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“No alteramos su historia: Caminito puede reinventarse sin perder su esencia”
Hermiluz Velasquez, la encargada de RR. HH. de Grupo Caminito, explica por qué aceptaron pintar de negro una fachada icónica y qué debate se encendió detrás de la estética.
La intervención de Netflix que oscureció parte de Caminito para promocionar “Merlina”
generó polémica, pero también récord de visitantes. En esta entrevista, Velasquez defiende la propuesta, explica su impacto y revela cómo piensan capitalizar el fenómeno.
La tradición en tensión con la innovación. La identidad barrial frente a los experimentos del marketing global. ¿Hasta dónde puede transformarse un símbolo patrimonial sin traicionar su esencia? Caminito, uno de los rincones más fotografiados de Buenos Aires, fue esta vez epicentro de una discusión que va mucho más allá del color de una pared.
A fines de julio, una fachada del emblemático paseo fue pintada íntegramente de negro
como parte de una acción promocional de Netflix para la serie “Merlina”. El bautizado
“Darkminito” desató un vendaval en redes sociales, medios y foros vecinales: desde quienes lo vieron como un golpe de frescura y visibilidad global, hasta los que hablaron de “profanación cultural”.

En el centro de la escena quedó Hermiluz, empresaria a cargo de uno de los locales
intervenidos y referente activa del circuito comercial. Su rol no fue solo el de anfitriona de un evento viral, sino también la de mediadora entre intereses disímiles: la fidelidad al
patrimonio, la oportunidad de renovar el atractivo del barrio y la necesidad de repensar el turismo local en un contexto económico adverso.
En esta conversación con enfoque económico y cultural, Hermiluz ofrece una mirada serena y estratégica sobre el fenómeno. Consciente de las tensiones que despierta la
transformación del espacio público, defiende la intervención sin evasivas, pero también con respeto por quienes la cuestionaron.
–Desde afuera, la decisión de oscurecer Caminito puede parecer temeraria. ¿Qué los
motivó a sumarse a esta propuesta?
Vimos en “Darkminito” una oportunidad para renovar la atención sobre Caminito sin perder su esencia. La propuesta de Netflix de intervenir temporalmente el lugar para promocionar “Merlina” nos pareció innovadora: una forma de fusionar la cultura pop actual con la tradición creativa de La Boca.
Lo importante es que los organizadores nos aseguraron que restaurarían los colores
originales. Con esa garantía, supimos que la acción no solo atraerían nuevas miradas, sino que demostraría que nuestro barrio tiene capacidad de adaptarse, sin olvidar de dónde viene.
–¿Cómo reaccionaron los demás comerciantes y vecinos ante una intervención tan
radical?
Hubo opiniones diversas, claro. Pero en su mayoría, la recepción fue positiva. Antes de
iniciar el proyecto, hablamos con los vecinos y locales para explicar que la intervención
sería temporal. La mayoría se mostró entusiasmada por la visibilidad que traería.
Algunos, sí, expresaron preocupación por cómo podía afectar la imagen tradicional del barrio.
Nos aseguramos de que el negro no tocara la fachada histórica y de que toda intervención fuera reversible. Escuchar esas inquietudes fue clave para seguir adelante con responsabilidad.

–¿Y el impacto económico? ¿Hubo más visitantes, más ventas?
Durante el evento, la afluencia fue masiva. Las redes sociales estallaron: los posteos de
influencers superaron los ocho millones de visualizaciones.
A nivel comercial, si bien las ventas no eran el foco principal, el evento fue un éxito.
Mucha gente que no venía hacía años volvió por curiosidad. Y muchos vinieron por primera vez.
Fue una conexión valiosa con una audiencia más amplia y diversa. Que haya sido gratuito, en plenas vacaciones de invierno, fue también un acierto.
–¿Tienen pensado capitalizar este impulso en lo que viene?
Sí, absolutamente. Somos un grupo de empresarios que busca innovar para atraer al
público local, especialmente en este contexto económico donde el turismo internacional disminuyó.
Ahora mismo estamos organizando una gran fiesta callejera para el cumpleaños 155 de La Boca, el 23 de agosto. Queremos llenar de música, danza y murga el barrio. También
estamos explorando eventos temáticos, colaboraciones con artistas locales y más presencia en redes sociales. Caminito tiene todavía mucho que contar.
–¿Qué le dirían a quienes vieron esta acción como una profanación de un símbolo?
Los entendemos. Caminito es un lugar especial, lleno de historia. A quienes se sintieron
molestos, les decimos que nosotros también amamos este lugar.
La intervención fue breve y reversible. Pero sobre todo fue una manera de mostrar que La Boca sigue viva, sigue generando conversación y creatividad. Esta experiencia nos unió más como comunidad. Y nos recordó que, a veces, incluso desde lo disruptivo, se puede reafirmar una identidad.
“Queremos que Caminito siga emocionando a quienes lo conocen de toda la vida… y
que vuelva a sorprender a quienes creían que ya lo habían visto todo”, concluye
Hermiluz, con la convicción de que un ícono también puede reinventarse sin dejar de serlo.
generó polémica, pero también récord de visitantes. En esta entrevista, Velasquez defiende la propuesta, explica su impacto y revela cómo piensan capitalizar el fenómeno.
La tradición en tensión con la innovación. La identidad barrial frente a los experimentos del marketing global. ¿Hasta dónde puede transformarse un símbolo patrimonial sin traicionar su esencia? Caminito, uno de los rincones más fotografiados de Buenos Aires, fue esta vez epicentro de una discusión que va mucho más allá del color de una pared.
A fines de julio, una fachada del emblemático paseo fue pintada íntegramente de negro
como parte de una acción promocional de Netflix para la serie “Merlina”. El bautizado
“Darkminito” desató un vendaval en redes sociales, medios y foros vecinales: desde quienes lo vieron como un golpe de frescura y visibilidad global, hasta los que hablaron de “profanación cultural”.

En el centro de la escena quedó Hermiluz, empresaria a cargo de uno de los locales
intervenidos y referente activa del circuito comercial. Su rol no fue solo el de anfitriona de un evento viral, sino también la de mediadora entre intereses disímiles: la fidelidad al
patrimonio, la oportunidad de renovar el atractivo del barrio y la necesidad de repensar el turismo local en un contexto económico adverso.
En esta conversación con enfoque económico y cultural, Hermiluz ofrece una mirada serena y estratégica sobre el fenómeno. Consciente de las tensiones que despierta la
transformación del espacio público, defiende la intervención sin evasivas, pero también con respeto por quienes la cuestionaron.
–Desde afuera, la decisión de oscurecer Caminito puede parecer temeraria. ¿Qué los
motivó a sumarse a esta propuesta?
Vimos en “Darkminito” una oportunidad para renovar la atención sobre Caminito sin perder su esencia. La propuesta de Netflix de intervenir temporalmente el lugar para promocionar “Merlina” nos pareció innovadora: una forma de fusionar la cultura pop actual con la tradición creativa de La Boca.
Lo importante es que los organizadores nos aseguraron que restaurarían los colores
originales. Con esa garantía, supimos que la acción no solo atraerían nuevas miradas, sino que demostraría que nuestro barrio tiene capacidad de adaptarse, sin olvidar de dónde viene.
–¿Cómo reaccionaron los demás comerciantes y vecinos ante una intervención tan
radical?
Hubo opiniones diversas, claro. Pero en su mayoría, la recepción fue positiva. Antes de
iniciar el proyecto, hablamos con los vecinos y locales para explicar que la intervención
sería temporal. La mayoría se mostró entusiasmada por la visibilidad que traería.
Algunos, sí, expresaron preocupación por cómo podía afectar la imagen tradicional del barrio.
Nos aseguramos de que el negro no tocara la fachada histórica y de que toda intervención fuera reversible. Escuchar esas inquietudes fue clave para seguir adelante con responsabilidad.

–¿Y el impacto económico? ¿Hubo más visitantes, más ventas?
Durante el evento, la afluencia fue masiva. Las redes sociales estallaron: los posteos de
influencers superaron los ocho millones de visualizaciones.
A nivel comercial, si bien las ventas no eran el foco principal, el evento fue un éxito.
Mucha gente que no venía hacía años volvió por curiosidad. Y muchos vinieron por primera vez.
Fue una conexión valiosa con una audiencia más amplia y diversa. Que haya sido gratuito, en plenas vacaciones de invierno, fue también un acierto.
–¿Tienen pensado capitalizar este impulso en lo que viene?
Sí, absolutamente. Somos un grupo de empresarios que busca innovar para atraer al
público local, especialmente en este contexto económico donde el turismo internacional disminuyó.
Ahora mismo estamos organizando una gran fiesta callejera para el cumpleaños 155 de La Boca, el 23 de agosto. Queremos llenar de música, danza y murga el barrio. También
estamos explorando eventos temáticos, colaboraciones con artistas locales y más presencia en redes sociales. Caminito tiene todavía mucho que contar.
–¿Qué le dirían a quienes vieron esta acción como una profanación de un símbolo?
Los entendemos. Caminito es un lugar especial, lleno de historia. A quienes se sintieron
molestos, les decimos que nosotros también amamos este lugar.
La intervención fue breve y reversible. Pero sobre todo fue una manera de mostrar que La Boca sigue viva, sigue generando conversación y creatividad. Esta experiencia nos unió más como comunidad. Y nos recordó que, a veces, incluso desde lo disruptivo, se puede reafirmar una identidad.
“Queremos que Caminito siga emocionando a quienes lo conocen de toda la vida… y
que vuelva a sorprender a quienes creían que ya lo habían visto todo”, concluye
Hermiluz, con la convicción de que un ícono también puede reinventarse sin dejar de serlo.
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