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La reforma política debe incluir el cambio en la modalidad del sufragio

Por Martha Reale. Una especialista en temas electorales propone que la dirigencia política mendocina priorice el cambio en la forma de votar antes de proceder a reformas más generales.

Hace unos días, este medio publicó una entrevista realizada al gobernador electo Francisco Pérez, en la cual hacía referencia a su intención de avanzar el año entrante en la discusión de una reforma política provincial.

Sin embargo, más allá de celebrar el propósito por considerarlo auspicioso, observamos que Pérez puso sobre la mesa dos temas importantes referidos a la iniciativa, pero no suficientes: la adhesión provincial a las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) y la reforma constitucional que involucra, entre otras cosas, la reelección del gobernador y la limitación a la reelección de los intendentes.

El flamante gobernador omitió, por deliberación o por descuido, la inclusión de una reforma seria y profunda en el sistema de emisión del voto.

Ninguna renovación será viable ni competente si no transitamos hacia un método que nos permita una vía más autónoma, directa y transparente para elegir y ser elegidos.

¿Por qué resulta vital avanzar hacia una nueva modalidad del sufragio?

Desde el retorno de la democracia, la elección del gobernador en Mendoza quedó ligada casi sistemáticamente, al presidente que obtenga la mayoría de las preferencias. Por conveniencias políticas más que por usos y costumbres, los mendocinos nos vemos obligados a elegir el mismo día y con una boleta sábana, gobernador juntamente con presidente e intendente.

Todas las elecciones realizadas en un contexto de elecciones unificadas, se definieron bajo la impronta de lo que se conoce como el "efecto arrastre". Sin excepción, los comicios de 1983, 1995, 1999, 2007 y 2011, se ajustaron a esos términos.

La Consultora Poliarquía efectuó, a fines de setiembre, una medición en la cual se consultó qué despertaba más interés en los comicios de octubre: la elección del presidente o la del gobernador. El 57% de los entrevistados respondió que la elección del presidente poseía una significancia mayor para ellos, que la del gobernador.

En esa misma encuesta y otra realizada con posterioridad por nuestra consultora -Reale Dalla Torre-, se indagó acerca de si votaría a un gobernador que representara el cambio o la continuidad de Celso Jaque. Ambas, arrojaron un resultado idéntico: sólo 28% de los mendocinos optaron por la "continuidad".

Sin embargo, en la misma consulta, 37,9% de ellos eligió la opción Pérez gobernador, cuando la medición se hizo con boleta simulada. Es decir, con la boleta encabezada por la presidente Cristina Fernández de Kirchner, las chances del candidato oficialista se acrecentaron un 9%. Con un porcentaje similar al arrojado en la encuesta, se impuso el delfín de Jaque en la provincia.

En virtud de lo expuesto, resulta obvio que existe un moderado interés por la elección gubernativa y las razones que lo explican, pueden hallarse en una serie de estudios cualitativos realizados durante este año, en los que pudo comprobarse que el gobernador es visualizado como una suerte de gerente administrativo del Gobierno nacional cuya obligación, casi excluyente, es la de mantener una buena relación con el poder central -que es quien concentra casi todos los recursos- a los efectos de obtener beneficios para la provincia.

Por lo tanto, es ineludible que en un escenario de comicios conjuntos, el foco se coloque en la figura de mayor peso relativo, que en este caso es la del Presidente. Esto es así porque la ciudadanía percibe que es el primer mandatario nacional y no el provincial, el que transforma mayormente nuestra realidad. Incluso, en los sectores más vulnerables, el intendente sobresale en orden de valoración, por ser considerado el referente capaz de resolver sus problemas cotidianos. En consecuencia, la elección del gobernador queda, en muchos casos, relegada a un tercer plano.

No obstante, si bien es cierto que la percepción del primer mandatario local como generador de grandes oportunidades fue desapareciendo en la misma proporción que fue perdiendo vigor el federalismo, es imprescindible, para los intereses provinciales, rescatar el liderazgo de la "institución gobernador", como fuente de recuperación del posicionamiento de Mendoza.

Para encaminarnos hacia las grandes y profundas transformaciones que necesita nuestra provincia se requiere, de manera impostergable, la formación de amplios consensos que sólo pueden aglutinarse tras la figura de un conductor con fuerte respaldo social. No sólo para tomar decisiones en el marco de nuestra propia jurisdicción sino, también, para defender con mayor autoridad, los intereses de la provincia en el concierto nacional.

Cabe destacar que discutir la modalidad con la que se elige gobernador, no implica abrir un juicio de valor sobre el talento de Paco Pérez para administrar la provincia. Sólo el tiempo y los hechos darán su veredicto al respecto. Sencillamente, estamos bregando por la facultad de decidir en base a ideas, antecedentes y propuestas, quién conducirá nuestros destinos y no en torno a la articulación del poder político y económico que el sistema de boleta sábana estimula y favorece.

El año que viene, sin presiones electorales, los mendocinos deberemos introducirnos en un debate de fondo y racional, sobre la verdadera reforma política que la provincia merece y necesita. Nuestros legisladores tendrán el cometido de liberarse de cualquier prejuicio o interés particular para resolver si el desdoblamiento de los comicios, la boleta única o el voto electrónico, representan la metodología de sufragio más conveniente para la construcción de la Mendoza del futuro.