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Las cartas de amor antes de las 113 puñaladas

El caso Tablado conmocionó al país en 1996. Le juraba amor eterno a Carolina a través de cartas de amor. La última fue horas antes del crimen.

El oficial Calderón había recibido una orden precisa. Tenía que llegar en auto, detenerse sobre el puente Tedín, en Tigre, y hacer sonar tres veces la bocina. Esa era la señal que, según le habían informado, esperaba para salir del escondite un muchacho que había tenido un conflicto con la novia. La denuncia la había hecho un amigo del joven. Aguardó sólo un par de minutos y apareció el adolescente.

Caminaba despacio. El policía se bajó rápido y lo encaró: "Vengo a detenerte porque le pegaste a tu novia", le dijo. Fabián Tablado lo corrigió: "Yo no le pegué, la maté".

Días antes del brutal asesinato, Fabián, como tantas otras veces, le había enviado una carta de amor a Carolina Aló (16). Esas misivas que intercalaban promesas de una vida juntos con dibujos de corazones y ositos se transformarían en el sello distintivo de uno de los asesinos más brutales. Incluso mucho después del crimen de Carolina, quien recibió 113 puñaladas y 19 golpes, Tablado continuaría con esa forma de comunicarse con sus parejas. Es más, una de ellas llegó a denunciar que sufrió una paliza y amenazas de ese hombre que, hasta la noche anterior, le juraba amor eterno.

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Para los especialistas que declararon en el juicio que condenó a Tablado a 24 años de prisión, esa conducta es una clara descripción de un "psicópata perverso".  Alguien que, en las mismas condiciones, volvería a matar. "La mujer para este tipo de persona es sólo un objeto de su pertenencia", dijo uno de los psicólogos. No tiene remordimientos, él considera que la culpa fue de ella.

Faltaban pocos días para el fatídico 27 de mayo de 1996. Fabián le envió otra carta a Carolina.

"Princesita de mi vida, osita de Peluche, corazón con patas, viste que pese a todos los obstáculos,a la distancia y las circunstancias, el amor de nosotros pudo más", escribió arriba del dibujo de un sonriente oso que sostiene un corazón-cartel, en el cual se lee "TE AMO". Así, con mayúsculas. Para entonces, la adolescente quería terminar la relación. Todavía le dolía la nariz y el alma, por la cobarde trompada que él le había aplicado en uno de sus tantos arrebatos por celos.

En su mesa de luz, la adolescente todavía guardaba, y quizás releyó, otra de las cartas: "Son como las 12,30 y estoy acostado en mi cama, no tengo sueño. Quería escuchar un poquito de música. Y como no podía ser de otra manera, me empecé a acordar de vos, bebé. Te extraño muchito y tengo ganas de bailar con vos y después dormir bien juntitos..." Pero esa vez fue distinto, Carolina se decidió a decirle basta a Fabián, no lo aguantaba más. 

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Tablado le había comentado a su amigo Luis Vallejos que tenía ganas de matar a su novia. No le creyó.

Aquel 27 de mayo, Fabián y Carolina se encontraron en el colegio Marcos Sastre de Tigre. Ambos cursaban el cuarto año. Pese a que llevaban una semana peleados, la convenció de que lo acompañara a su casa. Salieron antes, porque tuvieron hora libre.

Los padres de Tablado no estaban en la casa. Fabián le reclamó a Carolina haberlo dejado. Probablemente recordaba frases de la última carta: "bebé, quiero que sepas que, a pesar de que siempre haya algo entre nosotros tratando de separarnos, te voy a amar. Y aún cuando vos te canses de no poder hacer nada por mi culpa y me dejes, yo voy a seguir amándote".

Pero Fabián ya tenía todo planeado. El ataque duró entre cinco y diez minutos, una eternidad. Usó tres cuchillos de cocina y un formón de carpintero. Empezó a apuñalarla en la cocina, siguió en el living y terminó en el acceso al garaje de la vivienda. El cuerpo tenía siete lesiones en la mano izquierda y muchas heridas en los brazos, señales de la desesperación de la chica por salvar su vida. Para terminar su obra de terror, Tablado le aplicó una profunda cuchillada en el cuello y, para rematarla, le hundió una puñalada en el corazón.


El cuerpo, según lo describió un policía en el juicio, estaba "hecho un bollito, boca abajo, en el piso". Al lado quedó el formón. A metros del cadáver, además, se encontró un dibujo, uno más. Pero en este caso no había frases de amor ni ositos con corazones, sólo había bosquejado con una birome el cuerpo de una mujer que estaba siendo sacrificada. El asesino, según la explicación de los especialistas, había acudido una vez más al papel y el lápiz para manifestar sus sentimientos.

Fabián Tablado, tras el asesinato, huyó de su casa. Pasó a ver a su amigo Vallejos y le dijo que había matado a su novia. Le pidió ayuda: que lo fuese a buscar al Puente Tedín en un remís, donde aparecería luego de la señal de los tres bocinazos. El compañero, primero, no le creyó y llamó al papá de Carolina. "Me llamó cambiando la voz, como si fuese una chica, y preguntó por mi hija, pero cortó", recordó Edgardo Aló.

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Vallejos, en vez de pasar a buscar a su amigo, envió a la Policía. El oficial Calderón sí fue al Puente Tedín, aunque llegó pensando en una pelea de novios, un conflicto como tantos otros en los que había intervenido. No sabía que iba a tener frente a él a uno de los asesinos más despiadados de la historia penal argentina.