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Los porteños, ¿malos vecinos?

Hoy, 11 de junio, se celebra en Argentina el Día del Vecino, ¿un tipo de relación en extinción?

Por Sofía Tarruella

starruella@diarioveloz.com

@Sofisuu

Un sábado a la tarde, hace varios años atrás, mi mamá terminaba de hacer una torta de vanilla cuando se dio cuenta que le faltaba un poco de harina para terminar con la receta. Sin pensarlo mucho, decidió pedirme que fuera a la casa del vecino, quien en pocos minutos cumplió con lo solicitado y hasta probó por sí mismo una porción de la preparación casera, horas después.

Anécdotas similares me vienen a la memoria como la vez que faltaba "un poco de vinagre", la vez que prestamos "la cubetera", cuando mis padres pidieron a los vecinos que "cuidaran a los chicos de la casa por unos minutos" o cuando alimentamos al gato Tino, entre otros pedidos mínimos y aparentemente insignificantes, pero que fueron reflejo de una relación de camaradería, confianza y amistad.

Hoy, como cada 11 de junio se celebra en Argentina el Día del Vecino y es extraño como los recuerdos reales de "vecindad" tienen que ver con épocas pasadas y no recientes.

Hace tres años vivo en el mismo edificio y apenas conozco a las personas que viven a centímetros de mi hogar. Más allá de las charlas sobre clima o desinfección del edificio, escasamente conozco algo de sus vidas o si necesitan "un poco" de algo.

El hecho de que los supermercados siempre estén abiertos y que las rutinas de todos estén apretadísimas de compromisos diversos, puede justificar, un poco, el hecho de que pedir "la tacita de..." sea algo, al menos, extraño.

Pero además de las excusas típicas de tiempo y espacio en la vida de la jungla de cemento, parecería que hay algo de distanciamiento o básicamente, falta de relación, entre los vecinos de hoy en día.

Por su puesto, y afortunadamente, algunos lazos de vecindad siguen existiendo y otros nuevos re surgen aún en estos días.

Sin embargo, la sensación de que la relación entre moradores cercanos está en extinción no es una apreciación sólo mía. ¿Somos los residentes de la Ciudad de Buenos Aires malos vecinos o son nuestros hábitos "a las corridas" los que cambiaron las relaciones?

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