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"No creo en las conductas de bloque"

*Por Fernanda Sandez. Presentó su novela y habló de la polémica con Vargas Llosa, los intelectuales y el riesgo de obedecer al poder. Twist y rituales.

La torre de cubos, ¿era así?". El chileno Antonio Skármeta (el devoto de Neruda, el cuentista, el guionista, el novelista detrás de películas como "El cartero" y "El baile de la victoria", el flamante ganador del Premio Planeta-Casamérica 2011, y tanto más) sostiene la lapicera en el aire y consulta nuevamente el nombre que acabo de pasarle, el de un libro para niños de Laura Devetach y prohibido aquí por la dictadura. Cargos: "crítica a la propiedad privada" e "ilimitada fantasía". En resumen, incitación a la revolución geométrica. Skármeta, al oír la historia y los argumentos de la prohibición, ríe hasta quedarse sin ojos.

Pero nadie mejor que él (que tras la llegada de Pinochet al gobierno se exilió en Alemania por 15 años) sabe cuán paranoico puede volverse un dictador. Nadie mejor que él, tampoco, para creer en las virtudes balsámicas de la alegría y hasta hacer de eso una novela. Se llama "Los días del arcoiris" (Planeta) y habla de aquella vez que –en 1988– Pinochet decidió llamar a un plebiscito para darle a su gestión un tinte democrático y perpetuarse en el poder. Pero, contra todos los pronósticos, la campaña por el "No" (cuyo símbolo fue justamente un arcoiris y cuya historia está en la base de este relato) logró triunfar. "Ese 'No' que el pueblo tenía pasivo en sus corazones se activa en esta campaña publicitaria en la que, con mucho talento e imaginación, artistas, publicistas, cineastas y actores se unen y crean un objeto tan delicioso que tiene todas las características de una obra maestra", dice Skármeta, sentado en el jardín de su hotel en Buenos Aires y bebiendo la primera de sus incontables botellas de agua mineral. Tiene la voz clara y la dicción dulce del otro lado de la cordillera. Y, por suerte, muchas ganas de hablar de esa historia por momentos surrealista y de ese símbolo (el arcoiris) en el que está todo: la unión de lo diverso, la convivencia, la alegría. "Esta novela es mi saludo a estos artistas geniales y mi abrazo fraternal a un pueblo que mantuvo vivo en su corazón, a pesar de todo, el "no" al dictador", comienza. Ahora sus ojos se muestran chiquitos y brillantes, de un verde amarillento. Parece un gato redondo y feliz.

Noticias: ¿Por qué siempre, en todas sus obras, la alegría se impone hasta en las circunstancias más terribles?

Antonio Skármeta: Porque la tendencia de la vida es afirmativa, es hacia el crecimiento y hacia la comunicación. La mayor parte del tiempo que estamos juntos y con amigos, lo que buscamos es pasarla bien, cualesquiera sean las tribulaciones que tengamos de la vida cotidiana. Y eso se puede proyectar en la literatura para hacer converger temas que a veces son muy ásperos, pero que bajo la luz de la ironía a menudo adquieren un aspecto más significativo.

Noticias: Aún así, la democracia no la tuvo fácil en Chile.

Skármeta: No, claro, porque aún después de haber perdido el plebiscito, Pinochet se aferró a su puesto de comandante en jefe de las fuerzas armadas. Se quedó con todo el ejército y eso, en la práctica, significó que él constituía un poder paralelo. Afortunadamente, esto se fue limando y otra es la situación en la que vivimos hoy.

Noticias: ¿Cómo leería entonces el paso político de Michelle Bachelet a Sebastián Piñera?

Skármeta: Yo soy partidario del gobierno de centro-izquierda que hubo en Chile, pero la verdad es que una vez lograda la democracia, que haya un gobierno de otro signo significa que la democracia en el país está tan estabilizada que los chilenos hasta se pueden dar el lujo de tener curiosidad y cambiar, por ejemplo, a la centro-derecha.

Noticias: Cambiando de tema, ¿qué significa para usted Buenos Aires?

Skármeta: He amado a Buenos Aires desde niño y con una pasión que va más allá de la lógica (risas). Aquí viví circunstancialmente, aquí conocí la vida de barrio, aquí jugué fútbol y aquí comenzó mi vocación, porque los maestros argentinos de la escuela primaria me alentaron en mis primeros intentos literarios. Aquí estuve al borde de comenzar la adolescencia, una época en la que uno es muy sensible a todo, y por ese entonces hablé totalmente con la tonada argentina.

Noticias: Pero ahora está totalmente chileno.

Skármeta: Sí, claro. Pero antes de eso hablaba "en argentino" y esa es una cosa fantástica, porque haber vivido la vida de barrio me dio el gusto por la comunidad y por recrear el lenguaje comunitario en un diálogo. En mis textos, siempre hay un deseo de que la novela la complete el lector. Cada libro es casi una invitación al diálogo. Yo no practico una literatura encerrada en sí misma.

Noticias: No, de hecho su escritura es engañosamente "simple". Profunda, pero no complicada.

Skármeta: Es que yo creo profundamente en una afirmación de Ortega y Gasset, quien trabajó mucho con la filosofía alemana. Esa filosofía es muy densa y tiene episodios muy herméticos en la formulación de sus ideas. Y Ortega, en una frase muy luminosa, dice que "la claridad es la cortesía del filósofo". Y yo creo eso: que uno puede estar sumergido en el fondo de los océanos más tenebrosos, pero que cuando sale de ellos, el resultado del buceo tiene que ser un pez. Algo claro, concreto. Una síntesis. Ahí hay un esfuerzo comunicacional que a mí me alienta, me estimula hacer.

Noticias: Pero toma tiempo...

Skármeta: Toma tiempo, claro. En mi caso, hago tres versiones de mis textos. La primera es una versión muy libre, muy desorganizada, en donde trato de que la razón no aparezca. Si sé algo, que no se vea. Sí que aparezcan imágenes, sentimientos. Luego viene una etapa de montaje en la que uno trabaja con este material bruto, y la tercera etapa es la más feroz, porque a pesar de que estás enamorado de tu texto, evalúas qué es lo que permite que el relato sea más fluido, más convincente y más emocionante. Y solo queda eso, el resto se va. Hay algunos escritores –los norteamericanos, sobre todo– que son muy severos con las retóricas pomposas, y algunos de ellos (se ríe) dicen que "si tú lees tu texto y encuentras alguna frase que te gusta mucho, córtala".

Noticias: ¿Tiene algún ritual de escritura?

Skármeta: Sí, te puedo mostrar (toma un lápiz y dibuja una casa grande, con una piscina y mucho verde). Yo tengo una casa de dos pisos, y al lado un estudio, de forma caprichosa, con muchos ventanales Y ahí trabajo. Como me cuesta mucho levantarme, escribo desde las 10 de la mañana y he notado que mi mejor momento de concentración y creatividad se produce entre las dos y tres horas de trabajo. Entonces, hacia la una termino y me voy a la piscina, a hacer mi pausa. Después hago un poco de gimnasia, almuerzo y el resto del día es para la familia, los amigos, para leer y para todo lo demás. También me gusta mucho bailar, moverme, porque eso también es parte de las muchas vertientes de expresividad del ser humano. De ahí viene mi adscripción total a todas las artes, pese a que no tengo ninguna intención de hacerlo bien.

Noticias: ¿Es verdad que baila twist?

Skármeta: Sí, claro. ¿Has visto al escritor mexicano Juan Villoro? Pues bien, un Año Nuevo él estaba con su familia en Chile y en casa es una tradición pasar esa noche con amigos en la terraza. Hacemos una gran fiesta y la amenizamos con varias cosas. Entre ellas, un concurso de baile. Y bailan las abuelas, los nietos, las parejas, todos. El género va cambiando de año en año: un año es concurso de tango, otro es de salsa, y así. Y a mí me cabe siempre el rol de animador. Soy el que llama a las parejas a la pista, el que los presenta, en fin. Lo más gracioso fue que ese año que estaba de visita Villoro en Chile, el día anterior a la fiesta estábamos en la terraza ensayando y cuando terminamos de bailar con nuestras esposas, escuchamos un aplauso enorme. Estaba toda la gente de los edificios de alrededor mirando y aplaudiendo. Fue muy cómico.

Noticias: Pasemos a un tema menos feliz: la polémica por el discurso inaugural de la Feria del Libro de Buenos Aires de este año. ¿Cuál es su posición al respecto?

Skármeta: Mi opinión es rotunda sobre este tema: el escritor tiene la libertad de decir absolutamente lo que quiera en cualquier circunstancia y en cualquier momento. Y habla bien de un país que, aunque sea criticado por el huésped, deja que este exprese sus ideas, por adversas al gobierno y entrometidas que puedan parecer. Así es la vida: si tienes un huésped y él te quiere decir cara a cara las cosas, no se lo puedes prohibir. No se le puede pedir a un escritor que tenga la cordialidad que debe tener un diplomático. Para eso no están los escritores, como tampoco están los gobiernos para aconsejar a un escritor qué tiene que decir y qué no. La libertad del intelectual, para mí, es completamente sagrada.

Noticias: Pero, entonces, ¿se puede ser a un tiempo intelectual y oficialista? ¿No hay un contrasentido en eso?

Skármeta: Yo creo que, por mucha simpatía que uno le pueda tener a un gobierno, hay un análisis de la realidad y una crítica de las instituciones que no puede faltar. Desde luego que es legítimo que actores o artistas tengan simpatía por la obra de un gobierno, y que lo defiendan.

Pero en lo que no creo es en las conductas "de bloque". Cuando de parte del poder se tiene la idea caprichosa de decir: "A ver, ordenemos a todos los muñecos detrás del objetivo X", creo que eso es una tontería. Son cosas de los políticos, que creen que puede "ordenar" la vida de la creatividad. Y esa es una tarea poco feliz porque, por aquí o por allá, a la larga lo no dicho se filtra. Lo que aprecia el público de un intelectual es su apuesta a lo alternativo, a lo divergente.