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Nadie tiene fuego: consecuencia inesperada de la vida sana de los porteños

Como cada vez hay menos fumadores en la Ciudad de Buenos Aires, encontrar un encendedor es casi una misión imposible.

Conseguir un encendedor, una cajita de fósforos o cualquier objeto que emita una llama es hoy en día mucho más complicado de lo que fue en un pasado no tan lejano. Los hábitos más saludables de los porteños tienen un efecto impensado: no hay a quién pedirle fuego.

Algunos años atrás, si alguien quería prenderse un cigarrillo y pedía fuego a un desconocido en la calle, en un restaurante, un edificio público o en casi cualquier lugar, sin dudas, iba a conseguirlo inmediatamente. Hoy, no se consigue fuego, incluso para fines saludables. Y hay hechos que comprueban que los tiempos han cambiado. Situación en una oficina con 20 personas: nadie tenía nada para prender la vela de la torta del cumpleañero de turno.

Todo tiene su explicación: los cigarrillos y todos los accesorios que usaban los fumadores están desapareciendo. Antes, fumar tabaco era muchas veces sinónimo de "onda", era moneda corriente en reuniones y eventos, e incluso eran más los jóvenes y adultos que fumaban que los que no lo hacían.

Afortunadamente, y no casualmente, las cosas han cambiado. Pareciera que años de señales en contra del tabaco, campañas publicitarias y sobre todo, leyes y medidas restrictivas, finalmente hicieron efecto.

Pero el cambio no sólo se huele sino que también está reflejado en las encuestas: sólo en los últimos dos años la cantidad de fumadores de la Ciudad de Buenos Aires se redujo del 28,7% al 25,3 %. Disminuyó el porcentaje de quienes fuman diariamente; y cada vez se permite fumar menos en las casas y ambientes de trabajo, según datos de la consultora de opinión Julio Aurelio-Aresco.

Además, el consumo de tabaco en jóvenes de entre 13 y 15 años descendió del 24,5% al 19,6% en los últimos cinco años, lo que significa que más de 30 mil adolescentes dejaron de fumar en ese período y seis de cada diez jóvenes intentaron abandonar el tabaco en los últimos 12 meses, según informó la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adolescentes (EMTA), realizada por el Ministerio de Salud de la Nación, con el apoyo del Ministerio de Educación, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.

Los cambios en los hábitos de los porteños se modificaron ampliamente a partir de la entrada en vigencia de la Ley 1799 de control de tabaco, que establece que no se puede fumar en ningún espacio cerrado público o privado de la Ciudad que tenga acceso público, incluyendo salones de fiestas, locales bailables y shoppings.

La medida, sancionada previamente en 2010, pero que daba una prórroga de un año para adecuación, permite únicamente fumar en espacios con acceso público, como patios, terrazas, balcones y demás sitios al aire libre, así como en áreas específicas para degustación en clubes de fumadores y tabaquerías sin atención de empleados. La legislación fue fundamental en la reducción del número total de fumadores.