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Platos, sabores y más... Golosinas que nos marcaron

Chocolates, caramelos, chupetines, pastillas, alfajores y otras más difíciles de definir. ¿Cuáles son las golosinas que más recordás de tu infancia?

Por Nieves Otero

@nieves_otero

notero@diarioveloz.com

Si todo sale como lo previsto y los gremios docentes llegan a un acuerdo con el Gobierno por las paritarias, entre el lunes y el miércoles comienzan las clases en distintos puntos del país. Y si de colegio hablamos, en seguida se me viene a la mente una palabra... recreo y eso me lleva a pensar en...¡golosinas!

Es por eso que hoy, la columna gastronómica tiene menos cocina y más quiosco. Vamos recordar aquellas cosas que comíamos en los recreos del colegio y que tanto nos gustaban.

Caramelos, chicles, chocolates, alfajores y mucho más. Algunas aún existen y se pueden comprar en cualquier quiosco, otras dejaron de fabricarse, pero indudablemente marcaron una época, una generación (esta nota delatará mi edad).

Por otro lado, muchos años después, pienso y recuerdo estas golosinas, muchas de ellas con sabores, colores y formas artificiales y aún no logro comprender por qué gustaban tanto.

A continuación, algunas de las que más recuerdo. Espero que vos me cuentes, ¿Cuáles eran tus preferidas y por qué?

Mejor chocolate con sorpresa: Jack.


Auque ya se dejó de fabricar, éste fue durante años el chocolate con sorpresa por excelencia.

Chocolate con leche, rico, de calidad y con un muñequito coleccionable. Sus pequeños muñequitos se convirtieron en objetos de culto. El periodista Guillermo Andino tiene una vitrina especial en su casa donde colecciona cientos de juguetitos del chocolate y en el Mercado de San Telmo se venden como "antigüedades".

Estos son chocolates con sorpresa... ¿Qué me vienen a hablar del huevito blanco y naranja?

Mejor caramelo masticable: Palito de la Selva


Los caramelos alargados, con su doble sabor vainilla- frutilla son un clásico que traspasa las generaciones. Saborear uno de ellos es hacer un viaje en el tiempo y remontarse a la infancia.

Aunque existen o existieron una versión "grande" y otra banana- vainilla del caramelo, nunca tuvieron el éxito que los originales. Aunque su gusto siempre fue mas a azúcar que a frutilla o a cualquier otra fruta.

Venían con dibujos y fichas de animales para conocer un poco más la fauna, caramelo mediante.

Mejor caramelo raro: Fizz


Estos sí que marcaron una época. Caramelo atípico y raro si los hay, tanto por su gusto como por la forma de su envoltorio.

Venían en una tira de cinco caramelos unidos, difícil de separar, ¡la excusa perfecta para comerlos todos y que o te acusen de angurriento!

De frutilla, naranja o uva. Estaban rellenos de un extraño polvito blanco que hacía efervescencia en la boca. No se si precisamente eran ricos, pero sí divertidos de comer.

Mejor golosina bizarra: gallinita


Esta golosina sí que es difícil de describir y es sólo para entendidos. Una oblea en forma de vasito, con una goma en forma de gallinita por encima, pero dura.... ¿Quién sabe qué era realmente?

Un color artificial, un gusto para nada más natural. Suponemos que su éxito se debe a su variedad de colores, gusto súper azucarado (una dosis de glucosa instantánea) y a su bajo precio.

¡Una forma diferente de comer ave!

Mejor chicle pegajoso: Bubbaloo


A diferencia de sus competidores, éste chicle era uno de los que más tardaba en perder el sabor en la boca.

Lo mejor era morderlo suavemente y sentir su fresco juguito sabor a tutti fruti correr por la lengua y el paladar. Claro que el juguito no siempre era tan copado y ¡Ay si te olvidabas unos de éstos chicles en un bolsillo! Si se rompía era todo un enchastre debido a su jugo letal, pero claro que valía la pena.

En los '90 fueron tan populares que todos los días había un nuevo sabor: frutilla, menta, tutti fruti, mango, mandarina, banana, banana con dulce de leche, cereza, manzana, sólo algunos.

Mejor golosina con gusto a nada: Naranjú


Imposible entender su éxito. Se trataba de unos jugos sin sabor congelados, que se vendían en pequeños sachets. La idea era abrir una punta del paquete e ir comiéndolo de a poco hasta que se derretía.

Frutilla, ananá, limón, manzana y naranja eran algunos de los sabores, que, por cierto tenían el mismo gusto, sólo cambiaba el color adicionado.

Como tantas golosinas inexplicables, el naranjú era sumamente popular y exitoso, seguramente por salir del común de las golosinas y ser refrescante y barato.

Mejor alfajor de culto: Capitán del Espacio


Tal vez los porteños no lo conozcan, pero el Capitán, no es cualquier alfajor, es "El" alfajor de la provincia de Buenos Aires.

Fabricado en Quilmes, es un clásico en las escuelas bonaerenses y su sabor no se compara con nada. Mi favorito es el de dulce de leche y chocolate. Abundante dulce de leche en medio de dos tapitas bañadas en chocolate que sobresalen del relleno... se me hace agua la boca.

Sólo éste alfajor, amado y adorado por algunos, incomprensible para otros, merecería una nota aparte.

Si no lo conoces, te recomiendo cruzar el puente Pueyrredón y probarlo, no te vas a arrepentir.

Mejor chupetín "diferente": Topolin


Venían en una bolsa amarilla con dibujos, que se parecía más a un sobre que a un paquete de golosina.

El chupetín no tenía nada en particular, era pequeños y el sabor era uno más, pero la genialidad de ésta golosina residía en abrir el envoltorio y descubrir la sorpresa.

Si es rico o no, si los juguetes duraban o no ¿Qué importa? Marcaron una generación y eso es innegable.

Mejor pastillita para comer con las abuelas: Dorins


En forma de corazón, venían en una delicada cajita cuadrada. Las variantes eran naranja, limón, menta y frutilla.

De sabor sutil pero refrescante. Eran de esas golosinas para comer en una visita a la casa de la abuela. En algunos quioscos se pueden conseguir, escondidas en algún estante.

Si querés saber más historias de gente que creció con éstas pastillas, mirá el dorso de las cajitas... te van a sorprender.

Mejor chocolate para cuando creces: Marroc


A éste bombón no hay con qué darle. Suave, con sabor a chocolate y maní, estos bombones rompen con la barrera de la infancia y son una invitación a la adultez. Que en tu pre adolescencia te regalen uno de estos es similar a que te den por primera vez las llaves de tu casa.

La única objeción es su tamaño. Son tan ricos que uno sólo no alcanza. Uno podría comerse una caja entera de éstos bombones.

Si a vos también te gustan tanto, te invito a redoblar la apuesta y probar el helado de chocolate Marroc.

Contanos, ¿Cuáles son tus golosinas de la infancia favoritas?