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Profundizar la integración argentina en el mundo

Por Lucio Castro* Aunque entre el 2003 y el 2010 las exportaciones casi se duplicaron y alcanzaron un máximo histórico en el 2008, una mirada más profunda revela un desempeño menos excepcional. La Argentina es el país de Sudamérica que menos aumentó sus exportaciones.

Además, el peso en las exportaciones mundiales se mantuvo respecto del de los años ochenta, mientras que el Brasil aumentó un 50% su participación en las ventas globales. Tercero, las exportaciones están más concentradas, con sólo cinco productos que explican el 80% del valor exportado. Cuarto, el país continúa inserto en los segmentos de menor valor agregado de las cadenas globales de producción.

Este desempeño obedece a la erosión de los pilares del boom exportador. La inflación generó una progresiva apreciación del tipo de cambio, con el resultante estancamiento de las cantidades exportadas a partir del 2008. El agotamiento de la capacidad ociosa y la caída en la producción en ciertas industrias incentivaron un fuerte aumento de las importaciones. Y, desde el 2008, el recrudecimiento de las restricciones a las exportaciones contribuyó a la progresiva reducción del superávit comercial.

Pero cuatro megatendencias mundiales siguen favoreciendo a la Argentina. El crecimiento de los países emergentes –que representan el 43,5% del Producto Bruto Interno (PBI) mundial y el 70% de incremento de la demanda global– augura precios entre un 15% y un 20% superiores para los productos primarios argentinos. Además, hay mayor demanda de aquellos con valor agregado.

Por otro lado, el proceso de transnacionalización se acelera. Las empresas transnacionales explican el 11% del PBI y más del 35% del comercial mundial. En la Argentina, más del 30% del comercio es intrasectorial y 100 de las 500 principales empresas son transnacionales. Por otro lado, hay un mantenimiento del sistema multilateral de comercio. Luego de la "gran recesión" del 2008, el mundo no presenció una ola proteccionista como en los años treinta. Esto aumenta los costos de las políticas proteccionistas: hoy existe un mundo abierto a los productos argentinos.

En este contexto, la política argentina en el campo económico comercial internacional desde el 2003 se concentró en cuatro grandes ejes y dejó de lado uno crítico: transporte y logística. En los últimos años crecieron las restricciones a las importaciones. Según Global Trade Alert (GTA), la Argentina es el segundo país más proteccionista del mundo. A largo plazo, estas medidas profundizan nuestra desconexión de los flujos centrales del comercio y la inversión mundiales.

Los derechos de exportación tienen un peso fiscal relevante y cumplen un rol social, pero su combinación con otras restricciones (cuotas, prohibiciones, controles de precios) reducen la capacidad productiva y exportadora.

Por su parte, el Mercosur experimentó una expansión horizontal limitada con estancamiento vertical. Se concretó un proceso de ampliación horizontal, con la incorporación de nuevos miembros asociados, pero sin profundización vertical entre los ya existentes.

Además, existe una elevada descoordinación y superposición entre las agencias del gobierno nacional y entre distintos niveles de gobierno, y asimetrías en las capacidades institucionales de las agencias provinciales encargadas de generar políticas de promoción de exportaciones.
En materia de transporte y logística, falta una estrategia integral que comprenda las distintas modalidades y tipos de movilidad de cargas según las necesidades productivas y exportadoras del país. Los costos de transporte y logística para el comercio exterior aumentaron más de siete veces desde el 2001 y casi 30% sólo en el 2010.

En este contexto, con la iniciativa Agenda presidencial 2011-2015, Cippec presenta algunas propuestas que podrían implementarse en el corto y mediano plazos.

En primer lugar, es necesario remover las restricciones no arancelarias a las exportaciones, eliminar gradualmente las retenciones y reforzar en paralelo los sistemas de protección social. Además, proponemos crear un fondo de competitividad agroindustrial que promocione el desarrollo de nuevos cultivos y actividades agropecuarias y fomente la innovación tecnológica.
La Argentina debe pasar a un sistema menos distorsivo que no castigue a la producción. Por las necesidades fiscales de corto plazo, sugerimos mantener en el mediano plazo los derechos de exportación a la soja. Pero es fundamental eliminar inmediatamente las cuotas y otras restricciones no arancelarias que no generan recaudación.

Por otro lado, planteamos eliminar gradualmente las retenciones al resto de los cultivos y combinar la medida con el refuerzo de los sistemas de protección social existentes para compensar la suba en los precios alimentarios. Como propuesta de mediano plazo, el régimen de retenciones, incluida la soja, debería ser reemplazado por un sistema de pago a cuenta de ganancias.

El costo fiscal total de eliminar las retenciones agrícolas, incluida la suba en las transferencias sociales, sería inferior al 1% del PBI, como resultado del aumento de la producción y el consiguiente incremento en la recaudación de otros impuestos.

En segundo lugar, es clave remover las políticas de restricción a las importaciones y normalizar el régimen antidumping para restablecer la imagen de la Argentina como economía abierta.

Estas medidas contribuirán a mitigar los comportamientos de búsqueda de renta en las empresas y conductas discrecionales en el Estado, reducir el costo de insumos y bienes importados para familias y empresas, y disminuir la incertidumbre para la inversión en capital reproductivo.

Tercero, es necesario crear un Ministerio de Internacionalización Productiva (MIP), un organismo único que estaría a cargo de las negociaciones comerciales internacionales, la promoción de exportaciones y de políticas y programas de competitividad con incidencia en la oferta exportable, incluidas las políticas de atracción de la inversión extranjera directa (IED).
Para apuntalarlo, es esencial una ley nacional que ordene las políticas de internacionalización empresaria, elimine duplicaciones innecesarias y asigne el gasto en promoción de las exportaciones más eficientemente.

Por otro lado, es preciso reformular el Mercosur para completar el mercado regional y realizar acuerdos extrarregionales. También es vital avanzar en la integración productiva de sectores con gran potencial de complementariedad con Brasil, como el automotriz, las energías renovables y la cadena agroindustrial.

Además, las posibilidades del comercio y la inversión asiáticas deben ser explotadas a través de acuerdos de libre comercio que cristalicen las ganancias de acceso a mercados y oportunidades de inversión.

Para reducir los costos logísticos que afectan a los exportadores argentinos es fundamental crear un Consejo Nacional de Logística (Conal), integrado por los principales referentes públicos del sector. El Conal se encargaría de diagramar y articular una estrategia nacional de logística para la competitividad (Enlc) para resolver nudos de transporte en los puertos de Rosario y Buenos Aires, promover la reasignación e integración modal del transporte de cargas, fortalecer los pasos de frontera y los corredores de integración regional, y agilizar la documentación e inspección del comercio exterior. El TLCA y el Conal deberían estar anclados institucionalmente en el Ministerio de Planificación, organismo con competencia directa en esta área.

Finalmente, es fundamental que el próximo gobierno diseñe un programa nacional de estímulo a las exportaciones de servicios. Para ello, es posible declarar industria estratégica al sector, reducir los obstáculos externos y promover la atracción de IED en segmentos de mayor valor agregado. Es clave establecer una estrategia específica para la promoción de la internacionalización en este sector. Para ello, sugerimos impulsar la sanción de una ley de estímulo similar a la ley nacional de Software, que los declare industria estratégica para el país.
El próximo gobierno tiene por delante un contexto internacional favorable y podrá, con las políticas adecuadas, aprovechar los beneficios de una estrategia global de reinserción de la Argentina en los flujos centrales del comercio y la inversión internacionales.