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La política del parche metió al Gobierno en su propio laberinto

Por Alcadio Oña* Salvo por el impacto de un shock externo imprevisto, normalmente las economías no se complican de un día para el otro.

Seguro que la Argentina no está libre de los coletazos de la crisis internacional –nunca lo estuvo, en realidad–, pero suena a excesivo pretender que esa es la causa de las dificultades presentes, como hace el kirchnerismo. Si hasta el crucial precio de la soja, aún con oscilaciones, sigue soplando claramente a favor.

Esta semana, en Presupuesto y Hacienda de Diputados se trató un proyecto de ley que permite a las empresas descargar una porción mínima del Impuesto a las Ganancias, cuando aporten a planes de investigación en ciencia y técnica. Venía con el voto del Senado, pero fue bloqueado por el oficialismo, que propuso crear una comisión para estudiar el costo fiscal de la medida.
Crear comisiones es una fórmula archiconocida para cajonear cualquier cosa. Pero, ¿es posible que las cuentas públicas ni siquiera toleren una desgravación que implica un costo irrelevante ? Parece mucho, aunque las finanzas del Estado lucen muy apretadas y cada vez más son sostenidas por las cajas del Banco Central, el Nación, la ANSeS y hasta el PAMI: se calcula que en 2012 el Central va a cubrir el 30 % del gasto. Aquí salta un desajuste de la economía K que se acentúa de año en año .

Sin fuentes de financiamiento así de grandes, las provincias la tienen peor: nueve ya han subido la presión impositiva y llegan a quince, si se agregan aquellas que salieron a endeudarse o pedalean pagos a proveedores y contratistas. Conclusión: por donde se mire, a un lado y al otro, hay funcionarios rascando el fondo de las ollas.

Cualquiera sabe que la inflación es un problema serio, que encadena distorsiones a lo largo de toda la economía. Lleva más de cinco años instalada cómodamente en los dos dígitos y ahora anda entre 23 y 24 %, encima, empinándose.

Desde 2007, la inflación real alcanza al 189 % y el dólar oficial subió 43 % : no es, precisamente, la muestra de una economía ordenada. Una brecha semejante y creciente profundiza el retraso del tipo de cambio, le quita competitividad a la industria exportadora y alimenta especulaciones de toda clase y color.

Se trata de un mercado chico, puede haber timba y ganancias de oportunidad. Todo cierto, pero el dólar paralelo no nació de un repollo . Y si aún no gravita en la formación de los precios, es un dato nada despreciable que ayer haya cerrado a $ 5,63 y la diferencia con el oficial ya sea del 25 % .

Además, el cepo de la AFIP lo convirtió en un bien escaso y, por lo menos según las reglas de la economía, es bueno atesorar bienes escasos, porque, tarde o temprano, pueden valorizarse. No tarde, ahora mismo.

Todo huele a encerrona . Si Ricardo Echegaray, el jefe de la AFIP, levanta la cortina, estimulará la demanda de dólares y habrá pérdida de reservas. Si el Central sube las tasas, puede pegarle a la actividad económica, que ya viene en pendiente. Y si acelera el ajuste cambiario sin un plan integral, alimentará el proceso inflacionario.

La suma de los factores da un resultado que difícilmente vaya a ser alterado: cerrojo cambiario y trabas a las importaciones.

Nada de esto puede ser asimilado a una política, sino a la necesidad de preservar divisas, que en el modelo K siempre deben ser abundantes y ahora escasean. Más bien, se parece a un plan pesos para todos .

Hay varios emergentes del panorama general. Uno es el repliegue de la actividad económica: hasta las propias, infladas estadísticas del INDEC cuentan que el PBI y la industria crecen a cifras que son la mitad de las de 2011.

Estimaciones relativamente optimistas proyectan una suba del Producto del 3 % para todo el año. Otras calculan 2 %. Bien medida, en 2011 la economía había crecido alrededor del 7 %.

Un bajón de esa magnitud significa estar al borde de un cuadro recesivo . Sobre todo, si la tasa de 2012 tiene adentro un punto por el arrastre estadístico de 2011.

Emergente también es el declive de la inversión, aquello que garantiza producción y trabajo futuros. Los empresarios suelen hundir plata en proyectos, cuando ven un horizonte despejado de 2 a 3 años: salvo en operaciones con ganancia asegurada, hoy el clima no acompaña.

Más de lo mismo es que la demanda privada de empleo se haya resentido, que recorten horas extras y turnos de trabajo o dejen caer la mayor parte de los contratos temporarios.

Nadie prevé, de todos modos, un escenario de crisis . Porque, aunque menos robustas, al Gobierno todavía le quedan algunas cajas fuertes: básicamente, las del Banco Central y la ANSeS. Y porque, tras la renegociación de Néstor Kirchner, los vencimientos de la deuda son manejables.

Pero el ejercicio de aplicar parche sobre parche está en apuros: todo el tiempo, los subsidios ya insostenibles y, ahora, los cepos sobre el dólar y las importaciones o la reforma de apuro a la Carta Orgánica del Central, para hacerse de divisas y pesos sin muchas limitaciones. De tanto barrer problemas debajo de la alfombra, el tejido empezó a crujir .

La acumulación de desajustes en la economía es evidente, sin que se advierta una hoja de ruta clara y perceptible. Y, así, el Gobierno va encerrándose en su propio laberinto.