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Las dueñas del cadáver

Fue un error dejar que velaran al Diego en La Casa Rosada. Adentro las dueñas del ataúd. Arrogantes, soberbias, destilando miserias y escasez de corazón.

Por Jon Kokura

La costumbre de velar a los muertos viene de la edad media. Se hacía por temor a que "los muertos no estuvieran muertos" sino en un estado de sueño profundo, sin signos vitales (catalepsia) ya sea por enfermedad, envenenamiento o simple brujería.

Entonces ponían al muerto sobre una mesa y lo vigilaban por tres días, cuando el finado despedía un olor insoportable, era una suerte de certificado de defunción y se lo enterraba.

De ahí viene esta cosa de los velorios, de la edad del oscurantismo.

Maradona muchas veces gambeteó a la muerte. Pero la mañana del 25 de noviembre la parca lo agarró dormido y le ganó.

Falleció en Argentina, aunque sus últimos años los vivió en el extranjero. Porque El Diego era un poco y mucho de todo el mundo.

El asunto es que su muerte dejó a todos en off side y encima en tiempos de cuarentena.

Y en el afán de despedir "como se merecía al ídolo máximo del fútbol mundial" el gobierno nacional, con la mejor onda (de eso no tengo duda) quedó de rehén de los caprichos de la ex mujer y las dos hijas "correctamente autenticadas" de Maradona.

"El acomedido nunca queda bien" decía mi abuelita, que era muy sabia.

Eso de ofrecer La Casa Rosada para velar al Diego no fue buena idea, fue un caos. Un triste caos.

Del lado de afuera de la casa de gobierno, cientos de miles de personas esperando en fila y al sol para despedir a Maradona.

Del lado de adentro, las dueñas del cadáver; Claudia Villafañe e hijas, Dalma y Giannina... que son como las hermanastras de La Cenicienta, pero con acta de nacimiento.

Estas tres mujeres le impusieron el horario de visitas al pueblo argentino, para decirle adiós a su dios de barro y sueños.

Hasta las 16 horas... ni un minuto más.

Afuera cientos de miles de argentinos con ojos llorosos sentimientos al sol.

Adentro las dueñas del ataúd. Arrogantes, soberbias, destilando miserias y escasez de corazón.

Fue un error dejar que velaran al Diego en La Casa Rosada.

Si las damas le iban a poner horario de comercio a los sentimientos del pueblo porque se sentían cansadas y querían pronto volver a su zona de confort, sus casas, su exigente mundo de netflix, tik tok e instagram.

No tenían que jugar con el dolor de los demás. De los miles que siempre están del lado de afuera. Que de las pocas alegrías que les dio la vida, una de ellas fue Maradona... Y simplemente querían darle las gracias.

No debían cerrarle las puertas del palacio, pero lo hicieron.

Fue un error.

Si lo iban a sacar por la puerta chica y llevarlo como lo llevaron; rápido y furioso hasta el cementerio privado. Como un paquete express... como un delivery de entrega inmediata a aquel parque de los olvidos.

En una ceremonia sólo para íntimos y recontra íntimos.

Que el pueblo lo mire por TV.

Me quedo con las lágrimas verdaderas de los millones que lloraron al Diego.

Me quedo con el llanto de Sergio Goycochea, Jorge Valdano, Pedro Troglio.

Con las lágrimas de ese hombre viejo y pobre que haciendo fila le dijo a un periodista:

"Yo me quería morir antes que El Diego para no llorarlo, pero tuve mala suerte, y acá estoy, en la fila para despedirme..."

Y no alcanzó porque tres mujeres miserables le cerraron la puerta... fue una falta de respeto y consideración.

No la dibujen ahora publicando "cartitas a papá". No les creo una mierda señoritas.

Se olvidaron de dios... Ese dios de barro y sueños que nunca conocieron.

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