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Obama y el impuesto a los más ricos

Muchos ricos aceptan la suba de impuestos propuesta por el presidente estadounidense Barack Obama, mientras los "indignados" comienzan a inundar las calles de Nueva York, lo que adelanta un gran debate social, político y cultural.

Desde los jardines de la Casa Blanca y en un tono desafiante, Obama ratificó su determinación de hacer frente al enorme déficit fiscal de los Estados Unidos –estimado en 3,6 billones de dólares– mediante dos herramientas fundamentales: una drástica reducción del gasto público, aunque sin afectar los principales programas sociales del gobierno, y una fuerte suba de los impuestos a los más ricos.

Sobre el primer punto, habría acuerdo con los republicanos, que controlan una de las dos cámaras del Congreso, la de Representantes; pero sobre el segundo, no habría consenso alguno.

El Partido Republicano es históricamente "anti-impuestista", es decir se opone por principio a todo aumento de impuestos, una tendencia de mucho arraigo en una gran parte de la sociedad estadounidense. Pero otra gran parte de esa misma sociedad –representada por los demócratas– ha sido siempre favorable al aumento de los impuestos a las rentas más altas, con el fin de proteger y ayudar a los sectores más pobres y rezagados de la población.

Es un viejo debate, entonces, que cobra nuevos y fuertes bríos al calor de la crisis financiera y económica internacional, que se inició en el gran país del norte.

Pero, si bien se trata de un antiguo debate, ahora hay elementos nuevos que lo colocan en otra perspectiva. Uno es la disposición de algunos de los más ricos a pagar más impuestos para conjurar la crisis. Se trata de un hecho inédito, que mereció comentarios muy destacados de los medios periodísticos estadounidenses y también de la prensa europea.

No se trata, seguramente, de un repentino brote de altruismo de parte de los millonarios, sino de una toma de conciencia sobre la envergadura y la gravedad de la crisis, que también los afecta a ellos y puede afectarlos de manera más severa en el futuro inmediato.

El otro elemento es la aparición de los "indignados" estadounidenses, que salen a la calle a protestar en forma ruidosa contra el poder financiero, los bancos y las grandes corporaciones económicas. Los indignados no están sólo en Madrid, París, Londres y Tel Aviv, sino también en Nueva York y otras ciudades norteamericanas.

La propuesta del presidente estadounidense se enmarca, pues, en este nuevo clima social, político y cultural, en el que aparecen nuevos actores, en tanto que otros más viejos, como los más ricos, cambian de actitudes. Y, como siempre ocurre, la opinión pública internacional sigue con interés y atención estos debates y movimientos que se producen en la sociedad estadounidense, que pueden llegar a tener –como ocurrió en oportunidades anteriores– una gran repercusión en el resto del mundo.