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Pedro Almodóvar: "Ser director es lo más parecido a ser Dios"

*Por Pablo O. Scholz. El cineasta volvió a juntarse con su actor fetiche de los ‘80, Antonio Banderas, para "La piel que habito", que se presentó ayer en competencia en Cannes. Aquí habla del filme.

Pedro Almodóvar regresó a Cannes y de la mano de dos viejos amigos: la perversión y Antonio Banderas. A la primera nunca la había abandonado del todo, pero con el malagueño se habían distanciado desde ¡Atame! (1990) luego de otras cuatro películas, entre ellas Mujeres al borde de un ataque de nervios . Uno, Pedro, sigue igual. El otro, Banderas, dista mucho en La piel que habito de ser aquel chico Almodóvar.

Alguna orgía, un intento de violación, opio, revólveres, asesinatos, más sexo, yoga y hasta una vaginoplastía integran –cuando no se superponen- la película, que fue largamente aplaudida, compite por la Palma de Oro y que en nuestro país se estrenará en septiembre.

Basada en la novela Mygale (o Tarántula ), del francés Thierry Jonquet, que Almodóvar leyó "de un tirón hace diez años", La piel...es un thriller con aspectos fantásticos.

Banderas es un cirujano plástico que también lleva su trabajo a casa. En su mansión en Toledo tiene un laboratorio donde está creando piel artificial, tras el accidente automovilístico que ha dejado con vida, pero con tremendas quemaduras, a su mujer. Quiere crear una piel transgénica, resistente, más dura. Pero su esposa se suicida, y Berto tiene encerrada en un cuarto a otra mujer, Vera, muy parecida a Gal, su esposa. Cuida la casa Marilia (Marisa Paredes), que en realidad es su madre, pero Berto no lo sabe. El intento de violación a su hija, que queda traumatizada y también se quita la vida, lleva al protagonista a secuestrar al supuesto violador y a someterlo a tremendas transformaciones, incluida aquella vaginoplastía que comentábamos antes.

Lo dicho: Almodóvar vuelve a lo que mejor le sienta, sus diálogos son de nuevo filosos, sus personajes, terribles, y su estilo, inconfundible. Y algo debería llevarse en el Palmarés de este domingo, tras la decisión del Jurado que preside Robert De Niro e integra Martina Gusman.

"No dejé mucho de la novela; lo que me llamó la atención fue la magnitud de la venganza de ese médico contra quien supone que ha violado a su hija. No se sabía si la violaban o no, pero en mi guión, sí queda claro qué pasa", comenzó diciendo a la prensa. Almodóvar hizo sus declaraciones todo el tiempo en castellano, por lo que una traductora estaba sentada a su izquierda, y como cada respuesta del director de La ley del deseo era extensa, la conferencia en vez de durar media hora se extendió a casi el doble.

"El protagonista es un creador, un hombre que está ya a punto de dar vida y crea una nueva piel –prosiguió-. La piel es el principal órgano que tenemos, lo que nos identifica y nos separa de los demás". OK, pero Almodóvar ha optado en su 18ª película por cambiar de piel (y órganos sexuales) a algún personaje y las personalidades de muchos también sufren, ejem, transformaciones.

"Yo quería que la familia de la película fuera salvaje, muy independiente, moralmente hablando, que no hubiera tenido la misma educación que cualquier español. Que su cultura no estuviera basada en el castigo y en el pecado, como la cultura en la que yo he nacido y vivido –observó-. Por eso la madre, ella misma lo dice, lleva la locura en sus entrañas, y tiene dos hijos paralelos que son mucho más locos que ella, muy violentos y amorales".

Para demostrar que sigue siendo el mismo ególatra de siempre, Pedro –que llegó vestido con una remera a rayas horizontales y con una campera verde loro rabioso- recordó que, en su pensamiento, "ser director de cine es lo más parecido a ser Dios. El privilegio que tiene el director de poner en pie sus fantasías y que haya un equipo artístico y técnico pendiente para hacerla realidad, es el máximo poder que se puede tener. El máximo al que yo puedo acceder y que me gusta".

El manchego, que fue el único que contestó las preguntas –hubo un resquicio para Banderas, ver Pedro forma parte...-  se acordó de los actores sentados a su lado con cara de aburridos, ya que nadie les dirigía una pregunta. Habló de Elena Anaya y Jan Cornet, y de sus personajes, "con una capacidad extraordinaria para sobrevivir a toda esa crueldad. Se puede contar de muchos modos la película. Pero es una historia de supervivencia en una situación extrema y ése es el tema más antiguo del mundo", opinó.

A la hora de recordar en quién se había inspirado para La piel..., mencionó a Los ojos sin rostro (1960), del francés Georges Franju, y confió que "esto no se lo he comentado a ninguno de los que está aquí, pero por varios meses pensé en hacer una película como las que hacía Fritz Lang: quería rodarla en blanco y negro, y muda", y tiró como al pasar que "no sé qué género tendrá mi próxima película, aunque ya la estoy escribiendo..." El director recordó que "voy cambiando de géneros: así como comencé con la ´comedieta pop´ (sic) y el melodrama, luego descubrí que con el thriller me siento bien a gusto, porque puedo en él incluir elementos de los otros géneros. Igual, yo siento que soy incapaz de respetar las reglas de cualquier género".

Por si no tuviera más por decir, Almodóvar consideró también que su película permite también una reflexión sobre los artistas y los científicos. "Hay una enorme incógnita sobre hacia dónde nos lleva que el ser humano pueda determinar los elementos y las condiciones y las particularidades con las que va a nacer un nuevo ser. La ciencia nos va a poner en un abismo, pero el arte siempre va a estar para ayudarnos", remató. Y si no nos ayuda, al menos nos hace pasar dos horas de lo más agradables.