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La palabra de Belén Montiel, la mujer del pastor de La Pampa: "Me empezó a pegar cuando nació mi primera hija"

El predicador evangelista mantuvo a su esposa y sus tres hijas confinadas 19 años. Además las sometía a maltratos físicos y psicológicos.

Belén Montiel tiene 35 años y pasó casi la mitad de su vida sometida al maltrato físico y psicológico de su marido, Orlando Lara, el pastor evangelista de la provincia de La Pampa que fue noticia esta semana por haberlas tenido encerrada a ella y a sus tres hijas durante casi 19 años.

Esta historia comienza en Eduardo Castex, un pueblo pampeano ubicado a 80 kilómetros de Santa Rosa. Es como esas novelas que arrancan por el final, porque aunque todo empezó hace 19 años, recién esta semana pudo conocerse la trama. Alertado por la situación, un vecino de Belén llamó a la Policía y ella y sus tres hijas fueron finalmente liberadas.

"Esto duró 19 años, quiero que se termine", suplicó Montiel durante una entrevista con diario Clarín. Pero lejos de que su deseo se haga realidad, deberá hacer un esfuerzo más por continuar con esta historia, ya que su esposo, Orlando Lara, quedó en libertad y ella, a cambio, recibió sólo la promesa de un botón antipánico que aún no está en su poder. Está a salvo finalmente, hay un patrullero en la puerta de su casa las 24 horas, pero no hay seguridad posible que borre los horrores que quedaron grabados en su mente tras tantos años de maltratos.

 

"Me empezó a pegar hace 19 años, cuando nació mi primera hija", relata. Pero él no fue el único que colaboró con la situación, ya que su familia sabía todo lo que ocurría y siempre intentó cubrirlo. Belén se animó a contar, por ejemplo, que su suegra le ponía remedios o metal frío sobre los magullones para que baje la hinchazón del golpe. "Nunca fui al hospital o a la posta", dice.

Montiel cuenta, además, que la tortura también contenía fuertes rasgos psicológicos: "No me dejó terminar el secundario. Me anoté, pero todos los días cuando iba a salir para estudiar me preguntaba -su marido- para qué iba, por qué salía". Cada tanto parecía que Lara se relajaba un poco con la situación, pero siempre volvía a la carga. En una ocasión, Belén se anotó en un curso de diseño gráfico que él mismo accedió a abonar: "Cuando empecé a cursar, todas las veces que iba a salir me decía por qué me iba. Tuve que dejar el curso", relata.

También se animó a contar que había épocas de picos en los que la violencia tanto física como verbal se agudizaba tanto que Lara la acompañaba afuera hasta cuando ella salía a dejar la basura. "Eso es así, me seguía y me hablaba hasta cuando salía a dejar la basura. Todo psicológico".

El maltrato y la violencia llegaron a tal punto que Belén y sus tres hijas vivían prácticamente aisladas del mundo. No tenía contacto con amigas ni familiares. Sus hermanas le regalaban celulares para mantenerse con contacto con ella, pero Lara se los rompía sistemáticamente. Cuando la Policía golpeó su puerta por la denuncia de un vecino, Belén dijo estar en un proceso de separación y contó cómo era el maltrato que recibía.

 

Cuando la situación quedó expuesta, Belén fue a declarar y contó con lujo de detalles todo su padecimiento. En ese momento su marido la llamó para amenazarla y decirle que si lo denunciaba se quitaría la vida. Ella, valiente, no quiere dar marcha atrás. Dice que no desea ver a su marido "tirado en una cárcel", pero que tampoco está dispuesta a volver a sufrir. "Ya di este paso. Ahora voy a hacer todo para ayudar a mis hijas. Esto lo hice por ellas", concluyó Belén.