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La inseguridad que no miramos

* Por Julio Blanck. Cuatro asesinatos en quince días son muchos. Incluso para los que están habituados a convivir con la inseguridad y de tanto gambetearle al miedo hasta lleguen a creer que la vida es así.

Nota extraída del diario Clarín

...Y por más que uno se queje ni los políticos ni los medios de comunicación le van a prestar a su angustia más atención que lo que la muerte pueda durar como noticia.

Quizás algo de eso pase en Quilmes, el municipio de los cuatro asesinatos. Dos fueron en intentos de robo de una panadería y una moto; otros dos en un episodio vinculado al paco, la droga que fulmina futuros. Es apenas un detalle.

Todas las vidas valen lo mismo.

Contra toda esperanza, los vecinos de Quilmes reclaman, agitan, movilizan. Hicieron dos marchas y ayer otra más. No se resignan. Esa decisión es lo único que puede empujar a los que gobiernan a hacer algo para que el Estado cumpla con su obligación de cuidar a los ciudadanos.

Francisco Gutiérrez, intendente kirchnerista de Quilmes, seguro quiere que esto mejore y actúa del modo que considera más adecuado para darle seguridad a los vecinos. El problema es que no alcanza.

No alcanza sólo con poner más cámaras de seguridad o comprar más patrulleros. Tampoco alcanzan las mejoras sociales de estos años: el abismo estructural de la desigualdad sigue abierto. Y la política, la Policía y la Justicia muchas veces son más parte del problema que de la solución.

Hay datos que meten miedo: durante la primera mitad del año pasado en la Provincia hubo 519 asesinatos, según datos de la Procuración. Y se iniciaron 326.958 causas penales por diversos delitos.

La inseguridad se hace más visible si golpea a las capas medias de la población. Pero ese azote también afecta a los que menos tienen, compatriotas cuyas carencias rara vez se muestran en los medios y que el relato oficial intenta ocultar.

Basta con preguntarles a intendentes y dirigentes peronistas del GBA para asomarse a esa realidad tan cercana y tan ignorada. Ellos cuentan de los rondines de vecinos, durante el día, en algunas barriadas del Sur, para cuidar las casas pobres cuando salen los que tienen trabajos o changas, porque si no a la vuelta pueden encontrar todo desvalijado.

Y cuentan de las mujeres que trabajan en casas de familia y se reúnen en una estación de trenes de la zona Oeste, al terminar la jornada, para volver en grupos a sus barrios y evitar que bandas de muchachos, sin ahorrar violencia, les hagan dejar como peaje los billetes que ganaron limpiando casas y cosas de otros.

Y hablan de pobladores del borde del Riachuelo que, apenas recibieron las viviendas hechas con planes del Gobierno, pidieron un cerco alrededor del barrio para frenar la incursión de gente de la misma villa de la que acababan de mudarse.

En la Argentina de hoy, lo transversal de verdad es la inseguridad.