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Las claves del glamour de Charlene Wittstock

*Por Rossella della Giovampaola. A un poco más de dos meses del casamiento de William y Catherine Middleton, que ha hecho soñar al mundo entero, el 2 de julio el viejo continente ha sido espectador de una nueva unión real entre Alberto de Monaco y Charlene Wittstock.

La nueva princesa es linda como la duquesa de Cambridge, con la cual comparte además de sus orígenes "plebeyos", otras cosas, como la de la inevitable comparación con la imagen de sus "suegras-iconos" difíciles de contrastar. Pero, si la inglesa ha preferido quedar fiel a su estilo de chica cualquiera que, como tal, viste prendas" low cost" como la mayoría de las mujeres en el mundo (como el último vestido de la cadena inglesa Reiss que lució para el encuentro con los Obama), Charlene ha preferido jugar en todos los sentidos con su parecido con la inolvidable Grace Kelly. Es como si el príncipe, que una vez dijo: " La mujer de mi vida tendrá que parecerse a mi madre", hubiera encontrado en Charlene —alta, rubia, ojos azules y extraordinariamente elegante—precisamente lo que él deseaba.

Ex nadadora olímpica y modelo, nacida en Sudáfrica, Charlene ha hecho muchos cambios en los años de noviazgo con el príncipe Alberto, como convertirse al catolicismo (era de confesión protestante) el día de la noticia oficial del compromiso, en junio de 2010, y hacerse unos pequeños retoques en labios y nariz para suavizar sus rasgos. Su estilo típico de una deportista ("antes de conocer a mi futuro marido, vivía en traje de baño, jeans, remera y ojotas", declaró en una reciente entrevista) se ha transformado en extremadamente refinado. Gracias a su físico escultu- ral, con su altura, caderas estrechas y notable porte, se ha convertido en una de las mujeres más elegantes del planeta. Siempre elige vestidos muy sofisticados que evidencian sus puntos fuertes (altura y hombro), acompañados con detalles de estilo, pero sin exagerar: Para la noche y cenas de gala suele decidirse por elegantes modelos largos de gasa, con escotes asimétricos o "decollete", ceñidos a su impresionante figura, mientras que para el día, el atuendo que más usa es saco y pantalón.

Su estilista icono es Giorgio Armani, que ha sido el encargado de crear su espectacular traje de novia, pero para otras ocasiones "reales" ha llevado maravillosamente creaciones de grandes firmas de la moda como Roberto Cavalli y Akris. Los colores que elige son siempre naturales, como los beige, gris (inolvidable fue el vestido que lució para la cena de gala en el hotel Mandarín, la noche anterior a la boda de William y Kate), azul pastel, y el siempre elegante negro, con algún toque de rojo.

Su maquillaje es discreto, luminoso y estudiado para poner en evidencia sus ojos claros y su lindo cutis.

Para las ocasiones oficiales, lleva el pelo recogido en elegantísimos chignons que nos recuerdan a su mítica suegra.

El primer encuentro y "coup de foudre" entre Alberto y Charlene se dio en 2000, en Monaco, en ocasión del torneo de natación "Mare Nostrum", cuando el príncipe, encargado de premiarla con la medalla de oro, fue conquistado por esa rubia que había representado a Sudáfrica en los juegos olímpicos de Sydney.

Ella tenía 20 años menos que él, y compartía una de sus grandes pasiones, el deporte. Y la actividad deportiva sigue siendo parte del día a día de la princesa: practica tres veces por semana con su ex entrenador olímpico, juega al tenis, hace esquí y está presente en todos los eventos deportivos del Principado.

Hay que reconocer que llegar hasta el altar le ha llevado tiempo y mu- Continúa cha paciencia: Por años, Alberto ha sido considerado el solterón más codiciado del planeta, un verdadero y empedernido "donjuán" con dos hijos (Jazmin Grace, de 19 años, y Alexandre, de 8) f rutos de sus aventuras amorosas. Más allá del lado romántico de la boda y del anhelo de encontrar en Charlene a la sucesora de Grace Kelly, el éxito del enlace tiene importancia fundamental para el futuro de la dinastía más antigua de Europa (7 siglos), los Grimaldi.

Monaco es un paraíso fiscal y centro del jet set internacional, que en los últimos años ha perdido su encanto siendo centro de varias críticas: Aunque sea un Estado independiente y el segundo más pequeño después del Vaticano, corre el riesgo de volver a ser administrado por el país galo.

Así que, además de llenar el vacío que dejó la princesa Grace, Charlene tendrá la importante tarea de volver a donar glamour y asegurar un futuro para una monarquía que ha sido signada por trágicas muertes, escándalos y matrimonios fracasados.