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La responsabilidad de ser ministro

El destrato del kirchnerismo para con la Mesa de Enlace condiciona y afecta la gestión de Casamiquela, de quien se esperaba un cambio basado en el respeto.

Nota extraída de La Nación

Si hay un renglón de la malhadada política oficial en que se observa que el problema no son los hombres, sino las políticas y el estilo con el cual éstas se ejercen por derivación del temperamento de la Casa Rosada, es el del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.

El ministro que asumió en noviembre, después de que su antecesor pagara el precio de quedarse sin el pan y sin la torta a raíz de un fiasco electoral en Chubut, tiene reconocida veteranía en esa área del Estado. Tanto es así, que con un tiro indirecto contra los oportunistas que desde 2003 encontraron cómodo refugio en el ministerio que debe ocuparse profesionalmente de las cuestiones agropecuarias, los productores lo recibieron con palabras como las que siguen: "No hay que explicarle que el fuego quema y que el agua moja...".

Han sobrado, sin embargo, dos meses para que el papel del ingeniero Carlos Casamiquela comenzara a quemarse a contramano de las expectativas abiertas con su designación. Ha sido un caso parecido al del atribulado jefe de Gabinete.

Los dirigentes rurales nada tenían en lo personal para objetar sobre la trayectoria del ministro Casamiquela; tampoco lo tenían para criticar la personalidad y antecedentes de la mayoría de los miembros del elenco superior que éste designó. Pero no pueden pasar por alto de qué modo el contexto oficial en que se mueven los actores gubernamentales condiciona y afecta la gestión que se esperaba de ellos.

El ministro se ha reunido hasta aquí con representantes de lo que habitualmente se denomina "las cadenas de valor" de la actividad: la del maíz, la de las carnes, la que fuere; en cambio, ha ignorado que un funcionario como él, a cargo de tareas esencialmente políticas, mal puede desentenderse de que la verdadera representación política del campo argentino está desde hace años desde la crisis de la resolución 125, en 2008 en manos de la Mesa de Enlace. O sea, en el cuerpo en que confluyen las cuatro grandes entidades del sector: la Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentinas, Coninagro voz unificada de las cooperativas, que el oficialismo intentó dispersar con prebendas y amenazas vanas y la Federación Agraria Argentina. Todas le han pedido sin éxito entrevistarse con él.

El lunes último, en una información cuyo sentido hubo de rectificarse más tarde, se hizo saber que el Ministerio de Agricultura recibirá la semana entrante a la Mesa de Ganados y Carnes, que no se reúne desde hace años. La integran alrededor de diez entidades, entre ellas, las cuatro organizaciones madre del campo. En un sentido, esto representa un avance respecto de los tiempos de "la escuelita de los viernes", en la que pretendía impartir docencia, con autoritarismo y malos modales más que con sabiduría y conocimiento, el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno.

En cuanto al grupo de las cuatro entidades, todo lo que hubo al fin resultó ser una nota firmada por el ministro y dirigida a técnicos a fin de convocarlos a reunirse, no con él precisamente, aunque pueda hacerse presente para saludarlos, sino con el subsecretario del área respectiva. En estos últimos diez años se han perdido muchas convenciones de buen trato y esas notas testifican que Casamiquela venía con pocas defensas ante los nuevos vientos: ha olvidado, al parecer, lo aprendido en tantos años en el INTA, ente que constituyó, desde su fundación en 1956 por el presidente Pedro Eugenio Aramburu, una de las pocas organizaciones del Estado argentino que han sobrevivido, junto con el Conicet, a la degradación generalizada que ha arrasado con la educación pública y la infraestructura básica del país. Un ministro debe preservar un mínimo de respeto por sus pares del ámbito privado.

Con una respuesta más seria a propósito de cómo deben resolverse las cuestiones en estos niveles públicos, las cuatro instituciones han aceptado que sus especialistas concurran al convite hecho por el ministro a nombre de un subordinado. Allí expondrán los puntos de vista del campo sobre una política de carnes que ha ido transfiriendo la irrelevancia creciente de la Argentina en el mundo a uno de los capítulos en los que el país había trascendido como el que más en el pasado: el de las exportaciones bovinas. Abogarán, pues, tanto por la eliminación de los ROES que traban las exportaciones y dañan la libre competencia, al tiempo que protestarán contra la necedad de que para exportar haya que ajustarse a las exigencias de "la gran barata", que es algo así como decir "te dejo vender un auto a condición poco menos de que regales otro a quienes quiero proteger"; abogarán también por la urgencia de que se instrumenten medidas más eficientes en la comercialización de carnes y se facilite de tal manera la venta por cortes específicos y no por redes, que se eliminen retenciones impagables y que el Estado devuelva el IVA en tiempo y forma, y autorice los ajustes por inflación. Y, desde luego, reclamarán que el Estado no dilapide fortunas y prestigio nacional con incumplimientos en las oportunidades que abre la cuota Hilton.

Habrá que reconocer a Casamiquela el haberse privado, por lo menos hasta aquí, de la torpeza de su antecesor, el derrotado candidato a legislador nacional Norberto Yahuar que no se ha dado por vencido en la voluntad de volver a la burocracia, de que la Mesa de Enlace "ya no representa" a los productores. No lo entienden así los productores, ni quienes disienten del gobierno nacional -tanto desde dentro del peronismo como fuera de él, ni la Iglesia, ni siquiera el gobernador de Buenos Aires, que se ha reunido, otra vez más, con la Mesa de Enlace actuante en la jurisdicción bonaerense.

Hay contextos que asfixian y hasta pueden transformar a las personas. Pero tampoco debe olvidarse que la salvación suele fundarse en actos de reflexión individual a partir de los cuales, llegados a un cierto punto, corresponde a los hombres decidir sobre la propia suerte. El riesgo de no hacerlo a tiempo lleva a desteñir o echar por la borda lo realizado en toda una vida.