario de "devaluación por goteo"), entonces estaríamos hablando de un dólar paralelo apenas por encima de los 7 pesos para diciembre del 2013.

Segundo escenario: "Devaluación forzosa o de mercado"

En esta segunda hipótesis de máxima, el "parate" que se experimentó en gran parte de 2012 se agudiza y crece la desconfianza hacía la administración financiera de la actual dirección. Situaciones externas adversas (¿Fondos buitres?, ¿Deceso de Hugo Chávez?, ¿Enfrentamientos comerciales con Brasil?) hacen que el dólar paralelo se dispare y la brecha con el oficial marque nuevos máximos, así el volumen operado en el mercado informal de cambios (hoy insignificante) aumenta exponencialmente al querer el público hacerse de billetes "verdes" como única manera de proteger su dinero frente a una inflación real que amenaza en convertirse en una híper.

El intento de pesificar la economía fracasa y las variables contempladas en el presupuesto 2013 quedan totalmente desactualizados antes del primer semestre del mismo año, al ritmo de un dólar que supera los 8 pesos mientras se acerca al techo "psicológico" de los 10. Demás está decir que este escenario catastrófico también traería una crisis de gobernabilidad muy fuerte y, ante la falta de alternativas en la oposición, un importante aumento de la tensión social y la vuelta de los fantasmas de 2001.

Conclusión

Hemos repasado la historia del peso convertible desde sus comienzos para trabajar luego con dos hipótesis de máxima, buscando adelantarnos a lo que pueda llegar a ocurrir a partir de visualizar la suerte de la economía local en función de lo que suceda con el tipo de cambio y la inflación, principales determinantes del "humor" y el grado de conformismo del bolsillo de la gente.

Para ello, hemos dejado de lado juicios políticos para concentrarnos en los eventos futuros y sus consecuencias: en el primer caso el barco (con todas sus imperfecciones, filtraciones y desperfectos) sigue su rumbo y eso permite a las autoridades profundizar el modelo, mientras que en el segundo escenario se experimenta una nueva discontinuidad que pone al país en el terreno de lo desconocido y del salvase quien pueda, una vez más. Un inversor responsable (o, mejor dicho, una persona común y corriente que posee unos ahorros y quiere defenderlos de la pérdida de poder adquisitivo) debería asignarle probabilidades de ocurrencia a los escenarios planteados y distribuir su dinero en función de lo analizado.

A grandes rasgos, lo planteado sería algo así: si yo pienso que la probabilidad de ocurrencia del escenario 1 es del 70% y la del 2 es del 30%, entonces deberá buscar inversiones en pesos para el 70% de mis ahorros que superen el 15/18% de devaluación que contiene el mismo, mientras que el otro 30% deberían ir a la compra de dólares. Si, por el contrario, estimo que las relaciones son inversas (30% para el escenario 1 y 70% para el 2), las asignaciones también deberían serlo.

Jugarse al 100% en una u otra puede traer grandes ganancias y también importantes pérdidas, y ello debe ser tenido en cuenta por cualquier inversor que tenga un alto grande de aversión al riesgo. Este sería el segundo mayor riesgo (el primero es paralizarse y no hacer nada).

Será, a fin de cuentas, el devenir de los próximos meses lo que nos vaya dando la razón o no una vez tomada la decisión; como sucede en la mayoría de los ámbitos de la vida donde tenemos que operar con información imperfecta sobre un futuro incierto.

No obstante ello, mientras mayor sea la cantidad de herramientas y distinciones que podamos incorporar en nuestro análisis, mayores serán también las probabilidades de éxito. Les deseo un próspero 2013 de inversiones para todos.