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Pepe Soriano: genio y figura

*Por Laura Corinaldesi. A los 81 años, con más de cinco décadas de trayectoria, el actor hizo un repaso de su carrera, habló de la TV actual y se refirió a sus dos grandes fuentes de energía, su mujer Diana -veinticinco años menor- y su hija Victoria de 18.

El hombre que fue Lisandro de la Torre en el teatro de los'70. El alemán Schultzen, héroe de "La Patagonia rebelde". El director combativo al frente de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores e Intérpretes (Sagai). El actual "Gregorio Solomón", filósofo y tasador que le pone un precio a cada mueble, llega al teatro Liceo despojado de sus anteriores criaturas. En una hora se reunirá a sala llena con Arturo Puig, Antonio Grimau y Selva Alemán, los actores que también protagonizan "El precio" de Arthur Miller.

-En la pieza, además del valor de los muebles y del conflicto entre dos hermanos, está en juego el precio que pagamos por nuestras elecciones. ¿Qué precio fue necesario pagar para defender su carrera?

-En una oportunidad el viejo Romay me insistió para hacer una obra de Abel Santa Cruz, un hombre que respeté y quise mucho. Pero su estilo era medio almibarado y yo estaba en la línea de Gorostiza, Lizarraga, Dragún. Mi contestación fue un no rotundo. Le dije que no me iba a convencer por nada del mundo. En cambio esta obra dirigida por Helena Tritek, sí me convenció.

-¿Cuál fue la respuesta de Romay?

-Trajo un portafolio, lo puso sobre su escritorio, lo abrió y me mostró dieciocho mil dólares. "¿No te voy a convencer?", dijo. No, le respondí. En toda mi carrera pude haber ganado mucho más dinero del que tengo. Pero en mis elecciones privilegié el deseo, la coherencia ideológica, un criterio estético por sobre el bienestar económico.

-¿El teatro le da cierta independencia respecto de la TV?

-Hace diez años que no trabajo en la TV. No la necesito a ella, ni ella a mí. No me interesa. En la ficción se puede entrar con otros contenidos, no estamos huérfanos de talentos. Tenemos a Tizón, a Rivera, a Mempo Giardinelli. En una época estaba Doria. Si se pudo hacer "Cosa Juzgada", ¿por qué no podemos mejorar esta televisión?

-Es que debe ser rentable a bajo costo.

-Se privilegia el impacto, el resultado rápido. Ya no existe la figura del autor, hay una descalificación del libro, contratan a unos pocos chicos para escribir por monedas. Son como coreanos encerrados en una pieza, mal pagos y trabajando a destajo.

-¿Qué ve cuando enciende esta televisión? ¿Es de seguir alguna ficción?

-Veo los noticieros y sus conductores me parecen a veces showman, en lugar de periodistas. No veo a Tinelli ni a Susana pero pienso que debe haber lugar para todos. Me encanta el cable, detenerme en la vida de los animales o en esos canales que muestran otras culturas como la India, China. Nuestra televisión tiene que cruzar esta frontera y salir al mundo.

-¿Qué cosas rescata de su paso por el medio?

-Gané seis Martín Fierro. Hice Teatro universal, Teatro argentino, de la Juventud. También sainete y hasta fui dirigido por Armando Discépolo en Mateo, en Canal 7. Con Gerardo y Hugo Sofovich hice "El Botón", un equipo altamente creativo capaz de reunir a actores populares como Olmedo y Porcel con Ernesto Bianco y Julia Sandoval.

-En ese programa apareció Don Berto ¿Cómo nació el personaje?

-Fue por una emergencia. Un día, faltaba un viejo. Gerardo me pidió que improvisara algo, me puse una boina, me transfiguré y ahí apareció don Berto. Duró tres años. Después me separé del grupo porque quería hacer otra cosa, me ofrecieron pagarme el doble pero necesitaba otro camino. Siempre hago eso. En España estaba haciendo el programa de más rating: "Farmacia de guardia" y me volví a la Argentina.

-¿Cuáles fueron los personajes que más lo marcaron en su carrera?

-Lisandro de la Torre, sin duda. En mi casa era una figura muy respetada y a partir de esa veneración que sentían leí todas sus obras. Luego apareció la pieza, lo quise entrañablemente, como al alemán Schultzen de "La Patagonia rebelde". También me pareció hermoso hacer "Memoria bajo la mesa" de Gené. Amo esa escritura profundamente argentina y cervantina. Más allá de mis errores, siempre trabajé en lo que quise. Pagué el precio de no ser uno de los ricos del país. A mi edad, más allá de que me gusta -porque si no, no sé qué haría-, tengo que seguir laburando. Debo mantener una estructura. Por eso acepté filmar con Natalia Oreiro "Mi primera boda" de Ariel Winograd que se va a estrenar en agosto.

-¿Qué lo llevó a estar al frente de Sagai?

-Hoy Sagai, como Argentores, cobra un derecho intelectual y lo reparte. Mi lucha viene de una historia antigua. Me crié con mis abuelos paternos, mi papá y una hermana. Mi mamá falleció cuando yo era muy pequeño. Vi la vida de mis abuelos, dos inmigrantes analfabetos a los que el país no les dio la respuesta que ellos esperaban porque no eran hábiles para robar. Alcancé a ver a qué cosas eran sometidos. Mi abuelo era zapatero, trabajaba de sol a sol. Mi lugar está al lado de esa gente.

SUS MUJERES

-Sospecho que una mujer como Diana, veinticinco años menor, debe ser una gran fuente de energía.

-Hace treinta y seis años que estamos juntos. Tengo además un médico que me cuida. Hace medicina preventiva ortomolecular. Practico gimnasia, tomo un entrenador para arrancar. Después de tres meses, sigo solo. Hago bicicleta y tengo una máquina de elongación.

-Hablemos de ella, Pepe

-Diana me acompañó en todas mis búsquedas como actor. Es psicoanalista, me contiene, es otra parte mía. Sin Diana no sabría vivir. Ella más que admirarme, me valora mucho.

-En las parejas siempre hay uno que cede y quiere más ¿Por dónde se inclina balanza entre ustedes?

-Diana es la que ha cedido más. Ella tuvo que derivar todos sus pacientes cuando nos fuimos a España, para empezar de nuevo. De regreso a la Argentina, debió hacer lo mismo.

-Con Diana apostó a la paternidad en una edad en que se tienen nietos, ¿le costó decidirlo?

-No. El psicólogo social Enrique Pichón Rivière me dijo una vez, en plena época del hippismo cuando la juventud experimentaba vivir en comunas, que la familia iba a ser siempre la célula sobre la que se crea la sociedad. Un hijo es lo que te sigue, lo que dejás y donde trasladás tus ideas y sentimientos.

-¿A qué zonas de la naturaleza femenina lo acerca su hija?

-Victoria a sus 18 años me conecta con un universo muy delicado que pasa por el contacto con su pelo, la suavidad de sus modales, su coquetería. Mis hijos varones eran ruidosos. Hoy Martín de 50 y Hernán de 48 viven en España. El menor tiene una nena hermosa, Marina, de 10 años.

-¿Es un papá celoso?

-No... Victoria termina el secundario y tiene un novio que estudia hotelería. Lo llamo el inquilino, porque se aquerenció en la casa. Hasta se queda a dormir. No me molesta. Tengo que aggiornarme, si no ¿cómo hago para expresarme como actor?

-¿Cuál es el rasgo que más identifica a su hija?

-Sabe escuchar, tiene ideas muy claras. El respeto, el afecto por el otro. El recato, la sobriedad. Tiene mucho de Diana que es descendiente de galeses, una colonia profundamente respetuosa, Y mi hija heredó ese don.