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Otros tiempos

*Por Luis Fermosel. Ante la conformación de listas de candidatos en el justicialismo, el sindicalismo local volvió a penar por un cargo. Una situación muy distinta a la que se vivía décadas atrás.

El cierre de las listas del justicialismo local encontró al sindicalismo peregrinando -y penando- por algún lugar en las listas de candidatos. Fue el resultado lógico de una atomización que determinó que un grupo reflejara (en los hechos) su alineamiento a Alejandro Cazabán y Celso Jaque, como la CGTque conduce Rodolfo Calcagni; otro que trabajó junto a Guillermo Carmona (Comercio y petroleros privados); un tercero que se alió junto a Eduardo Sancho (Juan Carlos Navarro de Sanidad) y uno restante que decidió trabajar para el peronismo federal (que lidera Jorge Córdova).
 
Los popes sindicales culparon a "los políticos" por el desplazamiento que sufrieron, cuando en realidad debieron realizar una profunda autocrítica, ya que la historia demuestra que los sindicalistas, a lo largo de la historia, supieron "ganar" y no "pedir" espacios en los cargos electivos. Pero para alcanzar esos objetivos debieron mantener su tremendo poder de movilización, que ahora han perdido y separaron las cargas, dejando que las 62 Organizaciones fueran las que incursionaran en política, dejando a la CGT para que se dedique a las cuestiones laborales.

Para reforzar lo señalado, valdría retrotraerse a lo que sucedió en 1973, cuando las luchas eran duras entre la denominada "tendencia" que lideraba Héctor Cámpora y el sindicalismo que primero encabezó Augusto Vandor y, después de la muerte de este, Lorenzo Miguel.

El sindicalismo exigió en ese momento espacios importantes y logró las candidaturas a vicegobernador en Mendoza (Carlos Arturo Mendoza), en Buenos Aires (Victorio Calabró) y en Córdoba (Atilio López), además de un reparto equitativo en las listas de candidatos. El "acuerdo" con ideologías totalmente opuestas, no terminó bien y nuestra provincia constituyó el primer reflejo, con el desplazamiento -a través de un juicio político- del gobernador, que derivó en la posterior intervención federal.

La convocatoria a elecciones de 1983 encontró al movimiento obrero, tanto nacional como provincial, dividido en dos. La CGT-Brasil, liderada por el tándem Saúl Ubaldini-Lorenzo Miguel decidió su apoyo a Italo Luder y la CGT-Azopardo (que encabezaba Jorge Triacca, junto a un sector de la UOM, entre quienes estaba el mendocino Lisandro Zapata) adhirió a la candidatura de Ángel Federico Robledo.

Esa situación se reflejó en Mendoza. La CGT-Brasil dio su apoyo a Ernesto Corvalán Nanclares (imponiendo inclusive la candidatura a vicegobernador de Florentino Cortez) y la CGT-Azopardo decidió acompañar a Horacio Farmache. Se dio entonces una situación especial: el grupo Verde-Azul (que lideraban José Carlos Motta, Antonio Spano y Osvaldo Rodríguez Flores) por los primeros y Dalmiro Rodríguez, Juan Carlos Mazzón y José Luis Manzano, por los segundos, no tenían a ningún grupo gremial entre sus líneas.
 
Fue así que un sector, que se autodenominó Grupo del Este y que integraban entre otros Supe (Antonio Cassia), Comercio (Aldo Támula) y Sutiaga (Carlos Rodríguez) se escindió de la CGT-Brasil y pasó a integrar la denominada Convocatoria Peronista, que encabezaba José Octavio Bordón. A cambio de cargos importantes, el sector Verde-Azul aceptó la "oferta" de Convocatoria y fue así que Antonio Cassia logró el tercer lugar entre los diputados nacionales (después del verde César Massini y del Azul José Luis Manzano) y José Octavio Bordón obtuvo el cuarto lugar en la lista definitiva.

La interna la ganó el sector Verde-Azul-Convocatoria y los "blancos" obtuvieron la minoría y por lo tanto lugares en cargos entrables. Como se trataba de la recuperación de la democracia e ingresaron en la Legislatura 38 senadores y 48 diputados, fueron muchos los hombres del movimiento obrero que lograron bancas.

Una situación similar se vivió dos años después, en la primera renovación de las cámaras y también en la primera elección a gobernador.

La debacle comenzó a producirse en la década del 90, cuando gran parte del movimiento obrero decidió adherir a la política liberal -privatizaciones incluidas- que impulsó Carlos Menem y también fue el caldo de cultivo para que surgiera un nuevo sector crítico de esa política que encabezó y continúa liderando el camionero Hugo Moyano. Mendoza no escapó al debilitamiento sindical nacional, un aspecto al que habría que sumar la desaparición física de algunos dirigentes, como Mario Zaffora o Carlos Valenzuela y la decisión de la Unión Obrera Metalúrgica de alejarse del liderazgo de la conducción político-sindical.

Lo cierto es que en los últimos años, salvo contadas excepciones, los sindicalistas no lograron sentarse nuevamente en una banca legislativa provincial. La excepción de la regla se dio con las dos candidaturas a diputados nacionales que lograron el mercantil Guillermo Pereyra y el petrolero Dante González durante las elecciones de 2009. Pero esa situación respondió al trabajo político que se desarrolló en la sede del CEC -del grupo también surgió el intendente de Guaymallén, Alejandro Abraham- más que a una cuestión que haya surgido de una actitud impulsada por el sindicalismo en su conjunto.

Ahora aparecen en cargos "entrables", José Escoda (estaciones de Servicio) por la lista de Pérez-Ciurca y Juan Carlos Navarro (ATSA) por la que encabeza Sancho. Muy poco, evidentemente, para ese 33% movimientista que dice tener el sindicalismo dentro del Partido Justicialista.