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Pensar es querer

"Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos". Martin Luther King.

Por Luciana Arnedo

luciana.arnedo@gmail.com

@LuArnedo

Me siento junto al ventanal del bar de la esquina, pausa en el día en la que me siento a comer. Hago mi pedido, tomo el libro que me acompaña, mientras espero. Algo me distrae de la lectura, observo. La joven camarera despierta mi curiosidad. Noto su disposición, su amabilidad, las sugerencias que hace, su rapidez, su atención, su compromiso. Oigo: "no se preocupe, yo lo limpio", palabras destinadas a su jefe, quien había tenido un accidente con una taza de café.

Me llama la atención que me sorprenda que haya personas cordiales que nos traten bien. Personas que trabajan con alegría, con gratitud, con respeto. Noté en la muchacha una postura natural, una pequeña bondad que me hizo ver en ella toda la bondad del mundo.

Distingo que últimamente hay en mí una sensibilidad más sentimental... Viajando en colectivo vi como alguien le cedía el lugar a una mujer mayor y "me emocioné", me emocioné con lágrimas. Uno cree que una situación así, cederle el lugar a alguien mayor, es normal. Les aseguro que he notado a muchas personas haciéndose las distraídas, y otras que siquiera registran a alguien más a ellos.

Caminando, hacia no recuerdo qué lugar, me encontré con un hombre mayor en el suelo y tres personas ayudándolo a reincorporarse. Estas actitudes, que debieran ser corrientes, me conmueven como si estuviese viendo una selección de arias de ópera y valses.

Me sucede, a veces, que atendiendo en el negocio (lugar en el que trabajo a diario) tengo el placer de atender a alguien agradable. Alguien con quien no digo más que lo que la venta incluye. Existen personas atentas que se despiden con una expresión de alegría diciendo: "muchas gracias", reflejando una gratitud que hace eco al estar en silencio.

Me doy cuenta de lo esencial. Observo en muchas expresiones el remordimiento de vivir. Personas que pasan de largo, que nos hacen más solos. Hay gente que ignora, "y yo creo que ignorar es distraerse".

Hay gente que no viene sino vacía, con un tono rabioso, con la cara larga, e incontinentes manifestaciones de enojo.

Murmuro si este malhumor social prolongado no será el motivo por el cual los gestos humanitarios me sensibilizan los ojos.

La vida que hay. Los buenos modales con los que a veces tropiezo, ¿acaso son meros accidentes?


¿Han notado el aire difícil de afuera?, el tono con el que nos hablan, nos responden, nos tratan.

Observo el curso de mi recorrido, se entrometen imágenes, ruidos, sucesos cargados de desamor. Advierto que muchos no razonan más allá de lo que piensan.

Ciudad de las bestias o ciudad de seres calmos, respetuosos, humanos...

Hoy me voy a acostar con la emoción que sentí mientras almorcé. Con la voz de la joven camarera y todo su sentimentalismo. Hoy me voy a dormir con el recuerdo de delicadas actuaciones que aún no pierdo de vista.

Mañana andaré la promesa del día. La única ambición que tengo es caminar bajo el soleado o lluvioso tiempo de afuera, acompañada de gente menos enojosa, más humana de alma, más reflexiva; porque yo creo que pensar "es querer".