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Lole: fin de una fantasía, inicio de una implosión

*Por Pablo Ibañez. La voz de La Dama. La intervención de De Narváez. El mapa santafesino. Los «sin destino»

«Que nadie me diga lo que tengo que hacer».

No modificó el tono de voz, pero bastó para imponer silencio. Carlos Reutemann frenó con la frase las objeciones de los demás comensales sobre los comentarios que, en su nombre, había difundido su pareja, Verónica Ghío, respecto de una etapa de quietud y espera.

En ese instante, el senador comenzó a sepultar su pertenencia al Peronismo Federal que terminó de cincelar al día siguiente, tras conversaciones con Ghío, la diputada Celia Arena y, entre otros, Francisco de Narváez, y publicitó a través de un escueto comunicado.

Su retirada detonó, además, una crisis que los caciques del PF tratarán de reencauzar con un cena convocada para el martes próximo, pero que, hasta anoche, no contaba con la confirmación de al menos dos de los presidenciables del espacio: Mario Das Neves y Felipe Solá.

Todo se explica. Esos dos dirigentes estuvieron, una semana atrás, a punto de pegar un faltazo al encuentro disidente convocada para reconfigurar la estrategia tras la muerte de Néstor Kirchner. A esa cita no fue Reutemann, quien antes sugirió no hacerla.

Das Neves y Solá, que se habían reunido durante una hora a solas en la casa de Chubut en la Capital, sólo concurrieron para evitar que su ausencia, sumada a la de Lole, no se traduzca como la fractura del PF. Los tres tenían miradas parecidas respecto del proceso post-Kirchner.

El cuarto escudero fue Francisco de Narváez, quien nunca se integró a las citas gastronómicas que invitaban Adolfo Rodríguez Saá, Juan Carlos Romero o Ángel Torres -depende del día y del menú- por reversas expresas contra la cúpula del espacio.

En concreto, aunque sin que existan simpatías entre sí, Das Neves, Solá, De Narváez y Reutemann acumulaban objeciones sobre la conducción del PF que capitalizaban Romero, Adolfo Rodríguez Saá y Ramón Puerta. Solá fue el más quejoso. Pero Lole, sin preaviso, saltó antes.

Desde la trinchera del PF advierten que el santafesino comenzó anteayer mismo, apenas hizo difundir su retirada -tras estar reunido en su despacho con De Narváez- a «colaborar» con la unidad del peronismo de su provincia, en alianza indirecta con la Casa Rosada.

Sugerían, con mordacidad, que el potencial acuerdo entre Jorge Obeid y Agustín Rossi podría incluir una cláusula que le reserve al reutemanismo un lugar expectante en las listas que el ex piloto ocuparía con su mujer. Dardos envenenados de ex socios.

Además del impacto inicial, sobre la pérdida de la figura más taquillera del Peronismo Federal, el portazo de Lole tiene efectos colaterales sobre los dirigentes que venían marcando, desde antes, matices con la línea ortodoxa de la «mesa de coordinadores».

De Narváez se acopló a Reutemann para afirmar que, como el santafesino, cree necesaria «una renovación» del peronismo. A su vez, Solá habló de una «pequeña crisis» en el espacio y empujó a Das Neves al decir que el chubutense también tiene «cosas para decir».

Alberto Rodríguez Saá -que con Eduardo Duhalde, que se mantuvo silencioso, completan el pelotón de presidenciables- fue el que más ímpetu le aportó al día después. «El que se quiera ir que se vaya», dijo en referencia a sus socios-competidores.

Sin embargo, salvo De Narváez, tanto Solá como Das Neves se encuentran ahora en una encrucijada: cualquier movimiento que agudice el conflicto en el Peronismo Federal puede derivar en una fractura definitiva que los deje en un escenario incierto e incómodo.

En esencia, Das Neves y Solá se quedan sin una herramienta: tomar distancia de los «federales», pero sin que eso implique derivar en una alianza expresa con el peronismo K. Reutemann se les anticipó, y cualquier jugada, ahora, será, como mínimo, menos efectiva.

Pero ese proceso, salvo que se produzca un reordenamiento dentro del Peronismo Federal, sería inevitable. En concreto, la salida de Reutemann parece ser el episodio que termina de derrumbar la fantasía de conformar un polo peronista opuesto al Gobierno.

Con su salida, además de explicitar que no considera al PF como una alternativa para 2011, regó la semilla de la implosión de ese armado. Había, hace tiempo, dejado de ser el posible candidato que uniría detrás suyo a todo el peronismo anti-K. Al irse, declara el sin destino de ese plan.