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La Invención de Milei

¿Por dónde entrarle? Dilema para Melconián, El Mesías. Y para Sergio, El Profesional.

JAVIER MILEI
JAVIER MILEI
 


El monstruo que se inventó a sí mismo

La Invención de Milei fue estéticamente significativa.
Como “La invención de Morel”, la novela tan elogiada pero menos leída de Adolfo Bioy Casares.
Aunque los Frankenstein son innumerables, Javier Milei, El C-Boy, se inventó a sí mismo.
Derivó en la construcción colectiva que desconcierta a la cultura política contemporánea.

La Invención contuvo la colaboración de políticos especuladores que necesitaban dividir al adversario. Poco original.
Lo logró François Mitterrand durante lustros con la derecha de Jean Marie Le Pen, para dividir a Jacques Chirac.
Base del gran equívoco. Inspira a los que pregonan que Milei fue un invento del peronismo para dividir a Juntos por el Cambio.
Receta movilizadora. Para combatir a la derecha, debe gestarse una derecha peor.
La hipótesis es demencial pero accesible. Duplica, en todo caso, el mérito de Milei.

Con la combinación de fantasía y realidad, La Invención conectó con la exacta tecla de la sociedad hastiada.
Creció gracias al oficialismo que le sembró apoyos. Y cuidó después, en exceso, sus votos.
Para derrotar a la derecha tibia de Juntos. Pero también al pícaro que produjo La Invención.

Prosperan agobiantes explicaciones sociológicas del Fenómeno Milei.
Pletóricas de cuestionamientos que le facilitan la consagración electoral.
“¿En primera vuelta?”. Altamente probable.
Confiesa el peronista perplejo: “Le pusimos demasiado gas al globo y se nos escapó”.

La solidaridad con el vencedor siempre es estremecedora.
La carencia de estructura se transforma, de pronto, en otro atributo.
Milei se encuentra a punto de embocar a los oficialistas especuladores como a los opositores malheridos.
En el bolso La Invención ya mantiene asegurados 39 puntos.
Lo sigue Sergio Massa, El Profesional, con 31.
Un Frankenstein vocacional del monstruo que se creó a sí mismo.
En la cuesta abajo, con 23, asoma la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien.
Para salvarse del naufragio, los divididos de Juntos hoy deben aferrarse al Mesías, Carlos Melconian, el Académico del Suburbio.

Legítimo derecho al fracaso

¿Por dónde entrarle ahora a La Invención de Milei? Cuando es menos importante lo que propone que lo que genera.
Lo preguntan los Frankenstein desorientados del peronismo y los republicanos jibarizados de Juntos.
Dista de ser negocio discutir la racionalidad de la dolarización. Ni el incendio del Banco Central.
Nadie se impresiona por la venta de pulmones en cuotas.
Ni por la extinción del Mercosur ni por el traslado de la embajada a Jerusalén.
Nada aconsejable es polemizar sobre el comunismo inmoral de China. Ni del excremento socialista.
Tampoco sirve atribuir a La Invención una reivindicación de la Dictadura Militar.
O indignarse porque Seguridad y Defensa sean para la señora Victoria Villarruel, Cayetana (Álvarez de Toledo).
Polarizar con Milei es, en efecto, la manera contundente de facilitarle la victoria.
Harto, convencido de la hegemonía de la casta, al votante de Milei le importa un pepino las impugnaciones de los que aprovecharon sus oportunidades para fracasar.
También Milei tiene el legítimo derecho al fracaso.

El ministro es el mensaje

Corresponde que el inventor (del peronismo) y el objetivo del invento (Juntos) asuman la inutilidad de cuestionar La Invención.
Es tarde. Deben encarar el milagro de recomponerse.
Para evitar que La invención de Milei les gane en primera vuelta, Sergio y Patricia tienen que competir entre sí, para alcanzar la segunda vuelta.
Y que Milei no los vacune directamente en la primera.

En medio del colapso inflacionario, Sergio tiene la misión de galvanizar las factorías provinciales y municipales de la superstición del peronismo.
Para alinear a los minigobernadores y a los gobernadores que por lo general le desconfían.
Para que los cuarentones de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora salgan del closet y decidan «militarlo» de verdad.

Es el desafío de lograr que la casta tome su causa justa como una cuestión de sobrevivencia sectorial.
El problema es que la casta ya se dio cuenta que perfectamente puede entrarle a La Invención. Es vulnerable “a la chispa”.
Sabe Milei que necesita de la casta para gobernar. Y designa eventuales ministros que mantienen el encanto de la convivencia.
“El ministro es el mensaje”.
Guillermo Francos, El Gentleman, se ocupa de hacer digerible La Invención. Como la señora Diana Mondino, La Contadora Feliz.
El Gentleman es garantía de diálogo. En la casta se ilusionan con que Milei sea otro Carlos Menem, pero sin la carga irritante del Partido Justicialista.
Incluso hasta los indemnes dirigentes sindicales, por anticipado, se enternecen.
Además de consolidar el liderazgo, Sergio tiene que evitar la tentación del garrochazo.
La destreza de los garrocheros del peronismo que procuran construir pronto un puente con Milei.
“Si en el fondo es nuestro, lo inventamos”.
“Si Milei se lleva mejor con nosotros que con los radicales”.
“A ver si nos lo sopla Mauricio”.

Consta que Luisito Barrionuevo, El Bandeja, competente celestino y eficaz hacedor de presidentes, quedó intelectualmente fascinado con La Invención.
El Bandeja ya es recontra “mileirano”. Y El Wado pasa rápido a la categoría de pasado.
Incluso, hasta el sobrio Gerardo Martínez, Eterna Sospecha, mantuvo su encuentro relativamente secreto con Milei.
“No viene por ninguna reforma laboral”. Define a La Invención como sensata y razonable.
Tal vez pronto Martínez le obsequie al próximo presidente otra lapicera.
“Para que la use”.
Como la que le regaló, expresivamente, a Alberto, aquel Poeta Impopular “injustamente olvidado”.

El Mesías

Hostigada por la realidad, acosada en la incomodidad, superada por los desplantes del instrumentador, Patricia entrega el destino a la prédica de Carlos Melconian.
Es el Mesías que llega para evitar el apocalipsis de Juntos. Entonces copa, alinea a la pandilla de economistas, y emerge como la penúltima esperanza.
El Mesías tiene estaño, es tablonero, tiene cordón y vereda, pero sobre todo arrastra fundamentos.
Se carga al hombro la desestructurada coalición de Juntos sin beneficio de inventario. Con radicales, cívicos de la señora Carrió, macristas demacrados, peronistas en desuso.
En la platea suponen que el Mesías emerge desde la montaña para desmoronar a Milei.
Pero quienes conocen el fango saben que Melco se estimula solo con derribar el mito de los milagros de Massa.

En 2023, salga como salga, el Mesías ensaya para anotarse en la carrera de 2027. Es donde asoma un solo competidor.
Jorge Boga Macri, Paladar Negro I, está más cerca de ser el jefe del Maxiquiosco (o sea del PRO) que Patricia de ser presidenta.
El Mesías Melconian tiene el campo ancho y libre para ensayar su epopeya. Aferrado al milagro de dar vuelta la historia.
De máxima, la apuesta consiste en vencer a La Invención. O alcanzar, al menos, el ballotage.
Igual que Massa, el adversario real.

Continuará

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