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La grasa de las capitales - Cuando lo inmundo se transforma en energía

Los agoreros de siempre, los que pronostican un mundo colapsado por el petróleo o por la falta de él, no andan de parabienes. El futuro próximo es más optimista de lo que se piensa. ¿Tenés grasita en la panza, pensás en una lipoaspiración? Bienvenida sea. Lée y enteráte.

Por Jorge D. Boimvaser

@boimvaser

info@boimvaser.com.ar

 

("La grasa inmunda cuál fugazzetta, la grasa de las capitales, no se banca más" – Serú Girán).

¿Estás preocupada por esos rollitos abdominales y no tomaste decisión si sacártelos en el gabinete o haciendo ejercicios?

¿Te produce algo de asquito los aromas de fritanga que se huelen por la noche después de un día en que los restós del barrio le dieron sin asco al aceite en las mil sartenes de la cocina?

¿Te impresiona ver la grasa de los animales en las faenas?

Bien, dentro de un tiempo impreciso aún (una década o tal vez dos (pero ya lo cantó Gardel que "20 años no es nada") todos esos desechos que hoy producen inmundicia servirán para fabricar biodiesel, en uno de los grandes pasos que se están dando para sustituir el petróleo que consumimos a lo pavote, para bien y para mal de la humanidad.

El avance arrollador de la civilización en algo más de un siglo merced al descubrimiento del fluido combustible, contrasta con el daño medio ambiental causado por los gases tóxicos que emana su uso, sumado a la tala indiscriminada del pulmón del Planeta, como es el Amazonas.

"Pero a lo hecho, pecho", cuál diría Andrea Rincón, y a fisgonear qué se está haciendo para que nuestros hijos y nietos gocen de una vida más sana y ordenada.

Y ahí descubrís por qué decimos que los agoreros son los que no tienen futuro, no la humanidad.

El trabajo de los científicos desarrolladas en plantas de investigación que costaron millonadas de dólares en levantar (nadie invierte un paquete monstruoso de plata si no ve posibilidades de recuperarlo) ya empieza a ver la luz en el fondo del túnel.

La ciencia del futuro próximo que no es ciencia ficción a lo Julio Verne sino realidad absoluta, muestra camiones recogiendo de las clínicas todas las noches los materiales orgánicos mas inmundos (esas grasitas abdominales, por caso), después pasando por las casas de comida y llevándose cientos de miles de litros de aceite de cocina utilizado durante el día, otro itinerario por los mataderos y haciendo lo mismo con los restos incomestibles del ganado (Paul MacCartney suele decir que si los mataderos fueron vidriados para vista de toda la gente, el mundo dejaría de consumir carne), y con toda esa inmunda grasa de las capitales llevada a un laboratorio especializado, la ciencia transformará esos desechos en un combustible tan eficaz como el petróleo y sus derivados, y lo mejor, nada contaminante.

Y como el futuro llegó hace rato, hoy vemos en New York lo que hace veinte años parecía imposible de lograr, la basura que antes se enterraba y creaba un dolor de cabeza a las futuras generaciones ya produce energía que atiende a las necesidades de millones de personas.

No hace falta andar peleando entre nosotros para ver dónde enterramos los desechos de cada día, y tampoco haciéndonos mala sangre o acomplejándonos cuando tiramos al tacho de basura materiales que sabemos tardarán milenios en reciclarse. Una planta de reciclado de basura en energía limpia cuesta -mínimo- 250 millones de dólares, lo que representa apenas monedas para las grandes ciudades administradas con claridad y algo de orden.

La planificación estratégica de cómo se produce la transformación de los desechos en productos útiles para la energía y cero contaminantes, sería muy aburrido de relatarlo (aparte que tampoco somos expertos en eso), pero lo cierto es que las nuevas tecnologías ya salieron de la mera suposición científica para convertirse en realidades, que si bien no será fácil trasladarlas a todo el planeta, al menos sabemos que las principales ciudades del mundo que emanan gases de carbono y otras suciedades, de a poco están empezando a trabajar para evitar el colapso que presagian los apocalípticos de siempre.

Los molinos de viento que producen energía eólica, los paneles solares y los autos eléctricos son parte de un presente que vino para quedarse.

Este pequeño informe que intenta ver la realidad con ojos más optimistas que los pintados por las malas noticias no es una alienación del que esto escribe, ha sido extractado de canales de docus científicos y otras publicaciones especializadas.

Cuando ves imágenes de plantas científicas grandes como estadios de fútbol, trabajando en convertir la grasa de las capitales en un futuro limpio de energía y combustible, te das cuenta que no es un sueño imposible ver a las generaciones venideras viviendo en un espacio verde y limpio como antaño.

Un poco de paciencia y cuidado nuestro hasta que estemos todos en capacidad de utilizarla. Y como decía aquel innombrable: "Estamos mal pero vamos bien".