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La inseguridad roba calidad de vida

Por Ricardo Roa* Si algo liquida la calidad de vida es la inseguridad. Nos atrapa a todos en la paranoia. Nos movemos con miedo y vivimos temiendo. Y con buenas razones para ello: nadie sabe dónde o cuándo alguien podrá atacar para robar o para matar.

En Almirante Brown, la inseguridad nuestra de cada día mató a una mujer de 60 años. Fue asesinada delante de su esposo para robarle el auto. Había llegado recién a su casa y todo pasó en un minuto: él le abrió el portón para que entrara su Volkswagen Gol y aparecieron cuatro delincuentes. El vehículo se deslizó hacia atrás y los asaltantes le dispararon a la mujer, aún en el auto. La mataron sin llevarse nada.

Otra muerte más, en Haedo. Una joven que había montado en su garage una peluquería para costearse los estudios de abogacía fue asesinada de un balazo. Tenía treinta años y un hijito de tres. Se cree que fue una venganza: hace un mes, allí mismo, habían intentado robarle. Ella forcejeó con el ladrón, que escapó pero fue detenido. Anoche, los vecinos se movilizaron en reclamo de mayor presencia policial. Y en Moreno, tres estudiantes fueron secuestradas y llevadas a la casa de una de ellas, donde tomaron a toda la familia como rehén.

La cantidad de atacados, robados y asesinados cada día es inversamente proporcional a la calidad de vida. Las calles y sus veredas son los principales lugares públicos de la ciudad y la inseguridad nos los quita. Así, resulta mejor recortar la vida social a realizarla: decidimos no andar por barrios y calles a ciertas horas, como si rigiera un toque de queda imaginario.

Todo lo contrario a lo que ocurre en Helsinki, la capital de Finlandia, que ha sido elegida por una revista británica la mejor ciudad del planeta para vivir porque, entre otras razones, es la menos parecida de noche a un cementerio: se pueden hacer allí montones de cosas, todo el día.

La ciudad con mejor calidad de vida encuentra entretenimiento y diversión donde nosotros sólo hallamos inseguridad.